📌El secreto de mi madrastra📌
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¿Quién iba a decirme a mí que iba a enamorarme de la persona que menos me esperaba?
Eso es lo que no paraba de pensar cuando empecé a tener relaciones con mi sorprendente madrastra, la cual, a día de hoy, es la mujer de mi vida.
Pero empecemos por el principio, como se suele decir.
Me llamo Juanjo, tengo 25 años y soy un chico bastante normal en todos los sentidos. Físicamente hablando siempre he sido bastante guapete, pero nada del otro mundo. En el amor y el sexo no me ha ido mal, la verdad, pero tampoco para tirar cohetes, pues soy bastante tímido con las chicas.
Debido a que he estado estudiando en la universidad y que no he podido encontrar ningún trabajo que me permita independizarme, vivo con mi padre.
Sí, solo con mi padre. Ello se debe a que mis padres se divorciaron hará cosa ahora de unos 10 años. No os voy a engañar, no lo pasé bien. Quiero muchísimo a ambos y quería estar con los dos. Sin embargo, y al contrario que en la mayoría de las ocasiones, el divorcio de mis padres fue bastante pacífico. Principalmente por hacernos la vida más sencilla a mi hermana y a mí. Ahora viéndolo con perspectiva, es algo que agradezco.
Uno de los puntos en los que se evidenció eso fue el hecho de que ambos tenían claro desde el principio que no iban a dejar al otro solo, sin sus hijos. Por ello, decidimos, en conceso todos, que yo iría a vivir con mi padre y mi hermana con mi madre. Aunque había semanas o meses en los que nos intercambiábamos y, siempre que queríamos, podíamos visitarnos. La libertad era absoluta.
La verdad, si todos los divorcios fuesen así, probablemente no tendría por qué ser un hecho tan lastimoso, aunque siga siéndolo. Simplemente, mis padres dejaron de amarse como antes y, como adultos, resolvieron sus problemas y decidieron separarse. A mi hermana, que es mayor que yo dos años, y a mí nos lo explicaron perfectamente. Por supuesto, nosotros lo comprendimos, aunque nos doliese.
A día de hoy, no podemos ser más felices todos.
Después de unos años en los que mi padre estuvo bastante centrado en su trabajo y en que yo estudiase y estuviese cómodo, decidió que quería volver a enamorarse. Cosa obvia, pues todavía era joven, pues solo tenía 46 años.
Así, por una de tantas apps de ligoteo que existen, conoció a Lorena, la otra gran protagonista de esta historia. Lorena era una chica colombiana, bastante joven, casi de mi edad, 28 años. Es un bellezón de mujer. Tiene una cara que pareciese esculpida por los dioses, con unos labios sensuales y gruesos. Un cuerpo de escándalo, coronados con unas tremendas tetas operadas por arriba, y con un culazo grande y duro debido al entrenamiento por debajo. No había hombre que no girase la cabeza y se le fuesen los ojos detrás de ella. Era apabullante.
No os voy a engañar. No me gusta ser mal pensado, pero, en un primer momento, no pude dejar de pensar en ¿qué se le ha perdido a esta belleza para estar con mi padre? ¿Lo hace por dinero? Mi padre no era millonario, pero tenía un buen trabajo y no era poco lo que ganaba. Que idiotas éramos en ese momento yo y mi pensamiento.
Lo adelanto ya. No. Lorena no estuvo nunca con mi padre por el dinero. Estuvo por amor o, al menos, por un cariño intenso. ¿El motivo? Luego lo diré.
El caso es que no fueron hasta pasados unos meses cuando yo tuve la oportunidad de conocerla personalmente. Y, la verdad, con todo el respeto a mi padre, pero fue el peor error de su vida. Fue verla en persona y enamorarme de ella. Era preciosa. A ello, había que sumarle la alegría y buena voluntad que desprendía. Era un sol. Brillaba.
Los pensamientos de que pudiese ser una aprovechada se borraron de un plumazo. Semejante ángel no podía tener tan malas intenciones. Sin embargo, la duda de ¿por qué una mujer como ella, tan joven y apuesta, estaba con mi padre? seguía presente. No nos engañemos, mi padre es un hombre apuesto, pero se le nota la edad. Esta casi calvo y físicamente ha perdido bastante debido al estrés del trabajo. Es un santo, porque no he conocido persona más buena y amable, pero no podía llegar a creer que con solo eso la enamorase.
De manera casi inmediata, ella vino a vivir a casa. Ojo, ella tenía su propio piso de alquiler, no es que viviese en la inmundicia. Pero mi padre estaba obcecado en que quería vivir con ella. Me pregunto a mí y yo, enamorado de ella también, no me negué en absoluto.
Con el paso del tiempo ella y yo fuimos cogiendo confianza. Cuanto más la conocía más me gustaba. Estaba mal, sí, pues era la pareja de mi padre. Era mi madrastra. Pero, ¿y qué podía hacer? No controlamos de quien nos enamoramos. Y ella era la mujer más increíble que había conocido.
Un día que mi padre tardaba en venir comimos los dos juntos y nos fuimos al sofá a ver una peli. ¿Qué peli era? Sinceramente, ni me acuerdo. Yo solo tenía ojos para ella. En realidad, ni vimos la peli, pues estuvimos todo el tiempo charlando entre nosotros. Todo iba bien, hasta que llegó el temita de siempre.
