📌Confesándole todo a mi marido - Parte 2📌
| Quiero que la atiendan así como me atienden a mí, que quede satisfecha, les dije y volví a sentarme en la silla frente a ellos. |
Como mencioné en el relato anterior, después de sincerarme con mi marido todo cambió.
Mis llegadas tarde, mis escapadas con amigos y mi permanencia en el negocio fuera del horario laboral son más frecuentes que antes, pero ahora con la tranquilidad de no tener que mentir para poder hacerlo.
A todo esto se le han sumado varias cosas.
Una de ellas es que después de mucho tiempo he vuelto a salir de noche, por lo general los sábados y si la ocasión lo amerita directamente no voy a dormir a la casa. Solo le aviso con quien estoy, en donde me voy a quedar y por supuesto nunca dejo de compartirle mi ubicación. Uno de esos sábados fue el anterior a mi cumpleaños, en el que salí a festejar con amigas y terminé amaneciendo con dos tipos en un departamento de Capital Federal, llegando a mi casa el domingo a las 11 de la mañana y en muy malas condiciones.
Otras de las cosas que están sucediendo tienen que ver directamente con mi marido, ya que después de darse cuenta que mi promiscuidad lo ha hecho reaccionar sexualmente o por lo menos volver a pensar en el sexo, algo que prácticamente se le había olvidado. A sus casi setenta años me ha dejando ver una faceta totalmente desconocida.
En un principio al acostarnos, hacía que volviera a contarle cosas de mi pasado, pidiéndome cada vez mas detalles de los hechos, aunque su curiosidad siempre se enfoca en lo mismo…, el tamaño de las vergas que me he comido.
Inevitablemente, al contarle y rememorar las diferentes relaciones, hace que poco a poco me vaya calentando, así que comienzo a tocarme y termino masturbándome con alguno de mis juguetes sexuales.
Por lo general mientras le voy contando, él también se masturba. Contadas son las ocasiones en las que logra penetrarme ya que no se le pone lo suficientemente dura y las pocas veces que lo consigue, a los dos o tres minutos acaba, así que solo hacemos eso, masturbarnos o a lo sumo me hace sexo oral.
Al igual que yo, ahora vive obsesionado con el sexo y aunque él no pueda disfrutarlo a pleno participando directamente, se esmera para que yo si lo haga. Permanentemente me incita a que tenga relaciones con otros hombres. Casi siempre prefiere que lo haga con extraños, supongo que para no volver a verlos y no sentirse avergonzado después.
En el lugar menos pensado, me pide que me acerque a ellos, como desafiándome a ver hasta donde soy capaz de llegar.
La mayoría de las veces me deja sola para que lo haga y luego le cuente y algunas se queda conmigo. En estos casos mayormente se esconde para mirar como me cojen o simplemente escuchar mis gemidos detrás de la puerta o desde otra habitación. Así como lo hizo un domingo en el que estábamos los dos solos en casa. Me pidió que llamara a los chicos del gimnasio y los hiciera ir, para tan solo mirar. O también un sábado por la mañana en el que no fui a trabajar y en el que sin avisarme, mandó a uno de los empleados para que limpiara la pileta y al rato llegó él. Por supuesto, sin que el empleado lo supiera.
Ahora bien…, por que digo que casi no participa ¿?... Porque en un principio, estando presente en encuentros que él mismo había provocado, trató de intervenir en la relación, pero no se le paró. Eso ocurrió en la casa de la costa y luego en un hotel de la ciudad de Córdoba, cuando los dos viajamos por cuestiones de trabajo. Lo que me dijo en aquel momento fue que se había cohibido al ver el cuerpo de los tipos y el tamaño sus miembros, se sintió menos que ellos y por eso, para no pasar vergüenza, prefiere solo mirar y verme disfrutar.
