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📌TRES SEMANAS EN CASA DE MI PRIMA📌



CAPÍTULO I

En ciertas ocasiones, nuestras vidas monótonas y sin un poco de peripecia y aventura se ven envueltas en acontecimientos agradables, imprevistos y un tanto insólitos que hacen que nuestra percepción sobre nuestros seres más cercanos cambie por completo. Pese a creer que podemos conocer a alguien perfectamente, siempre puede haber ciertos aspectos desconocidos en la otra persona que nos hagan plantearnos totalmente las relaciones con los demás.

La historia que vengo a contaros tuvo lugar hará no más de diez meses. Por aquel entonces, estaríamos sobre el mes de febrero, acaeció en la encantadora ciudad de Barcelona y me tuvo a mí como protagonista principal de la misma. Me llamo Carlos y, con apenas veinte y tantos años, era un prometedor estudiante de Literatura Románica Medieval que había finalizado la carrera con unos magníficos resultados. Había pasado un año en la encantadora ciudad de Trento, mejorando mi nivel de italiano y madurando como persona gracias al programa Erasmus así que, tras acabar la carrera, el siguiente paso lógico fue preparar el doctorado en la Universidad de Barcelona.


Ya había estado en alguna que otra ocasión en Barcelona, ciudad que me encantaba debido a su cosmopolitismo y al alto nivel que ofrecía su facultad. Pasear por las noches por el pabellón y los pasillos de la Facultad Central, yendo de camino a alguna clase resultaba un auténtico placer para mí. Así pues, aquel miércoles cuando mi tren llegó por la tarde a la estación de Sants, me faltó tiempo para llamar a mi querida prima Violeta con la que siempre me había unido una gran amistad.

Durante tres semanas enteras, tenía que cursar un seminario sobre Chrétien de Troyes y su obra, como complemento al doctorado que estaba preparando sobre El mito artúrico y la novela de caballerías. Mi idea, en esa ocasión, era aprovechar la posibilidad de poder alojarme en el piso que mi prima Violeta compartía con dos amigas.

Ellas estudiaban Derecho en el campus de Diagonal y, como siempre nos habíamos llevado bien, no me resultó ningún problema el coger el móvil y pedirle aquel favor al cual no se opuso lo más mínimo. Al contrario, nada más contarle mi situación, fue ella misma quien con gran alborozo me dijo que tenían una habitación libre y que podía contar con ella durante las tres semanas que pasara en Barcelona.

El hecho de poder pasar unos días en Barcelona sin tener que buscarme un cuchitril en cualquier pensión de las Ramblas o en algún albergue, la verdad es que era una suerte para mí y me suponía un ahorro importante de tiempo y de dinero. Tal como dijo Violeta, para qué estamos los primos sino, además de que la presencia de un hombre no les vendría nada mal ante cualquier problema que pudiera presentarse.

De ese modo y una vez acabada la conversación por el móvil, cogí las dos grandes bolsas repletas de ropa y de libros y monté en el masificado metro de la línea azul, camino del barrio de Horta donde vivía mi prima Violeta. Con algo de suerte pude encontrar un asiento libre, donde no tardé mucho en echar una cabezada pues estaba cansado tras el largo viaje de unas cinco horas.

Tras consumir las muchas paradas que conformaban el prolongado trayecto hasta su casa, serían ya las siete y media cuando llegué al piso de Violeta donde me recibió ella abrazándome loca de alegría. Una vez me hubo llenado de besos, se hizo a un lado dejándome pasar por el largo pasillo hasta llegar al salón donde dejé caer las bolsas sobre el amplio sofá. Allí estuvimos hablando durante una media hora, comentando anécdotas de la familia, charlando de nuestras cosas en la facultad y recordando los viejos tiempos en el pueblo cuando apenas éramos unos renacuajos e íbamos a pasar el verano a casa de los abuelos.

Perdona que no te haya avisado antes de mi llegada, pero con los preparativos del viaje se me pasó por completo.

¡Oh Carlos, no te preocupes por eso! Sabes que tenemos la suficiente confianza como para que me pidas ese tipo de favores, así que no hablemos más de ello –dijo mi prima zanjando el tema.