- Bueno, Juanjo, dime ¿y tú tienes algo por ahí?
- ¿Algo cómo?
- Venga, hombre. Que no eres un niño. Pues a alguna chica. O chico, no sé.
- Sería chica, pero no, no tengo nada.
- ¿Ni siquiera una amiguita preferida?
- He tenido algunas, sobre todo en la uni, pero ahora estoy un poco a dos velas.
- Que pena. Con lo guapísimo que eres.
- No me hagas la pelota, Lorena, que ya me caes bien.
- Jajajajaja, no, tonto. Lo digo en serio. Cualquier chica estaría encantada contigo. Además, eres super bueno y simpático, como tu padre.
- Hablando de mi padre…
- ¿Sí?
- Siempre he tenido una duda sobre vosotros…
- No me lo digas. ¿Por qué estoy con tu padre?
- Pues… sí. Siento ser maleducado, pero…
- Tranquilo. Puedo entender tu preocupación. Pero quiero a tu padre, te lo aseguro. Es verdad que nos llevamos varios años, pero él es una persona maravillosa.
- Pero tú eres una mujer increíble, podrías estar con quien quieras.
- Ya lo estoy. Con tu padre.
- Ya… pero alguien de tu edad, joven y tal.
- ¿Cómo tú?
Aquello me pilló un poco fuera de juego la verdad. Ni siquiera supe que responder. Me quedé en blanco, pensando para mí que sí, que ojalá ese otro fuese yo. Por suerte, ella le quitó hierro al asunto y se rio con su propia ocurrencia.
- Tranquilo, hombre. Que es una broma, jajajajajaja. Mira, ¿quieres saber por qué estoy con tu padre esencialmente?
- ¿Por qué?
- Porque él no me rechazó por algo por lo que me han rechazado decenas de hombres ni tampoco ha abusado de ello. Simplemente lo acogió, lo aceptó y me siguió queriendo.
- ¿Qué es eso?
- Lo siento, cariño, pero no puedo decírtelo. Es algo muy personal.
- Lo entiendo.
- Ojalá algún día sea capaz de decírtelo.
- No te preocupes, sea lo que fuese, yo seguiría respetándote y queriéndote por ser quien eres.
- Ooooh, muchas gracias, Juanjo.
Se abrazó a mí y me dio un beso en la mejilla, bastante cerca de los labios. Joder, es que no podía ser la pareja de cualquier otro, tenía que ser de mi padre. Aquella mujer me volvía loco. Fue solo un beso y un abrazo y tenía la polla a reventar. No solo era guapa y buena, es que además era tremendamente sensual. Aquello no pasó desapercibido para ella.
- Uy, parece que alguien se ha alegrado.
- Lo siento – dije yo apenado, pues casi no me di cuenta en el momento – Mil perdones, Lorena, soy asqueroso.
- No digas eso, hombre. Es normal, eres joven. Culpa mía.
- No, no es culpa mía. Lo siento.
- No más disculpas. Para mí es un halago. Además, creo que ahí tenemos otro motivo por el que una chica le encantaría estar contigo… - me dijo burlonamente y con un poco de picardía.
La verdad es que la naturaleza, en ese aspecto, me había tratado bien. Tenía un buen miembro. No uno descomunal, pero bastante grande. 19 centímetros y de un grosor importante. Estaba bastante orgulloso de mi polla, aunque suene feo.
- No… no sé que decir, Lorena…
- No tienes que decir nada. Vamos a hacer una cosa. Voy a ir a darme una ducha, mientras tú… bueno… te alivias un poco, ¿vale?
- Yo…
- Venga, pues me voy. Ahora seguimos con la peli.
- Vale…
No sé yo si el hecho de que fuese fue peor, pues cuando salía por la puerta mis ojos se fueron directos a aquel tremendo culo que se marcaba todo debido a los pantalones vaqueros ajustados que llevaba puesto.
En ese momento no me di cuenta, pero luego fui consciente de que se levantó con las manos en su entrepierna todo el tiempo, como intentando ocultar algo…
El caso es que, por supuesto, yo aproveche aquellos minutos libres para cascarme una paja de manual. Rápida, pero excitante a más no poder.
La tarde transcurrió sin más. Por la noche, ya con mi padre en casa, cenamos y nos fuimos a la cama pronto. Sin embargo, en medio de la noche, escuché ciertos ruidos que perturbaron mi sueño.
Con mucho cuidado y en silencio decidí que tenía que conocer de qué eran. Los mismos venían de la habitación de mi padre y, ya en ese momento, fui consciente de lo que podía ser. Cuando estaba cerca no había duda, eran gemidos. Mi padre y Lorena estaban follando. Para mi sorpresa, su puerta no estaba cerrada completamente, sino solo un poco encajada.
Yo estaba super caliente y, aunque no me agradaba mucho ver a mi padre haciéndolo, la mera idea de ver a Lorena desnuda y follando era suficiente como para arriesgarme a mirar.
Cuando empujé la puerta un poco para poder ver mejor, lo que vi me sorprendió de tal manera que tuve que ahogar un grito de la impresión que me dio.
Esperaba, no sé, ver a mi padre dándole a cuatro a ella, o ella cabalgándole o, yo que sé, un simple misionero. Pero lo que vi, no podía llegar a creerlo. No solo mi padre no se estaba follando a Lorena, sino que era TODO LO CONTRARIO.
