Header AD

📌Javier y su madre, Carmen, una nueva vida - I📌




Javier se va con su madre a Baqueira, e invita a su amigo Manu, con la suya.

Hacía un par de meses que me había dejado Marta, después de cuatro años de relación. Cuando me propuso mi madre volver a ir a Baqueira no lo dudé, me apetecía escaparme. Era una costumbre que seguíamos desde hace años en la familia, y que ni siquiera tras la separación de mi madre, dejamos de realizar. Carmen a sus cincuenta y cuatro años seguía siendo una mujer espléndida. Alta para su edad, 1,70 y que, gracias a su genética y a sus horas de ejercicio, le permitían estar en una forma espléndida. Íbamos a pasar unos días en la nieve, de jueves a domingo, aprovechando un puente.

Se lo conté a mi amigo Manu, mi mejor amigo desde el colegio y aunque en carrera nos distanciamos un poco, él hizo ADE y yo Arquitectura, nunca dejamos el contacto. Medía 1,80 un poco menos que yo. Le pareció una idea genial e iría con su madre Marga, muy del estilo de mi madre, en moreno, aunque algo más baja. Estaba recién separada, tras una infidelidad de él, que se había liado con una azafata de su tripulación, y seguía dolida.

Salimos para Baqueira en coche, lamentando que mi hermana Andrea no hubiera podido venir, ya que trabajaba en Londres en el sector bancario. Cogimos mi BMW X5, blanco, que disfrutaba mediante un renting que pagaba el estudio de arquitectura del que era socio, junto con el resto de los servicios, tarjeta, seguro médico, gastos de viaje etc.

Durante el viaje fuimos conversando acerca de cómo me sentía tras mi ruptura con Marta, hablándome más como una amiga que como una madre. A su vez ella me confesó también que ya había superado la separación, que salía a menudo con sus amigas, y que se sentía más libre que nunca, sin necesidad de una pareja.

Yo a su vez, había decidido tomarme un tiempo de relax en el estudio de arquitectura.

—Solo tienes treinta y dos años, eres demasiado joven para retirarte —comentó mi madre—. Pero si debes aprovechar la vida, que se pasa en dos días.

—Eso haré, y podremos pasar más ratos como este juntos. Vamos a empezar a vivir. —traté de justificarme ante ella.

—Lo que no quiero es acogerte de nuevo como tantos chicos que son despedidos por sus empresas o por sus parejas y vuelven a casa de mamá. —se reía mientras puso su mano sobre la mía, que estaba apoyada en la palanca de cambio—. Y podemos hacer algún proyecto juntos.

Ella era una reconocida decoradora de interiores, y yo la ayudaba en los proyectos que incluían reforma de obra. Me apoyó tras la marcha de Marta. Volvía a estar a mi lado, como cuando era un adolescente. Ahora más adulto no solo sentía reforzado todo el cariño, sino que mi admiración por ella iba subiendo día a día, en lo personal y en lo profesional.

Llegamos ya tarde a la estación, cansados y después de un ligero tentempié en la cafetería del hotel, nos fuimos a dormir. Compartimos habitación, era amplia, y con dos camas. Y una preciosa chimenea de montaña, que mañana encendería.

Al día siguiente aparecieron en el desayuno Manu con su madre Marga que estaban allí desde el lunes. Esa mañana salimos los cuatro a esquiar. Mi madre, Carmen, que esquiaba frecuentemente, podía hacerlo al nivel de Manu y mía, pero Marga, menos habitual, no se atrevía a pasar de las pistas verdes y azules. Estaba cogiendo confianza de nuevo porque hacía tiempo que no esquiaba. Esa mañana ella se quedó con su monitor de esquí con el que estaba recuperando sensaciones de esquiar, y nosotros tres subimos a deslizarnos toda la montaña abajo juntos.

El momento mejor de subir a esquiar es el de la noche. Cenamos en grupo, Manu es muy relaciones públicas y en mi casa siempre lo habían apreciado de veras. A pesar de que nos conocíamos todos, era la primera vez que manteníamos una cena de ese tipo, sin padres, y realmente se hizo amena y entretenida. Al acabar, Manu me habló de una pequeña fiesta en un apartamento cercano a la que le invitaron unos amigos y yo propuse ir los cuatro. Mi madre se mostró recelosa diciendo que fuéramos solos nosotros, que ellas no pintaban nada, pero ante el interés de Marga que lo veía como una oportunidad de la que no disfrutaba en Madrid, aceptó, pero debíamos esperarla para que se arreglaran un poco. Ante todo, la feminidad.