Pese a sus palabras, volví a disculparme por no haberla llamado antes, a lo que Violeta me contestó que siempre hubiera habido alguna solución al problema en caso de no haber tenido la habitación libre. Con la cantidad de gente que conocía en la Facultad, siempre hubiera encontrado a alguien que le dejara una habitación para su primo –afirmó dejándome mucho más tranquilo.

¿Y qué tal andas de novios? –le pregunté riendo para provocarle en su respuesta.

¡No me hables de novios! Con el trabajo y los estudios no tengo tiempo para nada. Estuve saliendo una temporada con un chico de la facultad, pero al final acabamos dejándolo pues me di cuenta que no estaba hecho para mí. Tal vez lo conozcas algún día de estos, pues nos seguimos viendo en el bar de la facultad de vez en cuando –dijo como rememorando viejos recuerdos.

La verdad es que Violeta estaba muy cambiada… todos habíamos cambiado mucho en aquellos dos largos y ya casi olvidados años que hacía desde la última vez que nos habíamos visto. Se había convertido ya en toda una mujer, con sus espléndidos veintidós años y ya no era la niña tonta y consentida que había conocido. Nos llevábamos casi tres años y siempre habíamos tenido una relación más de hermanos que de primos, contándonos todo aquello que pudiera preocuparnos y confiando en todo momento de manera ciega en el otro.

Violeta sonreía como siempre había sonreído, con aquella sonrisa fresca y limpia. Mi prima siempre había sido la chica más guapa del pueblo y todos los muchachos iban detrás de ella. Tras acabar el café que ella había preparado amablemente para los dos, me enseñó la habitación donde pasaría las próximas tres semanas. Se trataba de un pequeño cuarto de tamaño no muy grande, pero con un enorme ventanal que daba al patio de atrás y que, según comentó Violeta, me iba a resultar ideal para estudiar pues en aquella habitación no se oía ni un solo ruido.

Con cierta timidez le agradecí el gesto que había tenido de ofrecerme aquel cuarto, a lo que respondió ella riendo y diciéndome que era lo menos que podía hacer por mí. Me dijo que fuera colocando mis cosas y que me diera una buena ducha, mientras ella iba preparando la cena pues las chicas llegarían sobre las nueve y media.

Nada más cerrarse la puerta, me quité la sudadera abriendo a continuación la bolsa donde llevaba la ropa. Busqué algo cómodo, decidiéndome por una camiseta de manga larga y un pantalón de chándal. Solucionado el tema de la ropa, me dirigí al baño haciendo caso al consejo de mi prima pues realmente estaba cansado tras el viaje de casi cinco horas en tren y necesitaba relajarme, pues notaba los músculos de la espalda un poco tensos. Al entrar al baño, observé con satisfacción como Violeta me había dejado dos toallas sobre un pequeño taburete. La verdad es que aquella encantadora primita que me había tocado en suerte valía todo un potosí… el hombre que tuviera la oportunidad de llevársela, la verdad es que podría sentirse afortunado con ella.

Ya desnudo por completo, inicié el ritual de la ducha abriendo el grifo y dejando caer el agua caliente para que el vapor inundase el cuarto de baño. Cogí el bote de gel que reposaba en el suelo y, llenando la esponja la pasé después bajo el agua hasta que conseguí hacer abundante espuma. Fui enjabonando mi pecho, el abdomen, las piernas y los muslos hasta que fui notando el efecto reparador que el agua producía sobre mis cansados músculos. Luego agarré el frasco de champú anticaspa que solía utilizar y dediqué un fuerte masaje a mis cabellos, para acabar aclarándome primero con agua templada cambiando después a agua bien fría.

Una vez vestido y bien seco, salí al pasillo dirigiendo mis pasos a la cocina donde estaba Violeta preparando unos champiñones y unos filetes de lomo para cenar. Con su amplia sonrisa me preguntó si me encontraba mejor y tras decirle que sí, abrió la nevera y cogiendo una bolsa de ensalada y de tomates me las dio, diciéndome que cogiese lo que necesitase del armario y de la nevera y que preparase yo la ensalada.