Era ella quien se lo follaba a él. Y Dios cómo lo hacía. Desde el lugar en el que estaba viendo no podía ver con qué le penetraba, pues la tenía de espaldas y estaba bastante oscuro, pues solo tenían una pequeña lamparita encendida. Pero sin duda le estaba follando y bien.
Sinceramente, lo último que se me pasó por la cabeza era lo que en realidad era. Simplemente pensé que a mi padre y a ella le iban los rollos raros de sado o no sé y que ella tenía un arnés o algo puesto y le estaba penetrando. Sin embargo, no había cuerdas, alrededor del cuerpo de ella, ¿Cómo cojones lo sujetaba?
¿Qué cómo lo sujetaba? Amigo, eso venía bien sujeto de fábrica. Cuando ella anunció su orgasmo se levantó, puso a mi padre a la altura de sus caderas y, por primera vez, pude conocer el GRAN secreto de Lorena.
Era una mujer trans. Y joder menuda polla tenía. Eso no parecía ni normal, pero ¿cómo podía soportar eso mi padre? Después me enteré que le mide nada menos que 26 cm. Era un monstruo. A su lado, el pene de mi padre era un juguetito, flácido y pequeño. ¿De verdad podía otorgarle un mínimo de placer a aquella diosa con esa cosita?
Estaba en shock. Semejante mujer, delicada y femenina, sin ni un solo rasgo varonil, con tremenda anaconda entre las piernas. Y como escupía aquella bestia. Cuando se corrió encima de mi padre perdí la cuenta de la cantidad de disparos que lanzó y todos de una cantidad ingente de leche espesa.
¿Hizo eso que dejará de enamorarme de Lorena? ¡Qué cojones! Ahora lo tenía más claro que antes. La visión que tenía ante mí no podía ser más ardiente. Aquella mujer tenía que ser mía. Lo siento, padre.
No pegué ojo en toda la noche, por supuesto. Fui a trabajar por la mañana a mi empleo de jornada parcial que tenía para pagar, al menos, mis gastos, y no dejaba de pensar en la escena de aquella noche. Era tal el calentón que llevaba, que el ratito para el desayuno no lo aproveche para comer, sino que me fui al baño y me casqué una paja monumental, porque no podía seguir así durante la mañana. Aunque de poco sirvió, pues la imagen aquel miembro no se borraba de mi mente.
Cuando llegué a casa pasé por la cocina y por el salón, pero Lorena no estaba. Era raro, pues solía estar allí a esa hora. Comiendo o preparando para comer. Subí a la planta de arriba, donde teníamos nuestras habitaciones y un baño. Cuando subí, escuché algún ruido en el baño. Me asomé cuidadosamente y estaba la puerta abierta. Escuchaba a Lorena canturrear.
Cuando miré por la puerta, la estampa era gloriosa para mis ojos. Lorena, completamente desnuda, con aquella polla flácida, pero aun así contundente, mientras se depilaba las piernas. ¿Por qué tenía la puerta abierta?
Ensimismado en mi visión, tonto de mí, no fui capaz de reaccionar cuando ella se dio la vuelta y me vio. No me había oído por llevar unos auriculares puestos. El susto que se llevó fue tal que se resbaló y pegó un tremendo golpetazo. Aquello me sacó del trance y me preocupe por su estado. Me acerqué e intenté apreciar si estaba bien. Toqué su cuerpo desnudo y no era ni consciente de ello.
- Por Dios, Lorena, ¿estás bien?
- No, no, no, ¡NO! ¿Qué haces aquí?
- ¿Qué? Es mi casa. He llegado de trabajar. No he visto a nadie. He subido y te he escuchado.
- Dios… esto no tendría que estar pasando. Me has visto.
- Ah… eso…
- Sí, eso. ¡No tenías que verlo!
En ese momento, se echó a llorar y yo, sinceramente, no entendía por qué. Simplemente hice lo que sentí en ese momento necesario para consolarla. Me daba igual la escena y que ella estuviese desnuda y desprotegida. Precisamente, era eso lo que quería hacer, protegerla. Así que la abracé y le abrí mi corazón.
- No me importa, Lorena. Para mí sigues siendo una mujer increíble.
- ¿No te repugno?
- ¿Repugnarme tú? Eso es imposible. Te amo, Lorena. Estoy enamorado de ti. Y ahora, si cabe, lo estoy más.
- Juanjo…
- Eres todo lo que está bien. Eres la mujer más guapa del planeta. La más buena y simpática. La más atenta y cuidadosa. La más cariñosa y amable. La más sensual y atractiva. Eres… increíble.
- Pero mi pene…
- Sí. Y tú pene también es maravilloso. Es precioso. Y todo el que lo repugne es solo por un motivo: envidia.
- Juanjo… No deberías decirme esas cosas…
- ¿Por qué? Es lo que siento. Estoy enamorado de ti. Ojalá… - callé de repente.
- Ojalá, ¿qué?
- ¡OJALÁ NO FUESES LA PAREJA DE MI PADRE Y FUESES LA MUJER DE MI VIDA!