La última vez que me empujó a cojer con otro, fue un día en el que después del trabajo fuimos al Shopping de Morón a comprar unas cosas. Estábamos en el patio de comidas, cuando de la nada, señaló a un muchacho que estaba en una mesa cercana y me puso a prueba… A que no sos capaz de levantarte a ese pibe ¿? , me dijo. Por supuesto que fui capaz, ya que terminé yéndome al departamento del muchacho y mi marido tuvo que esperarme casi tres horas hasta que saliera.
Como verán son muchas las cosas que han pasado y que siguen pasando. Lamentablemente ahora no tengo tanto tiempo para escribir, pero prometo que poco a poco iré publicando cada una de estas nuevas experiencias
Ahora quiero empezar contando como se ha ido desenvolviendo todo desde aquella noche de la confesión.
La primera en enterarse fue mi amiga Marcela, a la que llamé al día siguiente y le pedí que fuera para el negocio.
Llegó a media mañana. Al verla entrar, me acerque a la puerta de la oficina y le pedí a Tamara que la hiciera pasar.
Me di cuenta que Walter no le sacaba la vista de encima mientras subía las escaleras, no era para menos, traía puesto unos jeans muy ajustados, que le quedaban muy bien.
Después de saludarme y elogiar la oficina, lo primero que preguntó fue…, cual de los dos es el de la cabeza grande ¿?, y se empezó a reír.
Solté la carcajada, la acerqué al vidrio que da al mostrador y señalándolo, le dije, es ese y el muy descarado no te quito la mirada del culo desde que llegaste.
Hicimos un par de bromas y luego nos sentamos en el sofá a conversar.
Fui directo al grano y comencé a decirle lo que había pasado la noche anterior. Marcela no salía del asombro, le costó mucho asimilar la reacción que había tenido mi marido, sobre todo por su mentalidad conservadora.
Y le contaste todo Vicky ¿?, me preguntó.
Capté inmediatamente el por que de la pregunta y le respondí.
Si Marce, le conté prácticamente todo, inclusive lo de nosotras dos y lo de Héctor también.
Y que dijo ¿?...., que vergüenza Vicky.
Tranquila amiga, esta todo bien. El único comentario que me hizo al decirle lo nuestro fue… ¡Además de puta, tortillera resultaste!, las dos volvimos a reírnos.
Y una cosa mas me dijo…, que algún día quiere vernos a las dos juntas.
¡Ay nooo Vicky !..., a mi me da vergüenza, volvió a decir…
Ya veremos Marce, quien sabe. Al momento de contestarle eso, jamás me hubiese imaginado a mi marido participando de un trío y menos en una relación grupal.
Pero nunca hay que subestimar a las personas, porque no solamente ha estado con nosotras varias veces sino también con la participación de Héctor, con el que ahora son prácticamente compadres de toda la vida.
Estaba tan inmersa en la conversación que perdí la noción del tiempo. Recién cuando Tamara subió a dejarme la recaudación de la mañana, me di cuenta que era la hora de cerrar. Mientras yo recibía el dinero y la rendición, Marcela se paró y se puso a mirar a los chicos a través del vidrio.
Ni bien Tamara salió de la oficina y después de guardar el dinero, le pregunté…. Te gustan ¿?
Marcela se volteó y con una sonrisa muy perversa me contesto…, yo diría que están en su punto…, para comérselos., mmm.
Querés cojer ¿?, le pregunté.
Mirando a su alrededor, contestó… Si pero…, acá ¿?
Y si, acá boluda, en donde mas… Solo asintió con la cabeza sin dejar de sonreír.
Tomé el teléfono y le envié un mensaje a mi marido avisándole que me iba a quedar en el negocio, que Marcela estaba conmigo y que no pasara a buscarme…
Me contestó poniendo dedito para arriba y solamente escribió…, estoy en reunión.
Ese fue el primer mensaje en donde tal cual él me lo había pedido, le estaba anunciando, sin decírselo, que iba a tener relaciones.
Bajé rápido, los tres estaban a punto de irse.
Ustedes no se vayan, les pedí a los chicos…, necesito que me ayuden con algo.