¡No pensarás estar de brazos cruzados mientras yo cocino! ¡Aquí arrimamos el hombro todos, así que a pencar! –me dijo con la mejor de sus sonrisas, mientras me daba la espalda siguiendo con la sartén donde se iban friendo los filetes de lomo.

Poniéndome manos a la obra, agarré un delantal que vi colgado de la pared, me hice con un bol que encontré en el segundo aparador de uno de aquellos armarios y, tras lavar los tomates bajo el grifo del fregadero, me dispuse a cortarlos como cualquier buen cocinero haría. Al acabar con los tomates, me puse con la ensalada lavándola y cortándola para después mezclarla con los tomates, aliñándolo todo para finalizar con un buen chorreón de aceite de oliva, vinagre de Módena y una pizca de sal.

¡Vaya, vaya, veo que te das maña para la cocina! –exclamó Violeta mientras apagaba el gas.

Bueno querida prima, no creas que tanto. Sólo me defiendo lo suficiente como para poder hacerme mi propia comida sin tener que depender de nadie.

Eso está muy bien… Me gustan los hombres que saben hacerse las cosas. ¡Nada de esos machistas tan pasados de moda! –dijo echando los champiñones, que previamente había escurrido tras lavarlos en el fregadero, en la sartén.

Me apoyé en la pared de la cocina mirándola fijamente mientras ella se peleaba con la sartén, el vino rosado, el ajo, la pimienta y el perejil. De pronto mi prima se volvió, pillándome en falta antes de que pudiera retirar mi vista de ella.

¿Qué miras tan fijamente? –preguntó, sonriéndome de aquel modo tan encantador que tenía.

¡Oh nada, tan solo pensaba! –respondí sin querer entrar en más detalles.

¿Y puede saberse qué pensabas, primo? –volvió a preguntar esta vez de forma más incisiva.

Nada importante. Tan sólo pensaba en lo mucho que has cambiado, desde la última vez que nos vimos en el pueblo. ¡Ya estás hecha toda una mujer!

La verdad es que sí. Todos hemos cambiado mucho en dos años. Tú ya eres todo un hombre, el abuelo ya no está con nosotros… –recordó en voz baja y adoptando un tono claramente apenado.

Acabamos la conversación al oír abrirse la puerta de la calle. Hablando, hablando, me había olvidado por completo de las compañeras de piso de mi prima. Escuché ruidos procedentes del recibidor y entonces Violeta llamó a sus amigas, diciéndoles que tenían visita y que se reunieran con nosotros en la cocina.

No tardé en conocer a las amigas de Violeta. Dos chicas jóvenes y de la edad de mi prima y a cual más bonita. La primera y a la que me presentó como Heike, era una alemana de cabellos rubios rizados, que cubría con una graciosa boina de color teja, y de grandes ojos azules que me enamoraron al instante. Algo bajita y rechoncha, lo que más destacaba en ella era su culito respingón y aquel tremendo par de melones de los que resultaba difícil apartar la vista, ya que parecían querer romper la tela del jersey de cuello cisne que se dejaba entrever por debajo de la gabardina que con prisas se había desabotonado. Procedente de Berlín, Heike hablaba perfectamente castellano, llevaba en Barcelona seis meses a través del programa Erasmus, y estudiaba tercero de Derecho igual que mi prima y su otra amiga a la que me presentaron como Pilar.

Ésta era una chica de Huesca, tremendamente extrovertida y dicharachera y en tercer curso de Derecho, lo cual compaginaba lo mejor que podía con segundo de Inef y algunas asignaturas de primero. ¡Vamos, toda una bomba de muchacha! Pilar era alta y de complexión fuerte, como bien puede imaginarse en una estudiante de Educación Física. De larga melena castaña y recogida en una coleta, debo reconocer que me impactó nada más ver la sombra de su pequeña peca junto a los labios y que tan interesante la hacía.

Una vez hechas las pertinentes presentaciones, y diciéndoles que trataría de crear los menos problemas posibles, Heike y Pilar se fueron a sus cuartos a cambiarse de ropa mientras mi prima y yo íbamos preparando la mesa y poniendo las cosas. Tras unos minutos, al fin salieron las chicas sentándonos todos a cenar. Estaba realmente hambriento pues el viaje en tren me había abierto bien el apetito, así que más que comer fui engullendo la espléndida cena que Violeta había preparado. Con ojos atónitos, Heike no despegaba sus ojos de mí viéndome comer de aquel modo tan brusco y descortés.