Me quedé mirándole a los ojos, con la respiración agitada tras hacer el mayor acto de valentía que recordaba en mí desde hace mucho, por no decir nunca. Ella se quedó perpleja durante unos segundos. Mirándome a los ojos, me sonrió después, se acercó a mí y nos besamos rápidamente.
- Yo también te quiero, Juanjo. Te deseo y amor desde el primer día. Has hecho en mí lo mismo que hizo tu padre. Me has dado paz y tranquilidad y para mí, tras la vida tan dura que he tenido, eso es la mayor señal de amor que existe. Me transmites tu amor a través de tu aceptación. Me gustabas antes, pero tenía miedo de que me rechazases por lo mismo que lo han hecho todos.
- Yo nunca te rechazaría.
Sin más palabras, ahora fui yo quien la besó. Y este beso si fue mucho más largo. Empezamos a devorarnos mutuamente nuestras bocas. Yo sentía, con solo eso, la mejor sensación de mi vida. Sus labios eran deliciosos y el jugueteo de su lengua con la mía era esplendido.
Ni corta ni perezosa, ella empezó a desnudarme a mí también, para estar igualados en ello. Junté mi pecho con el suyo, agarré su tremendo culo y seguí besándola. Estábamos tan cerca el uno del otro que, en un momento dado, fue inevitable que nuestros penes chocasen.
Cuando sentí esa sensación, paré de besarla. Sinceramente, no me causó rechazo, pero sí fue un pelín cómico. Me reí y ella también.
- La tenemos demasiado grande, Juanjito.
- Sobre todo tú, vaya bestia tienes ahí.
- ¿Te gusta? Siempre he pensado que es demasiado grande.
- Puede ser, pero es preciosa. A mí me encanta.
- ¿De verdad? Incluso a tu padre le chocó un poco al principio.
- Yo la amo, igual que amo a su dueña.
- Juanjo… Vas a conseguir que me enamoré de ti perdidamente.
- Ese es mi objetivo. Te quiero conmigo, para siempre.
Volvimos a besarnos, pero esta vez, ya acompañamos nuestros besos con caricias a nuestros miembros. La sensación de tener aquel pollón increíble entre mis manos fue bestial. De las cosas más excitantes de toda mi vida. Sobre todo, me encantaba cuando se contraía y parecía que se ponía todavía más dura, si es que eso era posible. Sin embargo, fue ella la que tomó la palabra para decir algo.
- Desde que ayer viese el bulto en tus pantalones no he podido dejar de pensar en ti. Me gustaste desde primera hora, pero lo de ayer terminó por desesperarme. La verdad… es que ayer lo hice con tu padre pensando en ti.
- Ya, vi que disfrutabas bastante de él.
En ese momento, paró de repente.
- ¿Nos viste?
- Bueno, sí…
- ¿Qué viste?
- Como le metías a mi padre este monstruo dentro de su culo y como te corrías a chorros encima de él.
- Dios, que vergüenza…
- A mí me fascinó.
- ¿Te gustó?
- Ni se la de pajas que me hice ayer pensando en ello.
- Jajajajajaja, Juanjo, por favor.
- ¿Es siempre así?
- ¿Así cómo?
- ¿Tú dándole a él?
- Ahh… - suspiró – por desgracia sí. Verás no me gusta hablar de esto por respeto a tu padre, pero… Tiene un problemita de eyaculación precoz. Es tocarle un poco o metérmela un poco y se corre en el momento. De hecho…, bueno nada.
- ¿Qué?
- Bueno… De hecho, creo que fue uno de los motivos por los que tu madre quiso dejarle. Aun así, es tan voluntarioso que no para hasta darme placer. Pero a mí me gusta que me follen y con él…
- Entonces me encargaré yo.
- Mmm… ¿sí?
- ¿Quieres que te folle este culito?
- Mmm… sí, por favor.
- ¿Quieres que te meta mi polla? – agarre su polla con fuerza y empecé a masturbarla.
- Oohh…mmm… sí. Quiero que me folles.
- ¿Y quieres que me coma este pollón hasta dejarlo seco, mientras tú haces lo mismo con el mío?
- Uuuhhmm… mmmm… me encantaría.
Se terminaron las tonterías. Me levanté, la alcé entre mis brazos y la llevé a mi cama. La solté allí cuidadosamente y la estampa no podía ser más hermosa. Aquella diosa de cuerpo despampanante, con aquel mástil entre las piernas y excitada a más no poder me esperaba.
- Ven aquí, mi amor, déjame que te chupe esa polla – me dijo ella.
La vena latina, caliente y sensual, le salió de dentro. Me acerqué un poco, agarró mi polla y se la llevó a su boca. Se metió casi toda del tirón. Estaba claro que tenía experiencia.
Era impresionante la forma en la que me la mamaba. En mi vida había recibido una igual. Succionaba como si pareciese querer sacarme hasta la última gota de mi semen. Y si no llega a ser porque la detuve, probablemente lo hubiese conseguido, porque me puso al límite.
- Relaja un poco, Lorena, que si no me voy a correr en nada.
- ¿Te gusta, cariño?
- Joder, y tanto. Eres impresionante.
- Mmm… y aquí veo algo que también creo que necesita atención. Ven túmbate.
En ese momento, tendido, empezó a lamer de nuevo, aunque suavemente, mi miembro, hasta llegar a mis testículos. Una vez allí, se dedicó a metérselos en la boca, succionándolos, casi como si quisiese arrancármelos. Me daba un gusto indescriptible.