A las 11 nos vimos abajo. Ambas bajaron de cierto sport, pero maquilladas y muy guapas. Los azules ojos de Carmen brillaban como zafiros. Yo había visto así a mi madre antes, pero nunca a Marga.

—Vamos a ser los más envidiados de la fiesta Javier —dijo Manu en su papel de relaciones públicas, piropeándolas.

—No lo dudéis – dijo Marga riéndose—. Dos mujeres como nosotras no suelen estar en el mercado. Así que aprovechar vuestra oportunidad.

—Yo me pido a Marga.

—Y yo a Carmen ¡¡¡ —continuó Manu la broma,

—Míralos, como si nosotras no pintáramos nada—añadió Marga siguiendo la broma—. Bueno a mí no me parece mal, ¿y a ti Carmen?

—Dejaros de rollos e invitarnos ya a un gin tonic. ¿No sois los hombres? ¡Pues a pagar! —exclamó mi madre.

Empezaron un poco cortadas, pero enseguida las introducimos con los amigos de Manu, y ellas se sintieron bien recibidas. Bailamos los cuatro, en grupo y por parejas. Se las veía felices, Carmen más suelta porque sus amigas la llevaban a bailar y Marga, con movimientos más torpes, pero eufórica. Aún no se había recuperado de la separación, ni de la humillación de sentirse dejada por una chica de treinta y seis años. Disfrutábamos todos de una noche muy divertida.

En un momento en el que fuimos a pedir más copas, Manu me confesó.

—No te molestes, pero si no fuera tu madre, le tiraría los tejos, está muy guapa y simpatiquísima.

—Me lo tomo como un halago Manu. Yo también estoy muy a gusto, y a Marga no la había visto nunca tan divertida. Y guapa …

—Me alegro de haberla invitado. Necesitaba verla reír, estaba jodida.

Marga a sus cincuenta y cinco años, uno más que Carmen, seguía siendo una mujer atractiva, que su rictus de enfado escondía. Sus ojos negros eran muy expresivos. Cuando nos retiramos, al salir del ascensor nos despedimos, entre risas, con besos de las chicas a los chicos.

Antes de dormir, le di un beso a mi madre, costumbre perdida hacía años.

—Me lo he pasado genial. Habéis caído fenomenal a todos—le dije.

—Todos os habéis portado muy cariñosos con nosotras, vosotros y los amigos de Manu también.

Al día siguiente, les sugerí que se fueran Manu y mi madre a las pistas negras, que yo me sentía algo cansado y acompañaría a Marga, para llevarla a las pistas fáciles.

—Eres un cielo Javier, me siento ser tan torpe.

—Cada uno debe ser consciente de su límite. Además, ayer eras mi pareja, y yo soy un caballero.

Me sentía bien ayudando a Marga y haciéndola creer en ella. Una separación puede hacerte perder la seguridad en ti misma en todas las facetas. Después de pasar la mañana en las pistas azules y verdes, por la tarde conseguí llevarla a una de las pistas rojas más fáciles y accedió con miedo, pero conseguimos bajarla sin incidencia y al terminar el recorrido, casi cayéndose se abrazó a mí.

—Uy perdona, casi sigo.

—Lo has hecho de maravilla Marga

—Porque has sido paciente conmigo, Manu solo te anima gritándote, pero sin estar a tu lado como has estado tú. Se ve en el trato que tienes con Carmen, que eres un hombre cariñoso, que cualquier mujer querría para su hija… o para ella, depende de la edad —dijo riéndose.

—Ahora no hay edades, cuando empieces a salir, verás que se te acercarán chicos de mi edad.

Fuimos a encontrarnos con Carmen y Manu a la cafetería e hicimos una merienda rápida donde el ambiente era super divertido, y las saludaban algunos chicos de ayer, gastando bromas, y diciéndoles que, si se cansaban de nosotros, contaran con ellos. Parecíamos dos parejas convencionales.

Como hacía mucho frío, tras la cena, decidimos esa noche quedarnos en el hotel con ellas.

—No seáis tontos, iros vosotros, hay chicas monísimas esperándoos.

Manu me había dicho que se sentía obligado a hacer que su madre lo pasara bien y que le iba a dedicar todo el tiempo. A mí tampoco me apetecía salir.

—¿Dónde vamos a encontrar a dos mujeres como vosotras? ¿Por qué no jugamos unas cartas?

Estuvimos jugando al mus, de nuevo con Marga como mi pareja, pidiendo gin tonic por parejas, riéndonos, y provocando en ellas algunas bromas subiditas de tono.

—Podemos subir a una habitación, y jugar a quitarse prendas quien pierda—dijo Carmen riendo.