Perdonad, pero estaba realmente hambriento después del viaje y todo eso –me disculpé ante ellas, limpiándome los labios con la servilleta.

No te preocupes Carlos, no pasa nada. Es sólo que Heike no está todavía acostumbrada a nuestra forma de ser –comentó Pilar saliendo al paso con rapidez.

Tranquilo primo –dijo Violeta, poniendo su mano sobre la mía tratando de tranquilizarme. Estamos más que acostumbradas a tratar con chicos y ya sabemos como sois. ¿Verdad chicas? –preguntó a sus amigas con sonrisa cómplice.

Imagino que sí pero no acabo de acostumbrarme del todo –respondió Heike sin mostrarse muy convencida.

De ese modo, fue transcurriendo la cena charlando de forma amistosa y riendo una y otra vez con los comentarios que íbamos haciendo de vez en cuando. Bebiendo un trago de vino rosado y dejando reposar la comida, me dediqué a fijarme en cada una de las tres bellezas que me acompañaban. Dejando de lado a mi prima por razones obvias, centré mis atenciones en Heike y Pilar las cuales no hacían más que echar pestes del profesor de Economía Política, el cual les había puesto un examen para dos semanas más tarde. Fui recreando la mirada en una y en otra, sin darse cuenta ellas debido a la conversación que mantenían y la cual iba subiendo de tono poco a poco.

Olvidándome de ellas, me fijé entonces en mi prima la cual daba la sensación de estarse aburriendo soberanamente con la disputa que mantenían sus compañeras de piso. Tal como dije anteriormente, hacía largo tiempo que no tenía el gusto de coincidir con Violeta así que, observándola de forma mucho más detenida, reparé en lo mucho que mi querida prima había cambiado en esos dos años. De manera disimulada y evitando que se diese cuenta, fui contemplando a placer sus muchos encantos, los cuales por descontado que resultaban totalmente desconocidos para mí.

Recuerdo que la última vez que la había visto en bikini fue el verano de hacía tres años en que fui a pasar unos días al pueblo. Mis padres habían ido una semana antes, uniéndome yo al resto de la familia una vez hube acabado con el examen final de aquel curso. Aquel año mi prima todavía era una niña malcriada y respondona ante todo aquello que le decía mi tía Julia. Violeta aquel verano aún no estaba formada completamente como mujer, así que no había reparado en su mucha belleza. Por aquel entonces era una chica guapa y bonita pero nada más.

Violeta me sonreía tratando de condescender con la escena entre sus dos amigas sin imaginar, ni por asomo, los turbios pensamientos que me corrían por la cabeza. Mi prima cubría su femenina figura con un amplio, holgado y estampado pijama en suaves tonos pastel en azul, verde, rosa y lila. Pese a la época en la que estábamos aquel pijama de algodón, de camiseta de tirantes y pantalón largo hasta los tobillos, me daba la oportunidad de poder adivinar el tenue contorno de sus pequeños y redonditos pechos pero que a mí la verdad es que, en esos momentos, me parecieron ciertamente fascinantes y muy, muy sugerentes.

Evidentemente ella había elegido un atuendo para poder estar cómoda por casa, estaba en su piso y, por la forma como se le marcaban los pezones por debajo de la tela de la camiseta, me dio la sensación que no llevaba sujetador. Estaba sentada con las piernas cruzadas en posición de yoga y entre sus dedos mantenía su vaso de vino medio vacío.

Volviéndome a la pared y viendo que ya eran las doce, me disculpé comentando que estaba cansado y que me iba a dormir.

Anda vete a dormir hombretón, que ya se te cierran los ojillos –comentó divertida Pilar.

Tienes un despertador en la mesilla de noche y cualquier cosa que necesites me tienes en la habitación de al lado. ¿Vale? Nosotras nos quedamos un rato más, pues somos tan pendonas que nos gusta trasnochar –dijo mi prima vaciando el contenido de su vaso de un solo trago.