De manera inesperada, mientras se esmeraba en mis bolas, empezó a llevar su lengua cada vez más abajo, de manera disimulada. Empezaba a lamer, de vez en cuando, mi pirineo y cada vez más cerca de mi ano.
Se veían venir sus intenciones y, aunque nunca había probado aquello, si era ella, estaba dispuesto a probar. Y así se lo deje saber.
- Puedes llegar hasta el final.
- ¿Te apetece?
- No lo he hecho nunca, pero quiero probar.
- Lo haré de una forma que te volverá loco.
Y así fue. Su lengua empezó a juguetear por los alrededores de mi ano y aquello, inesperadamente para mí, comenzó a excitarme sobremanera. La sensación de su aliento y su boca en mi culo era algo que nunca hubiese considerado como algo placentero, pero lo estaba siendo. Quien me iba a decir a mí que iba a disfrutar de algo que, antes, incluso veía como una guarrada.
Si a eso le sumamos que no paraba de masturbarme con su mano, yo estaba en el cielo completamente. Me derretía de placer. Estaba haciendo un esfuerzo titánico para no correrme de manera inmediata.
Como casi ya no podía aguantar y ya había probado algo nuevo, ¿por qué no seguir probando? Me incorporé, la miré a los ojos y le dije:
- Déjame probarte.
- Juanjo… No hace falta si no quieres.
- Pero quiero. Quiero probar esa maravilla.
- ¿Seguro? De verdad que no hace falta.
- Siéntate. Déjame hacer.
Se sentó en la cama y su polla no bajaba ni un ápice. Cada vez que la miraba me parecía más inmensa. ¿De verdad estaba a punto de meterme ese monstruo en la boca? Me iba a dislocar la puta mandíbula. Aun así, quería hacerlo. Tanto por mí, porque quería probar, como, sobre todo, por ella.
Arrodillado a los pies de esa diosa latina, empecé a acariciar aquella bestia imponente. Nunca, jamás, pensé en que una polla me atraería tanto. Pero es que era preciosa. Ese tamaño imponente, la forma tan perfecta, un glande gordo y apetitoso, la verdad es que teniéndola delante, lo único que me apetecía era llevármela a la boca.
Y así lo hice. Introduje su glande en mi boca y empecé a lamerlo y a succionarlo. Nunca había comido una polla, así que me limite a hacer lo que me gustaba que me hicieran a mí.
- Mmm… que bueno, cariño. No te fuerces mucho. Para mí el sentirte me es más que suficiente.
Ignorando sus palabras, yo quería más. Pero no era fácil. Aquella polla era ridículamente gruesa. Sentía como si mi boca casi fuese a irse a la mierda. Pero quería más. Y poco a poco empecé a introducirme más de aquel pollón en mi boca. Empezaba a rozar mi garganta y casi no tenía nada de ella dentro de mí.
- Buuff… como tragas, mi amor. Eres insaciable. Que lindo.
Que ella disfrutase tanto me ponía a cien. Cuando sentí que llegaba a mi límite, decidí empezar a mamar de verdad. Empecé con el sube y baja alrededor de su polla, centrándome especialmente en su glande. Todo lo que no podía abarcar con mi boca, lo estimulaba con mis manos, usando las dos. Era impresionante como con parte en mi boca y con las dos manos, todavía quedaba una pequeña parte de aquel monstruo libre. Que barbaridad. Seguí con mi trabajo y ella me lo agradecía constantemente con sus gemidos y palabras.
- Mmm… que barbaridad. Lo haces increíble, mi amor. Si sigues así de bien no sé cuanto podré aguantar.
Que sensación tan increíblemente placentera era sentir aquel pollón palpitar en mi boca, llenándose de placer. Pero debía parar.
¿Por qué? Porque era la hora de probar aquel culazo que tenía tantas ganas de disfrutar.
- Llegó la hora, preciosa. Quiero ese culito.
- Mmm… sí, mi amor, quiero que me folles como un hombre de verdad.
Ella no me hizo esperar ni un segundo, directamente se colocó a cuatro patas y me ofreció aquel tremendo culo que era la cosa más bonita que yo haya visto jamás.
- Lubrica un poquito, amor. Estoy acostumbrada, pero al principio puede doler. Y tu tienes un pene muy grueso.
- Tranquila, preciosa, seré cuidadoso. Además, estoy preparado.
Por suerte, siempre me ha gustado usar un poquito de lubricante para masturbarme. Lo probé una vez y la sensación y la comodidad es tal, que siempre tengo un poco a mano. Así que cogí el bote y embadurné mi pene completamente.
Después, empecé a aplicar un poquito a aquel maravilloso ano que siempre quise penetrar y que estuvo a punto de hacerlo. Por un momento, ella se retiró.
- ¿Te molesta algo?
- No, simplemente está un poco frío.
- Tranquila, ahora te doy yo calor.
- Mmm…
Después de cuidarle y mimarle, era hora de ir a la faena. Apunté mi glande hacía aquel precioso culito y empecé a introducirlo.
Afortunadamente, aquel era un culito tragón, pues entró casi sin dificultad. Empecé a bombear poco a poco.
- Mmm… Dios, que bien se siente tu polla en mi culito.