Al salir, Tamara los saludó burlándose…, adiós esclavos, yo si me voy a comer. Ellos solo se rieron.
Cierren, bajen un poco la persiana y luego suban, les indiqué.
Cuando volví a la oficina, Marcela estaba esperándome justo en la puerta.
Y ¿?..., me preguntó. Ya vienen, le dije. Me paré frente a ella y le desabroché dos botones de la camisa para que mostrara un poco más sus pechos, le pedí que se sentara y yo me senté en la otra silla.
Inmediatamente subieron ellos… Permiso dijo Ezequiel, que fue el primero en entrar.
Pasen, les presento Marcela.
De manera bastante tímida se le acercaron y la saludaron de beso, al hacerlo, ambos le clavaron la mirada en el escote, mi idea había funcionado.
Los chicos no sabían que hacer o que decir y Marcela menos, así que como siempre, tomé la iniciativa para aprovechar las casi dos horas que nos quedaban.
Les pedí que se sentaran en el sofá y comencé a hablarles para hacerlos entrar en confianza.
Después de unos minutos de risas y bromas, los chicos ya estaban más relajados, así que les dije…
Los hice quedar porque quiero que conozcan a Marcela, es mi mejor amiga desde que éramos chicas. Ella ya los conoce porque le hablé mucho de ustedes. Al decirles eso, los dos se miraron.
Al igual que yo, Marcela es una mujer casada e insatisfecha con lo que tiene en su casa, su marido no la atiende. Marcela volteó a mirarme con cara de What ¿?, pero no dijo nada, por el contrario me siguió la corriente.
Seguí diciéndoles una cantidad de cosas como para motivarlos hasta que finalmente ante la mirada atónita de los chicos, puse mi mano en la mejilla de Marcela y le dí un beso en la boca. Ven…, ella necesita mucho cariño.
Me paré y tomándola de la mano la levanté para sentarla en el sofá en medio de los dos. Quiero que la atiendan así como me atienden a mí, que quede satisfecha, les dije y volví a sentarme en la silla frente a ellos.
Ambos se le pegaron y comenzaron a acariciarle los pechos. Marcela apoyó su cabeza en el respaldo del sofá y cerró los ojos poniendo sus manos sobre las piernas de los chicos para luego subir y acariciarles sus bultos.
Entre los dos le quitaron la camisa y el corpiño, comenzaron a acariciarla y a chuparle las tetas.
Marcela empezó a gemir, evidentemente ya estaba muy caliente porque ella solita desabrochó su pantalón para quitárselo. Ezequiel fue el que la ayudó a desvestirse mientas Walter se quitaba la ropa.
Cuando ella le vio su pija y sobre todo su cabezota, volteó a mirarme como diciendo, tenías razón. Ya totalmente desnuda, se sentó en la orilla del sofá y se la empezó a chupar. Ezequiel se desvistió mirándolos y con la pija totalmente parada se puso junto a ella para que también se la chupara.
Por un buen rato se la chupó a ambos. Al principio lo hizo de manera suave y tranquila pero poco a poco se fue desesperando, comenzó a tocarse y a introducirse los dedos.
De repente dejó de chupar, se volteó y se puso de rodillas sobre el sofá, apoyó sus brazos en el respaldo y abrió un poco las piernas, esperando a que se la metieran.
Por supuesto que los chicos ya se la querían cojer y ambos se abalanzaron sobre ella.
Ahí fue donde intervine y le dije a Ezequiel…., vos primero.
Por qué hice eso ¿?, simplemente por el tamaño… Si Walter se la cojía primero, no iba a sentir la pija de Ezequiel.
Walter pensó que yo quería cojer con él, por eso se me acercó y además de manosearme trató de quitarme el vestido. Si bien yo quería hacerlo porque tenía muchas ganas y había estado tocándome, le dije no, ahora no.