Bien, no os preocupéis por mí que yo me lavo los dientes y en cinco minutos ya estoy en la cama durmiendo como un angelito.

¡Uy, mírale qué buen chico! –espetó Heike con su innegable tono de voz alemán.

Me fui despidiendo de ellas, dándoles dos besos en las mejillas a cada una y al dirigirme a Pilar noté como apoyaba la mano en mi muslo, al tiempo que acercaba de forma peligrosa sus labios a los míos. Sin darle la menor importancia, me separé de ella y me encaminé al baño para lavarme los dientes y acostarme a continuación. Ya en la cama, estuve no más de cinco minutos pensando en ellas y en las posibilidades que podía tener con alguna.

Pese a que, a primera vista, la que más me había atraído había sido Heike por razones más que evidentes, luego con el transcurso de la cena y la charla mantenida me percaté que había mucho más feeling con Pilar. Parecía una muchacha muy centrada y segura de sí misma… No quise pensar más en ese tema, dejando que fueran los propios sucesos futuros los que marcaran el camino a seguir. Apagando la luz y abrazándome con fuerza a la manta, no me costó mucho caer en brazos de Morfeo gracias a lo cansado que estaba.

Al día siguiente, jueves, me levanté temprano y totalmente recuperado del cansancio del día anterior. A aquellas horas, no más de las siete, las puertas del resto de dormitorios estaban cerradas a cal y canto y no se oía ni un solo ruido. Respetando el sueño de aquel trío de marmotas, me fui al baño pegándome una buena ducha para luego desayunar un reconfortante café con leche y unas tostadas con mermelada, al mismo tiempo que leía la nota que me había dejado Violeta junto a una copia de las llaves del piso para que pudiera salir y entrar cuando quisiera.

El primer día del seminario empezó con un cierto retraso, tal como suele suceder en estos casos. Gente que se pierde, que no encuentra el aula y cosas así. Ya el primer día resultó muy interesante, satisfaciendo por completo las esperanzas depositadas en el mismo. Por fortuna ya había coincidido con alguno de los otros compañeros del seminario, así que el contacto fue mucho más fácil y directo. Aquel primer día teníamos clase por la mañana y por la tarde, de manera que todos nos quedamos a comer y a cenar en un bar cercano a la facultad.

Llegué tarde a casa pues tuve que coger el último metro de la noche. Abrí la puerta sin hacer ruido y vi la luz del salón encendida al final del pasillo, donde me encontré con Pilar la cual estaba viendo la televisión tumbada en el sofá.

Hola Pilar, buenas noches –dije acercándome a ella y dándole dos besos. ¿Dónde están las chicas?

Hola Carlos. Pues están las dos en la cama que mañana tienen que madrugar, así que aquí estaba aburrida y cambiando de canales sin parar ¿me acompañas un rato y charlamos? –dijo golpeando con la mano el sofá, invitándome así a que tomara asiento junto a ella. Hoy he tenido un día verdaderamente horrible…

Estuvimos hablando durante tres cuartos de hora, conociéndonos más y más. Pilar cada vez me resultaba mucho más interesante, pues me fue confirmando en mi idea de la noche anterior de ser una chica muy segura de sí misma y con un carácter un tanto independiente. Su padre había muerto siendo ella muy joven y ese hecho había curtido el carácter de Pilar, haciéndola aún más fuerte.

Mientras ella no paraba de hablar, yo fui perdiendo el hilo de su conversación reparando más en todos los encantos de aquella muchacha. Llevaba su bonito cabello rizado, recogido en una coleta como la noche de antes. Delgadita, pero con todo en su sitio, lo que más llamó mi atención fueron sus pequeños ojos achinados de color miel, los cuales me parecieron realmente preciosos. No podía apartar la mirada de ellos, sintiéndome cada vez más hipnotizado por la amiga de mi prima.