- Pfff, gusto dar tenerla dentro de ti, mi reina.
- Mmm… me encanta que me llames esas cosas.
- Solo te digo lo que eres, mi amor.
- Dame más, ¡más fuerte! ¡demuéstrame ese amor!
Dicho y hecho. ¿Quería amor? Yo le iba a dar amor. Empecé a penetrar aquel culo a un ritmo mucho más potente que el inicial. Estaba dándolo todo de mí. Iba a demostrarle que la deseaba, la amaba y la adoraba a base de pollazos, que era lo que me había pedido.
- ¡Jooder! ¡Sí! Que bueno eres, jooooder. ¡Que polla! Fóllame, mi amor, ¡FOLLÁME!
- Toma, ¡toma! ¡TOMA! Te amo, Lorena, ¡TE AMO!
- Siii, joooder, siiii, siento ese amor. ¡SIIIII!
- Te quiero encima de mí. Quiero que me cabalgues.
- Oh, sí. Ahora mismo, mi hombre.
Ahora era yo el que se puso cómodo. Ella en un principio se puso de espaldas hacía mí, pero no le deje.
- Ponte mirándome a mí.
- Pero no quiero que te incomodé ver mi pene mientras lo hacemos.
- No seas tonta, eso lo único que hace es ponerme aun más.
- Mmm… no sabia que el niñito era tan pervertido.
- Es culpa tuya, por estar tan jodidamente buena y tener una polla tan preciosa.
- Eres un sol.
Después de ello, a cuclillas sobre mí, empezó a introducir mi polla de nuevo en aquel maravilloso culito y una vez se la metió entera, se dejó caer sobre sus piernas y empezó a mover aquel culo como una auténtica prodigio. Sentía como se metía mi polla una y otra vez a una velocidad increíble.
Me estaba volviendo loco. Encima, la visión de su polla votando al ritmo de la penetración era una cosa de locos. Nunca en mi vida había disfrutado tanto del sexo y todo era gracias a aquella mujer.
- Te amo, Lorena. Eres una diosa.
- Y tu eres un semental, mi amor. Me encanta tu polla… mmm…
Yo quise ir a por el final. Así que me incorporé de tal forma que pudiese apoyar mis pies en la cama y empecé a ser yo el que tomó la iniciativa y empecé a follarla desde abajo con todas mis ganas. Ella estaba como loca con aquello.
- ¡JOOODER, SIIII, SIIII, SIIIIIIIIIIIII! ¡QUE BARBAAAARIDAAAD! ¡FOOOOLLAAAAMEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE! ¡AAAAAAAAAAH, OOOHHHH, AAAAHHH!
- Me corro, Lorena, me coorrrooooooo.
- Dámela en la boquita. Quiero probar esa lechita.
No me lo tuvo que decir dos veces. Antes de correrme en su culo, no por ganas, me levanté y puse mi pene a la altura de su cara. Me sacudí un par de veces y exploté. Uno, dos y tres chorros casi seguidos salieron de mi polla con una fuerza brutal, yendo a parar a su cara. Le siguieron tres más bastantes fuertes también, pero más controlados, seguidos de otros más livianos, pero con mucha cantidad. No me había corrido tanto y con tanto gusto y fuerza en mi vida. Había sido el mejor orgasmo de mi vida.
- Vaya corrida, cariño, me has puesto pérdida. Pero tu leche está riquísima.
- Mmm… verte así es de las cosas más calientes que he visto en mi vida.
- Eres un semental, mi amor. Quiero que me folles todos los días.
Tras traerle una toalla para que pudiese limpiarse un poco, en realidad, en ese momento, solo tenía ojos para una cosa: su polla. Seguía dura como una piedra y me daba pena que ella no hubiese disfrutado de una corrida merecida.
Era tanto lo que ella me ofreció aquella noche. Tanto placer, cariño, aprecio, mimos, amor… Yo no podía ser menos, porque ella lo merecía. Si ya habíamos llegado a este punto, estaba dispuesto a todo. Ya había probado cosas ese día que nunca pensé que disfrutaría, ¿por qué no darlo todo y ofrecerle todo a ella?
- Quiero que lo hagas conmigo.
- Juanjo…
- Lorena, te amo. Quiero ofrecerte todo de mí. Quiero demostrarte que te amo. Y quiero hacerlo contigo todo. Quiero llegar hasta el final.
- No sé, Juanjo. Probablemente te voy a hacer daño.
- Me da igual, quiero sentirte dentro de mí. Quiero que me folles, mi reina.
- Pff… Si me lo pones así, es difícil que lo rechace. Pero con una condición.
- Dime
- En el momento en el que te haga daño, pararemos y lo dejaremos.
- Vale.
- De verdad, Juanjo. Estoy super satisfecha hoy. No necesito hacer esto.
- Lo necesito yo. Quiero tu polla dentro de mí.
- Bien, pues ponte en posición, mi niño. Te prometo ir con cuidado.
No os voy a engañar, estaba asustado. Lo que tenía ella entre las piernas era un completo monstruo. Ahora bien, os voy a contar un secreto que ella no conoce. No es la primera vez que siento algo entrar dentro de mí. En realidad, tengo un pequeño juguetito que uso habitualmente para masturbarme. Sé que puede sonar un poco enfermo, pero, de verdad, es increíble. Desde que lo probé, han sido numerosas las ocasiones en las que lo he utilizado para masturbarme. Y en todas en tenido unos orgasmos brutales.