—O a hacer una fiesta de pijamas—añadió Marga, continuando la broma.

Manu y yo nos mirábamos riendo, asumiendo que era nuestro papel. A la una nos retiramos. Nos volvimos a dar besos de despedida, un poco más prolongados. Ya en la habitación me desvestí el primero y me metí en mi cama. Mi madre tardó un poco en salir del baño.

—¿Qué tal lo estás pasando? —le pregunté.

—De maravilla, me siento otra mujer. Manu es un caballero, y no lo conocía en plan gamberro. ¿Y tú?

—Genial, aunque tengo una sensación extraña. He estado bien, pero al ver tu despedida de Manu, me he sentido celoso, como si él estuviera con mi novia.

Sacó su mano de entre las sábanas y me acarició, enredándome el pelo.

—¡Qué curioso! Yo tuve la misma sensación anoche cuando os veía bailando —Y sin pedirme permiso, saltó a mi cama—. Abrázame pequeñín, y vamos a dormir.

Hacía años que no compartíamos cama. Antes era yo quién le pedía que me abrazara. Recordar a Manu despidiéndose de mi madre me excitaba enormemente. No pude evitar una erección al contacto de su piel. Al sentirla ella, se separó. Me sentía bloqueado. Parecía que todo llegaba demasiado lejos. Pasé mi mano por sus mejillas. Ella aprovechó que estaba cerca de su boca, para besarme la mano.

—Duérmete, cielo— me dijo poniendo mis manos sobre su vientre.

Marga ya se veía mejor esquiando, y con la confianza que habíamos cogido, nos reímos mucho. Tuvimos una pausa para un café, donde se sintió con ganas de hablar y me contó cómo se había sentido de humillada, lo mal que lo había pasado, aunque que lo estaba olvidando, y me agradecía infinito estos dias porque le había hecho sentirse mimada y atendida de nuevo Yo le hablé de Marta a la que ella conocía, y era amiga de su madre, y que también lo pasé mal cuando me dejó.

Esa noche iba a ser la última, y quedamos en hacer una cena especial y luego ir a Thiffany, una discoteca cercana que nos habían recomendado. Ya no discutían si debíamos ir solos o no, no se lo querían perder. Bajaron las dos a la cena, arregladas de una manera diferente, como si en realidad, tuvieran una cita.

—¡Dios mío! Estáis preciosas.

—Teníamos que estar a vuestra altura.

La cena fue divertidísima, sentí las miradas de otros comensales sobre nosotros. Durante los postres, mi madre, un poco más decidida que Marga, nos pidió atención.

—Marga y yo hemos hablado, y estamos de acuerdo. Está siendo un viaje inolvidable, y si os parece bien a vosotros, esta noche durante la fiesta somos dos señoras con dos amigos guapísimos que las han invitado a bailar y pasarlo bien. ¿Qué os parece? —dijo dirigiéndose a Manu y a mí—. No hay madres ni hijos.

Nos quedamos un poco cortados mirándonos, pero asintiendo.

—¿A ti te parece bien mamá? —preguntó él a Marga.

—Me siento feliz por primera vez desde hace meses. Javier no puede ser más atento, Carmen me está mimando, y te tengo a ti. ¡Carpe diem!

Chocamos los vasos de chupito, y brindamos por nosotros.

 Esa noche, reímos, bebimos, hablamos como dos amigos. No estaba acostumbrada a beber, y el vino de la cena y el whisky que se estaba tomando, la llevaron a relajarse.

—Por una Marga nueva, sin mochilas.

—¿Es real esto Javier o es parte del juego que hemos creado? ¡Estoy tan a gusto contigo! No quisiera que me vieras como una señora madura fuera de sitio—dijo temblorosa.

—Empezó como un juego de los cuatro, pero yo también me siento confundido. Hacía tiempo que no me sentía tan a gusto con una mujer. —Y para quitar hierro a la confesión, continué—. Y me alegro que dejaras al imbécil de Alejandro, así esta noche eres mi pareja.

—Y yo que te dejara Marta, así esta noche tengo de pareja al chico más atractivo de Baqueira.

—¿Has hablado algo de esto con Carmen?

—Sí. Ella me ha confesado que se siente igual, extrañada pero feliz. Le imponía mi presencia… y sobre todo la tuya. A mí me ocurre igual. ¡Os han tocado dos señoras carcas!

Nos reímos los dos, y la cogí de la mano para llevarla a bailar, uniéndonos a Manu y mi madre, en la pista. Después de esa confesión, nuestros roces bailando eran continuos, como queriendo sentir a través de ellos, lo que sabíamos que se había producido.