Con gran disgusto por su parte, pero siguiendo el motivo que me había llevado a Barcelona me despedí de ella, pues al día siguiente debía volver a la universidad para mi segundo día. Pensé, no sin razón, que ya habría tiempo para todo pues el fin de semana estaba a la vuelta de la esquina…

Mi segundo día de seminario, viernes ya, resultó mucho más productivo que el primero si es que eso era posible. Aquella mañana tenía clase con Bibiana Sanz, una de las mayores eminencias en la materia artúrica y la razón principal que me había impulsado a preparar el doctorado. Aquella mujer era la mayor figura en España dentro del campo en el que me había propuesto investigar, así que sentí una enorme satisfacción al saber que era ella quien dirigía el seminario. Había estudiado con ella en Trento, de manera que vi dibujarse una amplia sonrisa en su rostro, al comprobar que iba a ser uno de los alumnos en aquel seminario en el que iba a ser una de las profesoras.

Al acabar la clase, que como digo resultó enormemente provechosa me acerqué a ella saludándola de manera efusiva. Les dije a mis compañeros que me esperasen en el bar que no tardaría en unirme a ellos. De ese modo iniciamos una breve pero cordial conversación:

¡Madre mía! Carlos Gárate, ¿qué es de tu vida, muchacho? No sabes cómo me alegro de volver a verte –dijo antes de darnos dos cariñosos besos.

El gusto es mío, señora Sanz –respondí amablemente a sus palabras.

¡Oh no, nada de señora! Llámame Bibiana, por favor. Veo que sigues manteniendo tus buenos modales, sin hacer caso a mi invitación a que me tuteases.

De acuerdo Bibiana. Haré caso a tus recomendaciones –contesté mirándola fijamente a los ojos.

Pásate por el despacho siempre que quieras y charlamos un rato. Ya sabes que está en el tercer piso –comentó mientras recogía los libros de la mesa. Y cuéntame Carlos, ¿qué haces en Barcelona aparte del seminario? Podríamos quedar algún día si te apetece y no tienes otros compromisos… Mira, toma mi tarjeta y llámame algún día, ¿de acuerdo? –dijo cogiendo una tarjeta del maletín y dándomela.

¿Mis oídos me estaban engañando o era cierto que la famosa Bibiana Sanz me estaba invitando para quedar? En medio del pasillo y todavía con la tarjeta entre mis dedos, escapé lo mejor que pude a tan directa petición diciéndole que como nos íbamos a ver todos los días ya estaríamos en contacto. Dicha respuesta un poco forzada por mi parte pareció dejarla convencida tan sólo a medias.

Me acerqué a ella a darle dos besos de despedida y pude sentir el aroma del fresco perfume que se había puesto aquella mañana… Bajando las escaleras camino de la primera planta, miré la tarjeta que me había entregado dándole vueltas al motivo verdadero de todo aquello. No volví a verla durante la tarde, pues tras comer con mis compañeros teníamos otra conferencia en la que Bibiana no participaba.

Hacia las siete de la tarde, recibí la llamada de mi prima Violeta diciéndome que iba a ir con sus amigas a una fiesta universitaria a la que las habían invitado y que si me apetecía ir con ellas. Excusándome ante ella, le dije que había quedado con los compañeros de seminario y que ya tenía plan.

Muy bien primito, en ese caso pásatelo muy bien con tus compis y ya mañana nos vemos. Nosotras llegaremos tarde así que cuando llegues no eches el cerrojo de la puerta.

De acuerdo, Violeta. Así lo haré y espero que lo paséis también muy bien vosotras.

¡No te preocupes que ya nos encargamos nosotras de eso! –respondió ella. Bueno Carlos, ya hablamos mañana. Venga chao –escuché decirle antes de colgar.

En realidad no me apetecía salir, así que me quedé en casa viendo una película y luego me fui a dormir. Aquella noche dormí de un tirón, levantándome el sábado a media mañana pues no tenía que ir a la facultad hasta el lunes. Al fin había llegado el fin de semana y tenía muchas ganas de disfrutarlo al máximo.

Me levanté aquel sábado, viendo entrar los rayos de sol por la ventana. Me dirigí al baño con la toalla al hombro y en calzoncillos, tal como había hecho las otras mañanas. Al tratar de abrir la puerta del baño vi que estaba ocupado, pues el pestillo estaba echado. Al momento se abrió la puerta, saliendo hacia el pasillo el vapor de agua condensado. Allí estaba frente a mí la guapa de Pilar, que salía de la ducha cubierta simplemente con un albornoz verde, que todavía no se había atado a la cintura con lo que mis ojos quedaron fijos en aquellos pechos tersos y turgentes en los que ya me había fijado.