El caso es que no era mi primera vez. Aunque sí era mi primera vez con un pene real. Y, sobre todo, con un monstruo tan gigante como el que Lorena tenía entre las piernas.
Aun así, ella cumplió su palabra. Fue tan cuidadosa al principio, que casi parecía estar realizando una operación a corazón abierto. Comenzó untándose uno de sus delgados deditos con lubricante, introduciéndolo en mi ano. La sensación, al menos en ese momento, era sumamente placentera. Además, ella, tan delicada y cariñosa, mientras introducía su dedo, me daba pequeñas caricias alrededor de mi culo. Era un amor.
Poco tiempo después, introdujo ya dos dedos. Seguía siendo bastante “fácil” para mí.
- ¿Vas bien?
- Estupendamente. Puedes ir un poco más rápido, sin miedo.
- Vuelvo a repetirlo, si te hago daño me lo dices y paramos. De verdad que no hace falta, cariño.
- Sigue.
Y ella siguió. No con poco lubricante, empezó a introducir ya tres dedos. Ahí ya empezaba a ser un poco molesto, pero intenté ocultarlo para no asustarla y evitar que se echase atrás. Aunque ella no era tonta, pues no era la primera vez que hacia aquello. Notó que mi ano empezó a contraerse y a rechazar, por instinto, aquellos cuerpos extraños.
- Me estás engañando Juanjo, empieza a molestarte.
- A ver, sí, un poco, pero es más por la sensación.
- ¡No! Si esto ya te molesta, no vas a poder con mi pene. Lo dejamos.
- No, por favor. Lo deseo demasiado Lorena, lo quiero.
- Pero…
- Por favor… - le dije, mirándola a los ojos y mostrándole una carita de niño bueno.
- Jajajajaja, vale, pero no pongas esa cara. Estás ridículo, no te pega. Pero prométeme que si te duele me lo dices. No me engañes, porque lo sabré.
- Vaaaaaaaaale.
- Bien, pues vamos con el plato fuerte, voy a ser delicada.
Era la hora. Después de jugar un poco más con sus tres deditos, y habiéndome acostumbrado a los mismos, decidió que era la hora de probar suerte.
Mi deseo de sentirla dentro era mucho mayor al temor de sufrir un daño por aquel aparato gigante. Pero estaba dispuesto. Por mí y, sobre todo, por ella. Ella se entregó a mí. Lo mínimo que podía hacer yo era entregarme a ella.
Tras untar de nuevo con una gran cantidad de lubricante su pollón y de untar un poco alrededor de mi ano, empezó a jugar con su grandísimo glande alrededor de mi culito.
- Mmm… parece que alguien está contenta – dije yo.
- Me gustas mucho, mi amor. Es imposible que no esté así.
- Es increíble lo grande que la tienes.
- Pues para mi es un complejo…
- A mí me parece una virtud, es preciosa.
- ¿De verdad?
- Todo en ti me parece precioso.
En ese momento, noté como ella se ruborizaba y, olvidando por un momento su trabajo, se inclinó sobre mí y me besó en los labios con la mayor ternura que yo haya sentido de una persona hacía mí.
- Voy a entrar, cariño. ¿Listo?
- Sí. Únete conmigo
En ese momento, muy poco a poco, ella empezó a introducir su glande en mi culo. No había introducido ni siquiera su puntita y yo notaba ya un dolor desgarrador. Indescriptible. Sentía como si me destrozase. Por un momento, no pude reprimir mis gestos de dolor y ella lo notó.
- Juanjo, ¿estás bien?
- Duele un poco.
- ¿Un poco? Mira, lo dejamos.
- ¡NO! Sigue.
- Pero…
- Sigue, hazme tuyo, Lorena. Te amo.
- Yo más, amor.
Ella se sintió aliviada. Sabia que podía hacerme daño. Pero la excitación de tenerla dentro de mí y, sobre todo, su intención inquebrantable de demostrarme su amor, le hizo continuar.
Cuando alcanzó a introducir todo su glande dentro de mí fue una sensación dolorosa y de alivio a la misma vez. Aunque me dolía horrores, una parte de mí tenía la sensación de que después de aquello todo iría a mejor.
- Ya ha pasado lo peor, mi niño. Ahora voy a moverme poco a poco para que te acostumbres.
- Sí, mi amor. Pero con cuidado.
- Eso siempre. Lo único que quiero darte es amor y placer.
Fue tan delicada con sus movimientos de penetración que, con el paso del tiempo, el inmenso dolor que sentía fue convirtiéndose solo en placer.
Ella la metía dentro de mí poco a poco, pero con cada penetración introducía más de su longitud. Obviamente, fue imposible meter toda su polla dentro de mí, pero fui capaz de resistir una porción bastante importante de aquellos 26 centímetros de pura carne dura y gruesa.
- Cada vez se siente mejor, Lorena.
- Ooh, mi amor. Para mí también. Poder estar dentro de ti es la mejor sensación que he sentido nunca.
- Dame más duro, cariño. Demuéstrame que me amas.
En ese momento se echó sobre mí, para inclinarme un poco hacía arriba y que su boca coincidiese con la mía. Así, mientras nos besamos con pasión, ella aceleraba cada vez más y más sus embestidas.