Casi a las tres, con las fuerzas de ellas agotadas, decidimos regresar al hotel. Al despedirme de Marga, le volví a dar dos besos.

—Lo he pasado genial Javier. Lo necesitaba.

—Yo también —respondí cortado ante su mirada fija a mis ojos y sin reaccionar cuando ella me dio un ligero beso de despedida en los labios.

—Hasta mañana, caballero —dijo retirando sus labios.

Al mirar hacia ellos, encontré a Manu besándose acaloradamente con mi madre. Miré a Marga, que también observaba la escena con los ojos muy abiertos. Hice un poco de ruido, y se separaron, pero sin manifestar rubor por nuestra presencia. Carmen le pidió a Marga hablar un segundo a solas. Al terminar, cogidas de las manos, mi madre habló.

—A nosotras … nos gustaría prolongar el acuerdo hasta mañana.

Nos miramos Manu y yo. ¿No estábamos llendo demasiado lejos? Me había excitado ver a mi madre besándose con Manu, que probablemente había provocado todo. Los tres me miraron a mí. Solo quedaba yo.

—Si a todos os parece bien, a mí también —respondí. 

Nos fundimos en un abrazo de despedida a mi madre, que me deseó “buenas noches”.

Carmen

Cuando Manu y yo nos quedamos a solas en la habitación, entré al baño y me aseé muy rápido. Podía tener intimidad para el sexo, pero no para compartir baño.  Manu se sirvió una ginebra del frigorífico del hotel y una tónica. Salí con un juego de ropa interior precioso, con una tanguita que desaparecía por la parte de atrás y un top que realzaba mi pecho.

—No acabas de sorprenderme Carmen, estás muy sexy.

—La Carmen que tu conociste durante tantos años quedó atrás. No quiero perderme nada que me haga vibrar. Y tú me has hecho vibrar.

—Y tú a mí. Pero pensar que al lado está Javier follándose a mi madre….

—Los dos queréis lo mejor para nosotras. Ella también está despertando. Y Javier estará pensando que tu te vas a follar a la suya.

—La he visto feliz. Y no se me ocurre que hubiera mejor pareja para estar con ella que mi amigo ahora prepárate. Eres la mejor tía que me he follado en mi vida.

—Que pelota eres, pero que bonito suena esa mentira a una señora de mi edad. Aunque aun no lo has hecho… estás tardando mucho.

—Sabes de sobra que no es peloteo, que eres una mujer preciosa y soy muy afortunado de estar aquí contigo.

Me pareció una ocasión para que todo fuera perfecto. Preparé las luces para dejar un ambiente agradable, conecté la música del Spotify que me gustaba, que no estaba seguro que fuera la que él elegiría.

 —¿Has estado alguna vez con alguna mujer mayor que tú, Manu? 

—Claro, la edad no me importa. Tenía 40 años – respondió pretendiendo que debería parecerme suficiente.

—¿Eso es ser mayor? Entonces yo soy Matusalén

—No, no seas tonta Carmen, estas mucho mejor que aquella chica de 40 y que la mayoría de las chicas de 30 con las que suelo salir. Mis amigos la otra noche me lo dijeron.

Íbamos perdiendo el autocontrol, aunque seguíamos temerosos de dar un paso en falso.

—¿Y tú Carmen? ¿Has salido alguna vez con algún chico joven?

Estábamos jugando con fuego, y traté de excitarlo.

—¿Te refieres a si me he follado algún jovencito? He tenido propuestas, pero nunca me llamó la atención.

—¿Y yo, te atraigo?

—¿Quieres callarte ya y follarme de una vez?

Javier

Nos fuimos desnudando el uno al otro, la había visto hacía tiempo en bikini, pero los meses de ir al gimnasio, y los kilos perdidos tras la separación, habían dejado un cuerpo mucho mejor formado.

—Dios mío —exclamó al quedarme desnudo y ver mi erección—Parece contenta de verme.

Se metió en la cama, aun cortada por la situación. Al acostarme, la cubrí con mis brazos, oliendo ese perfume que usaba de Dior, y fui besándola por todos los rincones de su cuello, hombros, bajando al pecho sin detenerme y subiendo hasta encontrarme con su boca, dándonos un beso dulce y largo despacio al inicio, hasta que los dos fuimos acelerando en un deseo contenido los días anteriores.

—. Estoy deseando que me folles … pero ve despacio, hace mucho que no lo hago.

Mientras recorría su parte de abajo sentí que estaba preparada. Me subí encima de ella y con un ritmo pausado y continuo fui entrando y saliendo de ella a la vez que sus gemidos iban subiendo de intensidad. Cuando sentí que ella ya estaba llegando, salí de su interior y la acabé con mi lengua.