Quedé un poco cortado ante tanta belleza. Hasta aquella mañana no la había visto con la melena suelta, y la verdad es que estaba preciosa con el cabello mojado. Pilar no se mostró molesta lo más mínimo porque pudiera verle sus pechos desnudos. Muy al contrario, sin darle la menor importancia se acercó a mí, poniéndose de puntillas y me estampó dos sonoros besos dándome los buenos días mientras se anudaba el albornoz camino de su cuarto.

Juro que me quedé pasmado, en medio del pasillo mientras la veía entrar en su habitación. Sacudiendo la cabeza me metí al baño. Tenía una erección de caballo entre mis piernas, producto de la escena inesperada que había tenido con aquella guapa muchacha. Abriendo el grifo del agua fría, entré con rapidez a la ducha intentando hacer bajar aquella inflamación la cual logré hacer disminuir mínimamente con gran dificultad.

Finalmente salí de la ducha, secándome bien el cuerpo y el pelo y peinándome luego frente al espejo. Cuál no sería mi sorpresa al observar, a través del espejo y colgada en la percha de la pared, una pequeña pieza de lencería arrugada que había quedado allí abandonada. La cogí entre mis dedos con gran curiosidad; evidentemente debía ser la que había utilizado Pilar el día anterior y que había tenido el olvido de dejársela en sitio tan comprometido.

Se trataba de una más que diminuta braguita de color rosa pálido, con la que apenas podría cubrir mínimamente sus partes más escondidas. No pude resistir la tentación de llevarla a mi nariz, aspirando el aroma embriagador que desprendía. Mi entrepierna volvió a encabritarse sin remedio. Volví a embriagarme con el profundo olor a sexo que soltaba aquella delicada prenda femenina, antes de volver a dejarla colgada en la percha.

Muchacho, al parecer vas a pasarlo muy bien estos días con estas locuelas –pensé mirando al espejo y sonriéndome a través del mismo.

Abriendo la puerta, abandoné el baño con la toalla atada a la cintura, procurando ocultar mi más que evidente erección con una mano y llevando cogido mi slip en la otra. Al salir, allí estaba la adorable Pilar esperando junto al quicio de la puerta.

No estoy segura, pero creo que me he dejado algo mío en el baño antes de que entraras –dijo ella.

Pues la verdad es que no he visto nada –repliqué de forma no muy convincente y como si no quisiera hacer caso, pues lo único que deseaba en esos momentos era escapar de allí lo antes posible con la toalla bien cogida a mi cintura.

No te preocupes que ya lo miro –comentó, mirándome de forma extraña como si no creyera en mi respuesta.

Sin apartar sus preciosos ojos de mí, repasó todo mi cuerpo y al pasar a mi lado se elevó sobre sus pies, acercándose a mí nuevamente. Pensé que su intención era volver a besarme, pero me quedé totalmente petrificado al notar cómo llevaba su mano hasta mi entrepierna, mientras se apretaba contra mí y me besaba suavemente el cuello antes de decirme en voz baja junto al oído:

Veo que te han gustado mucho mis pechos. ¡Menudo empalme llevas! Dime, ¿quieres ver más y que pasemos un buen rato?

Pero Pilar, ¿te has vuelto loca? Mi prima o Heike pueden salir en cualquier momento de sus cuartos –dije intentando separarme de ella pero sin conseguirlo.

Tranquilo, no te preocupes por ellas que estarán durmiendo. No irás a decirme que no te gusto… -preguntó sacando provocativamente la lengua y lamiéndome el cuello con ella.