Fui hasta donde estaba mi cartera y saqué el vibrador que siempre llevo. Solamente me quité la bombacha, me senté junto a Marcela y comencé a masturbarme. Walter insistía, se acercó y me puso la pija en la boca. Se la chupé de manera muy suave. No quería que acabara, así que después de tan solo unos minutos dejé de hacerlo y le pedí a él que me hiciera sexo oral.
Marcela gemía como loca, tuvo dos orgasmos antes de que Ezequiel eyaculara dentro de ella.
Después de acabar, él se quedó un rato en su interior y a pesar de que Marcela quería mas, la pija perdió totalmente la erección y se le salió.
Ahora vos, le dije a Walter. Se paró inmediatamente para metérsela y yo volví a meterme el vibrador.
Marcela pegó un grito de dolor, al sentir la verga.
¡Despacio!, le grité…, pero ella pidió lo contrario…
No.., déjalo…, la quiero toda adentro, ¡que grande!, decía entre gemidos y suspiros…
Walter se la empujó hasta el fondo y con movimientos muy lentos, se la empezó a cojer.
A pesar que le dolía, Marcela lo estaba disfrutando al máximo, de manera casi inmediata tuvo otro orgasmo…
Yo estaba muy caliente. Miré a Ezequiel…, lamentablemente estaba totalmente flácido y aunque traté de revivirlo haciéndole sexo oral, no volvió a reaccionar.
Sin que yo se lo pidiera, se arrodilló en el piso y con ambas manos abrió mis piernas, sacó el vibrador de mi interior y me la empezó a chupar mirando de reojo a Walter y a Marcela. Yo también los miraba y eso me excitaba más. Marcela estaba teniendo un orgasmo tras otro y yo ninguno.
Walter ya estaba llegando al final. Agarré el vibrador que tenía a mi lado, le puse bastante saliva y se lo di haciéndole una seña para que se lo metiera en el culo.
Marcela se dio cuenta, así que abrió sus cachetes con ambas manos para que pudiera entrarle, como dije en una oportunidad, el orificio de su culo es bastante estrecho. Una vez que lo tuvo adentro volvió a apoyar sus brazos en el respaldo. Gritaba y gemía mientras Walter entraba y salía cada vez más rápido, con ambas manos apoyadas en sus glúteos y con ambos pulgares presionándole el vibrador.
Finalmente Walter la tomó de la cintura y dio su última embestida. Se quedó quieto apretándola fuertemente hacia él y dejándole su verga en lo más profundo, comenzó a soltarle toda la leche.
Marcela apoyó su cara en el respaldo disfrutando de su orgasmo que aún no cesaba. Sus piernas temblaban y el vibrador seguía en el interior de su culo.
Walter le sacó la pija muy despacio y a diferencia de Ezequiel todavía la tenía parada. A pesar de masturbarme y del sexo oral que me estaba haciendo Ezequiel, yo no había logrado ningún orgasmo. Así que al verlo erecto, extendí mi mano y agarrándole la verga, le dije, ¡haceme acabar bebe!…
Me tomó del brazo y me recostó en el sofá. Mi cabeza apoyó sobre la pantorrilla de Marcela que seguía temblequeando. Al darse cuenta que yo estaba incómoda, pesadamente levantó una pierna y giró para levantarse. Al pasar su concha enrojecida justo sobre mi cara y al ver que estaba chorreando, le dije… NO, quédate así.
Puso sus rodillas una a cada lado de mi cabeza, las gotas de leche caían sobre mi cara. Levanté mis manos y agarrándola por detrás de los muslos, la acerqué para que quedara justo sobre mi boca.
En un principio tan solo le pasaba la lengua, pero luego me la pegué más para succionarle y tragarme todo lo que los chicos le habían dejado adentro.
Walter levantó mi vestido y luego mis piernas, me penetró y comenzó a cojerme.
Las piernas de Marcela no paraban de temblar. Su estado de éxtasis no cesaba y era porque el vibrador continuaba encendido en el interior de su culo. No se si por lo estrecha o porque ella apretaba el músculo pero no se le había salido.