La sensación que sentía dentro de mí de tener aquella polla monstruosa era indescriptible. Nunca en mi vida había sentido tanto placer. Estaba extasiado.
Me sentía como si estuviese en el cielo. Aquella diosa no paraba de besarme y acariciarme de una manera tan delicada y, a la vez, empezaba a reventarme el culo con aquel pollón de una forma tan lujuriosa, que el contraste me estaba volviendo completamente loco.
Para entonces, mi pene, aun sin estar completamente rígido estaba como morcillón y tras varios minutos de penetración fue tal la excitación y el placer que sentía que, sin tocarme, empezó de nuevo a escupir ráfagas de semen.
- Ooh, sí, cariño, ¿te gusta? Porque a tu pene parece que sí.
- Me encanta, Lorena, eres una diosa. Eres la mejor mujer del mundo. Fóllame, ¡FÓLLAMEEE!
- Tómalo, cariño, toma todo mi amor.
- Quiero que te corras sobre mí.
- Ooh, sí. Eres el mejor, justo estaba pensando en ello. No me queda mucho. Vamos a cambiar.
En ese momento, me dio la vuelta. Cambiamos la posición de perrito por el misionero clásico. Aunque invirtiendo los papeles habituales, pues era ella la que me follaba a mí.
El ritmo de su penetración era endiablado, pero para entonces mi ano estaba completamente acostumbrado. Mientras seguía penetrándome, me besaba continuamente. Yo, para intentar acercar más su orgasmo, manoseaba y lamía sus pechos todo lo que podía cuando su boca no estaba besándome.
- Me voy a venir, mi amor.
- Córrete, déjalo salir.
- Ooooh, siiiiiiii, me corro, ¡ME CORRO!
Dicho eso, la sacó de mi recto, se subió sobre mi vientre y empezó a masturbarse. No tuvo que hacer un gran esfuerzo, pues, a los pocos segundos, empezó a correrse.
De nuevo, como ya me sorprendiese la anterior noche cuando la pillé con mi padre, aquella polla empezó a expulsar una cantidad de semen descomunal. Conté como diez u once cargas, con unas primeras cuya cantidad era abismal. Me dejó absolutamente perdido de su leche caliente, la cual, para mi propio asombro, no me repugnó, sino todo lo contrario. No me atreví a probarla, pero ya os digo que fue solo cosa de aquella vez. A día de hoy, no desperdicio ni una sola gota.
Cuando terminó de correrse, me pasó la toalla que ella usó anteriormente para que pudiese secarme un poco.
- No veas como me has puesto, menuda corrida.
- Lo siento…
- ¿Por qué? Por demostrarme que te ha gustado, por eso no se pide perdón.
- Pfff… creo que ha sido la corrida que más he disfrutado en mucho tiempo.
- ¿Más que con mi padre?
- Más que con nadie. Aunque no se lo digas a él.
Durante unos minutos, nos quedamos tumbados, mirándonos el uno al otro. Éramos dos tontos enamorados y nunca habíamos sido capaz de reconocerlo ni entre nosotros ni a nosotros mismos.
- ¿Qué vamos a hacer ahora? – dijo ella.
- No lo sé, pero yo lo tengo claro. Quiero estar contigo.
- Yo también, aunque quiero y aprecio mucho a tu padre. No quiero hacerle daño.
- Yo tampoco. Pero creo que lo entenderá.
- ¿Cómo estás tan seguro de eso? No creo que ninguna persona normal aceptase eso.
- Pero mi padre no es normal. Es un santo, seguro que lo entiende. Somos dos personas jóvenes de cercana edad. El acercamiento de estos días ha derivado en lo inevitable. Creo que él será comprensivo. Además, es lo que dices. Nos quiere a ambos y seguro que querrá que lo sigamos siendo.
- No sé. Ningún hombre aceptaría eso, pero me da igual. Quiero estar contigo.
- Y yo contigo. Estaremos juntos siempre.
Aquello fue el inicio de nuestra relación. Puede que parezca que es un caos y, de hecho, lo es. Sin embargo, éramos dos personas jóvenes, cuya llama apareció y no fuimos capaz de remediarlo. Nos entregamos el uno al otro y las consecuencias nos importan muchísimo menos que el amor que nos juramos.
Mi padre, por muy bueno que fuese, al principio se lo tomó fatal. Nos llegó a echar de casa y yo me fui con Lorena a vivir. Aunque con el tiempo supo perdonarnos y nos reconciliamos. Su corazón era demasiado puro.
Hoy en día, Lorena y yo seguimos juntos y estamos esperando fecha para casarnos. Somos sumamente felices y nos queremos y nos deseamos más que nunca. Después de la boda, quien sabe, incluso pensamos en adoptar a un chiquillo o una chiquilla. Ella, incluso, se ofreció a terminar su proceso de transición y quería cambiar sus genitales. Sin embargo, yo sentía que no era lo que realmente deseaba y así me lo confesó. Ella quería seguir siendo exactamente igual a como yo la conocí, y yo, la verdad, era como la quería. Así que puedo seguir disfrutando también, no solo de ella como mujer, sino también de aquella hermosa polla gigante que tiene y que me vuelve loco.
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Reviewed by xx
on
junio 23, 2022
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