No tenía ninguna prisa en que termina la noche, me sentía excitadísimo. No era un polvo de aquí te pillo, llevábamos toda la semana acercándonos, y no podía obviar el cariño que le tenía.

—Uff. Me ha encantado Javier, ha sido increíble.

—Y a mí también.

Encendió un cigarro, y comenzó una conversación divertida, con un lenguaje que nunca le había oído, travieso, atrevido. Acabamos las copas que teníamos a medias. E inevitablemente, mi “amiguita” volvió a despertar.

—Juventud divino tesoro —exclamó al ver la erección. —¿Te gusto de verdad? No podría estar con alguien a quien le fuera indiferente.

 Necesitaba reafirmar su condición de mujer antes de sentarse encima de mí, introducírsela entera, y comenzar un ligero balanceo, que fue incrementando hasta volverse loca cuando le vino el orgasmo.

—Hacía años que no tenía dos en una noche.

—¿Y tres? Porque esto no ha terminado.

—Veo que sigue firme, has hecho bien en reservarte, me encanta tu capacidad de control.  Vamos a ponerla a prueba

Se alzó de su posición y se puso delante de mí. La cogió con sus manos y comenzó a chuparla como si tuviese un helado en su boca, fue poco a poco metiéndosela más adentro mientras con sus manos acariciaba mis genitales. de vez en cuando paraba, sabía que a ese ritmo no le podría aguantar demasiado.  Estuvo un tiempo jugando conmigo dejándome reposar y activándome de nuevo.  Cuando le pareció bien se puso sobre mí. Se enredó el pelo con las dos manos, cambiando ese peinado lacio por uno más asalvajado, cogió mi polla con sus manos y se la volvió a meter dentro. Y empezó a moverse despacio, echó su espalda hacia atrás y me permitió a mi poder coger sus tetas que en ese momento me parecían las más bonitas que había visto nunca.

—¿Te está gustando cabronazo?

—Eres la puta más buena que me he follado nunca

—Prepárate, que voy a acabar contigo

Comenzó a acelerar su movimiento, a la par que le iba viniendo su orgasmo y conseguí aguantar como pude hasta que la vi tensarse…y entonces descargué…y ella gritó…me corro …. Se quedó echada sobre mí un tiempo hasta que se hizo a un lado.

—Estar contigo me da mucha seguridad y también el morbo de nuestras circunstancias hace que haya disfrutado el sexo contigo como creo que nunca antes habían disfrutado.

—Yo me siento tan a gusto que no lo recuerdo ni con Marta, es como mágico.

—Me ha encantado que me hagas el amor, ha sido precioso, pero me ha vuelto loca follarte.

La mañana siguiente coincidimos los cuatro en el desayuno, ellas estaban un poco cabizbajas, como no creyendo lo que habían sido capaces de hacer. Como un pacto tácito no hablamos de lo que sucedió. Ese viaje había servido para que nos conociéramos como no habíamos hecho en todos los años que estuve llendo a su casa. De vez en cuando se cruzaban nuestras miradas como pensando si era verdad lo que estaba sucediendo.

 Por la tarde, a la hora de regresar, nos despedimos los cuatro, por parejas.

—Podríamos regresar los cuatro cada año, como un aniversario—dijo Manu, ante las risas de todos, pero sin que ninguno lo rechazara.

Mi madre, la más decidida ayer, fue la más sensata.

—Lo que ha pasado ha sido precioso, pero debe quedarse aquí. Lo que ocurre en las Vegas, se queda en las Vegas, ¿ok?

Todos asentimos

 En el viaje de vuelta, tratamos de comportarnos con normalidad, sintiendo que recuperábamos una complicidad perdida.

Al dejarla en casa, le dije.

—Te admiro mamá.

—Y yo a ti, pocos hijos habrían tenido la madurez de aprobar lo que ha sucedido. Invítame una noche a cenar nosotros solos, y procesamos lo que ha sucedido. Y a bailar.

—Seria precioso —Y cuando ella ya no le oía, añadí—. Y a volver a compartir cama.

Me marché a casa sabiendo que ya nada volvería a ser igual entre nosotros.  


 RECIBE RELATOS NUEVOS TODOS LOS DÍAS EN TU TELÉFONO, SUSCRÍBETE A NUESTRO CANAL DE TELEGRAM 

📌Javier y su madre, Carmen, una nueva vida - I📌 📌Javier y su madre, Carmen, una nueva vida - I📌 Reviewed by xx on agosto 17, 2022 Rating: 5

1 comentario

DÉJANOS UN COMENTARIO, VALORA ESTE RELATO