Walter soltó mis piernas para poner sus manos en mis tetas,
Por la posición que teníamos, me estaba costando mantener las piernas levantadas, Marcela se dio cuenta, me tomó de las pantorrillas y las sostuvo dejando mis rodillas casi a la altura de mis hombros.
Walter duró bastante tiempo cojiéndome y masajeándome las tetas que estaban al descubierto. Había bajado el escote de mi vestido y levantado el corpiño.
Ya sobre el final, comenzó a darme mas fuerte, soltó mis pechos para agarrar el corpiño como si fuera una rienda, tiraba demasiado de él, sentía como me estaba lastimando la espalda, pero no me importó, estaba teniendo el orgasmo tan esperado. Lo estiró tanto que cuando dio el último golpe y acabó, terminó arrancándolo de mi cuerpo.
Hasta ese momento yo le había estado chupando la concha a Marcela y moviendo muy despacio el vibrador de su culo. Pero fue tan fuerte el orgasmo que tuve, que sin querer mordí sus labios. Además de gritar, inesperadamente volvió a acabar en mi boca.
Marcela despegó su concha para levantarse, iba quitándose muy lentamente el consolador del culo. Al hacerlo se estremeció y soltó un borbotón de leche muy espeso que cayó justo sobre mi ojo y mi nariz.
Levanté la cabeza para limpiarme, Walter estaba frente a mi muy sonriente. Me extendió la mano con la que sostenía el corpiño que me había roto.
Toma Vicky, fue sin querer, me dijo.
Se lo recibí e inmediatamente se lo devolví diciéndole ya no sirve, no tiene arreglo…
Me lo puedo quedar entonces ¿?, preguntó muy entusiasmado.
Y para que lo quieres ¿?..., le pregunté.
No se, para guardarlo de recuerdo, contestó soltando una carcajada.
En ese momento me recordó a Santillán el electricista, que cada vez que podía se quedaba con mi ropa interior… Y hablando de Santillán, tengo algunas cosas para contar sobre él…, pero en otro momento lo haré.
La pija de Walter colgaba entre sus piernas, flácida con su prepucio levantado y su glande humedecido todavía goteaba.
A un costado estaba parado Ezequiel, mirándome y masajeándose la pija.
Después de cojerse a Marcela, en ningún momento se le volvió a parar, estaba frustrado.
Yo permanecía acostada con mis rodillas levantadas y mis pies apoyados en el sofá.
Para levantarle el ánimo le pregunté… queres chupar ¿?
Walter se levantó y burlándose de su compañero, le dijo…
Dale pito blando, chupale la concha y trágate mi leche…
A Ezequiel no le importó lo que dijo Walter, se arrodillo en el sofá y levantó mis piernas. Con ambas manos las sostenía totalmente abiertas.
Fue pasando su lengua muy delicadamente por mis labios y de tanto en tanto la introducía pasándola por mi interior, de una manera tan suave y tan tierna que muy lejos de excitarme, me relajó tanto que estuve a punto de quedarme dormida.
Si no hubiese sido por Walter que interrumpió diciendo…, Vicky, ya es hora de abrir.
Un ratito mas…, contesté..
Dale Vicky, van a ser las tres…, me volvió a insistir tocándome la cabeza.
Recién ahí abrí los ojos, tanto Marcela como Walter ya se habían vestido y Ezequiel seguía entre mis piernas.
De pronto comenzaron a golpear la persiana, Tamara había llegado.
Walter se puso muy nervioso… Y ahora que hacemos ¿? Me preguntó
Ezequiel se despegó sobresaltado… Tranquilo, no pasa nada, le dije acariciándole la cabeza y a Walter le pedí que bajara a abrir la puerta.
Ezequiel se vistió rápidamente y también bajo.
Me levanté, me puse la bombacha y fui al baño para lavarme la cara, peinarme y acomodarme el vestido frente al espejo. Se notaba mucho que no tenía corpiño, mis pechos se movían para todos lados y claramente se marcaban mis pezones.
Marcela no dejaba de hablarme, se había entusiasmado mucho con los chicos.
Refiriéndose a Walter, me decía…Que bien que coje ese pibe, que grande la tiene, voy a venir más seguido…
Y eso que no te la metió por el culo, le contesté riéndome. Pero cuando quieras está a tu disposición.
Marcela se quedó conmigo hasta las 5 de la tarde.
A la hora de salida, mi marido pasó a buscarme. Cuando llegó ya estábamos afuera cerrando.
Al subirme a la camioneta y observar el balanceo de mis tetas, pellizcándome un pezón me dijo…. ¡se te olvidó ponerte el corpiño!
No…, tuve un pequeño accidente, le contesté.
No terminé de decirlo cuando con la misma mano que me había pellizcado levantó mi vestido para ver si traía puesta la bombacha.
Por lo menos salvaste algo. Sos un presupuesto en ropa interior.
Lo dijo bromeando pero también fue una indirecta, ya que no hacía mucho tiempo habíamos hablado de economizar gastos innecesarios.
Todo bien ¿?, me preguntó.
Si, todo bien…, después te cuento, le contesté poniendo mi mano en su pierna.
Llegamos a la casa, mis hijos estaban haciendo la tarea y mi mamá en la cocina preparando la cena.
Al acercarme a ella para saludarla, en voz muy baja hizo un cometario respecto al corpiño…, es que se notaba demasiado.
¡Como vas a salir a la calle sin corpiño hija!, no queda bien eso…
Si mamá…, ya se…, pero sabes que no me gusta usarlos…, me molestan, le contesté.
Honestamente no tenía ganas de sermones, así que fui al cuarto de mis hijos y estuve con ellos un buen rato. Luego volví a la cocina para ayudarle, por suerte no volvió a hacer ningún comentario sobre no usar corpiño, así que pudimos cenar en paz.
Después de cenar, mi esposo subió primero y al rato subí yo.
Cuando entré al dormitorio, estaba recostado viendo la tele. Evidentemente me estaba esperando.
Fui directo al baño y ahí mismo me quite la ropa para bañarme.
Al hacerlo, el agua caliente hacía que me ardiera mucho la espalda. Después de secarme me paré frente al espejo y con la ayuda de un espejo de mano pude ver que tenía líneas rojas muy marcadas, provocadas por el roce prolongado de los elásticos del corpiño, realmente me había lastimado.
Salí del baño, desnuda como siempre y me senté en la cama para ponerme crema en mis piernas.
Mi marido encendió el velador de su lado y tocándome la espalda me dijo….
Viste como tenes la espalda Vicky…, toda marcada
¡Con cuidado! Le dije…, me arde.
Y como no te va a arder si estás toda lastimada, volvió a decir.
Me pidió la crema para ponerme en la espalda. Yo me quedé sentada con los pies apoyados en el piso…
Con ambas manos untadas de crema comenzó a acariciarme muy suavemente la parte alta de la espalda incluyendo los hombros, al mismo tiempo que me iba diciendo…
Tenés que tener mas cuidado Vicky…, mira como tenes…
Si amor, ya te dije que fue un accidente, no lo hizo apropósito.
Quién de los dos fue ¿?, me preguntó.
Walter, le contesté.
Y Ezequiel ¿?..., que pasó con él ¿?..., porque me imagino que cojiste con los dos.
No a Ezequiel no se le paró…
Cómo que no se le paró ¿?, por qué no se le paró ¿?., qué pasó ¿?
Hasta ese momento yo mantenía mis ojos cerrados disfrutando de sus caricias.
Al darme la vuelta para mirarlo, me doy cuenta que mi marido estaba desnudo, algo que no había notado ya que cuando entré al dormitorio él estaba tapado con las sábanas.
Bajé la mirada y veo que su pija se estaba levantando.
Querés que te cuente ¿?..., le pregunté.
Quiero saber hasta el último detalle, me contestó.
Bueno…, te voy a contar con la condición que me hagas los masajes que vos ya sabes. Me acosté boca abajo y abrazándome a la almohada cerré los ojos.
No se si anteriormente lo había mencionado, pero si hay algo que me fascina es cuando me dan masajes fuertes en los muslos y en los glúteos, me vuelve loca, sobre todo porque por lo general tienen un final feliz.
Se arrodilló detrás de mí, abrió ligeramente mis piernas y comenzó a darme el masaje, mientras tanto, yo le iba contando todo desde el principio.
Me llamó mucho la atención que me hacía muchas preguntas referentes a Marcela. Que como son sus piernas, sus tetas, su culo, en definitiva todo lo que tenga que ver con su cuerpo. Es la primera vez que en todos los años de casados, mi marido muestra interés en otra mujer que no sea yo, pero no le di mayor importancia.
Llegó un momento en el que me masajeaba tan fuerte las nalgas, me las apretaba y me las abría que yo comencé a retorcerme de la calentura.
Cuando se dio cuenta que mi concha estaba mojada por fuera porque yo misma lleve mi mano para tocarme y meterme los dedos, él comenzó a introducir los suyos en mi culo, pero muy poquito, apenas si me puerteaba. Me lo estaba haciendo apropósito, porque sabe que me desespero.
Fue ahí donde le dije…¡meteme algo por favor!, necesito algo adentro.
Inmediatamente saltó de la cama y fue a donde guardo mis juguetes, voltee a verlo para ver lo que agarraba y en dado caso para corregirlo, pero no fue necesario, él sabe bien cuales son los que mas me gustan. Dicho sea de paso, vi que su pija, ahora si estaba totalmente parada.
Volvió a ponerse detrás de mi, agarró un almohadón y con mi ayuda lo puso por debajo de mi pelvis para que mi cola quedara mas levantada. Me enterró uno de los consoladores en el culo, uno de los más gruesos.
Entraba y salía sin ninguna dificultad ya que cuando me masajeó introdujo bastante crema en mi interior.
Ya todos saben que una de mis debilidades es que me la metan por el culo, así que no tarde mucho en acabar. Apenas pasados unos minutos, tuve que interrumpir lo que le estaba contando para literalmente morder y taparme la boca con la almohada.
Otra vez llevé mi mano a mi concha, metiéndome tres dedos y apretándome muy fuerte comencé a acabar y a temblar producto del orgasmo.
Mi marido esperó hasta que me calmara un poco y luego con una mano me levantó para que me pusiera de rodillas. La otra mano sostenía en consolador metido.
Ni bien estuve en posición de perrito me la metió por la concha y me empezó a cojer.
El consolador que tenía en el culo hacía que mi vagina estuviese mas apretada, así que a pesar de que mi esposo no la tiene tan grande, ese día realmente lo sentí.
Desafortunadamente no duró mucho, a lo sumo diez minutos, pero a pesar de eso, lo disfruté a pleno y logré un segundo orgasmo al mismo tiempo que él acababa dentro de mí.
Mientras me cojía, repetía constantemente, ¡esto es lo que te gusta!, ¡así es como te gusta!..., por atrás y por adelante!...
Yo ya había dejado de hablarle, solo podía contestarle con un si, mientras gemía.
Después de acabar, a mi esposo le pasó lo mismo que a Ezequiel, su pija inmediatamente perdió la erección y se salió.
Por un momento yo me quedé en la misma posición, arrodillada, piernas abiertas, cola levantada y mi cara apoyada en la almohada. Hasta que muy lentamente fue sacando el consolador de mi culo. Recién ahí, me di la vuelta y me acosté boca arriba.
Él seguía arrodillado, me miraba y me sonreía.
Le extendí la mano y le pedí que se acostara junto a mi.
Espera…, me contestó.
Pensé que tenía que ir al baño o algo así, pero no… Se inclinó un poco, llevó ambas manos a su parte de atrás y poniendo cara de sufrimiento, se sacó mi dilatador anal.
Yo no sabía que se lo había puesto, ni siquiera me di cuenta que lo había sacado del cajón. No hice ningún comentario al respecto ya que ese tipo de estimulación a muchos hombres les funciona y mi marido es uno de ellos.
Finalmente se acostó a mi lado, me abracé a él y nos pusimos a hablar durante un buen rato.
Comenzó a dar muchas vueltas con sus palabras hasta que finalmente terminamos hablando de Marcela, que es a donde él quería llegar.
Una vez mas me preguntó por las diferentes partes de su cuerpo, su comportamiento en la cama y si a ella le gustaban las mismas cosas que a mi.
Se la describí muy explícitamente, tratando de darle la mayor cantidad de detalles posible.
Luego, refiriéndome a sus gustos y a su comportamiento a la hora del sexo, no había mucho para contar, ella es muy conservadora en ese aspecto y ahí mas que nada le hice ver la diferencia que hay entre nosotras.
Marcela es muy estrecha todavía, no está tan cojida….
¡Como vos!, interrumpió en un tono irónico.
Aunque me molestó el comentario, no le di importancia y solo le respondí…
Así es…, no está tan cojida como yo y seguí diciéndole... Con decirte que ni siquiera dejaba que Héctor se la metiera por el culo, hasta ese día que yo cojí por primera vez con ellos.
No se tragaba la leche porque decía que le daban ganas de vomitar y cosas como esas… Por eso Héctor desde hace mucho que busca aventuras fuera de su casa. Yo le he dicho muchas veces que tiene que cambiar, que tiene que ser mas puta en la cama…
¡Como vos!, volvió a interrumpir.
Por el tono que estaba utilizando, sentí que me lo estaba echando en cara y eso si realmente me molestó, así que le contesté de una manera muy cortante…
Si, puta como yo…, acaso no es eso lo que les gusta a los hombres ¿?, que una sea bien puta ¿?, o me equivoco ¿?.
Se quedó callado, no contestó nada. Después de un momento de silencio, haciendo el gracioso, él me preguntó…
Y cuando la vas a decir a Marcela que venga ¿?
Yo seguía un poco molesta por sus comentarios y aunque se perfectamente que no tengo derecho a reclamarle nada, en ese momento le reclamé. Levanté la cabeza de su pecho y mirándolo a los ojos, le dije…
Desde cuando te interesa otra mujer que no sea yo ¿?
No me digas que estás celosa, tenemos los mismos derechos…, me contestó.
Volví a apoyar mi cabeza en su pecho y tratando de tranquilizarme, le pregunte…
Y para que querés que venga Marcela.
Para verla…, para estar con ella…, o quizás con las dos…
Estás seguro que vas a poder con las dos ¿?, le pregunté.
Ni siquiera se si voy a poder con ella, pero es algo que nunca hice y me gustaría probar.
Con eso dio fin a la conversación. Vamos a dormir, mañana hay que levantarse temprano, me dijo. Me dio un beso en la frente, se dio vuelta y se durmió.
Por un momento me quedé pensando. En primer lugar en los reproches que me había hecho, porque si fueron reproches. No quería que siguiera haciéndolo, ya que en los dieciséis años que llevamos casados, nunca hemos peleado. Si hemos tenido alguna que otra discusión tonta pero lo que se dice pelear jamás. Lamentablemente y aunque él trate de contenerse, los reproches e indirectas le salen del alma y siguen hasta el día de hoy. Por suerte hasta ahora no ha pasado a mayores.
Por otro lado, recapacité en lo que yo sentía respecto a Marcela y en realidad no eran celos, sino que se me hacía muy raro escuchar a mi marido hablar de otra mujer, en verdad ni siquiera podía imaginarme la situación.
Pero bueno, ahora debía de convencer a Marcela y por lo que ella me había dicho, lo veía bastante difícil.
Vicky.
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Reviewed by xx
on
julio 02, 2022
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Exelente relato 🤤🤤
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