No pude aguantar por más tiempo el inmenso morbo que me producía y, cogiéndola con fuerza del brazo, la hice entrar en el cuarto de baño echando el pestillo a continuación. Unimos nuestras bocas de manera furiosa, abriendo Pilar sus labios para que mi lengua pudiera entrar sin dificultades en su boca. Nuestras lenguas se mezclaron en un beso apasionado, mientras Pilar apoyaba su mano sobre mi muslo tratando de quitarme la toalla. La agarré de la cintura aplastándola contra la pared y seguí besándola, mordiendo sus labios y notando la respiración acelerada de ella. Ahora fui yo quien, abandonando sus labios y haciéndola ladear ligeramente la cabeza, empecé a lamerle y chuparle el cuello y el lóbulo de la oreja, caricia que la hizo vibrar de emoción.

Así… así… cómeme la oreja, eso me vuelve loca… -pronunció con voz trémula y con los dedos enredados en mi cabello.

Seguí dándole caña de manera tan salvaje, viéndola gozar de modo indecible agarrada a la percha, donde había encontrado antes su minúscula braguita colgada, y totalmente entregada a mis caricias. Intenté desatarle el cinturón que le sujetaba el albornoz pero, apartándome de ella de manera autoritaria, me llevó a la taza del váter obligándome a sentarme en la misma, para arrodillarse a mis pies antes de pronunciar aquellas palabras que me supieron a música celestial:

No cariño, tú déjame hacer a mí y sólo disfruta… Ya tendremos tiempo de gozar de nuestros cuerpos más tarde… -la escuché decir, mirándome con sus ojos brillantes de lujuria.

Me dejé llevar por ella relajándome por completo, a la espera de sentir todo aquello que pudiera ofrecerme aquella pequeña brujilla. Pilar inició sus caricias de la misma forma que yo había hecho con ella, arrancándome mis primeros suspiros al sentir el roce de sus labios sobre mi cuello y mi oreja. Chupó con avidez el interior de mi oreja, metiendo la punta de su lengua en la misma, en un roce lento pero continuo que me hacía estremecer. Lentamente fue bajando por mi velludo pecho, jugando con sus uñas con mis pelillos hasta que, por fin, alcanzó mis tetillas dedicándose a humedecer mis pezones los cuales respondieron con rapidez poniéndose bien duros.

¿Eso te gusta, eh? –preguntó, separándose mínimamente y relamiéndose los labios antes de continuar con tan exquisita tarea.

No pude hacer más que gemir débilmente, agarrándome a su rizado cabello y apretando con fuerza para que siguiera chupándome de aquel modo tan agradable. La caricia de Pilar se hizo más profunda, al empezar a mordisquear con sumo cariño mis pezones, consiguiendo de ese modo hacerme enloquecer sin remedio. Continuó con su descenso, llegando a mi abdomen en el cual se entretuvo unos instantes, antes de toparse con la toalla que me cubría. Mirándome a los ojos, sonrió de forma maliciosa antes de pasarme las uñas por mis muslos, para subir y bajar por los mismos una y otra vez. Una inolvidable corriente eléctrica me recorrió de pies a cabeza, disfrutando del roce de sus uñas a lo largo de mis muslos.

No aguantaba más tanto placer. Deseaba que me despojara de la toalla y que me quitara después el bóxer, bajo el que mantenía guardado el tesoro que estaba seguro que tanto codiciaba. Sin embargo, Pilar parecía no tener prisa alguna entreteniéndose en otros menesteres, en otros preliminares con los cuales me hacía perder la razón. Intercambió sus uñas pintadas de color marrón por su lengua, con la cual repitió el ritual anterior empezando a bajar y subir, humedeciéndome mis muslos con la misma sin tomarse un solo segundo de respiro. Mientras seguía con esta caricia, no apartaba sus ojos color miel de los míos.

De ese modo, estuvo un rato que me pareció eterno jugando con mis muslos hasta que, levantando su cabeza, agarró la toalla entre sus dedos empezando a desatarla para dejar aparecer el bulto que se adivinaba bajo la tela del bóxer. Sonrió nuevamente ante lo que sus ojos veían y, sin pensárselo más, se hundió entre mis piernas acariciando mi herramienta por encima de la tela del bóxer. No tardó mi verga en responder a las caricias que me propinaba Pilar, poniéndose bien dura y mostrando una erección más que interesante.

¡Sabía que no me ibas a decepcionar! –dijo con voz temblorosa, al tiempo que agarraba la tela del bóxer de cada lado y, haciéndome levantar levemente las nalgas, fue bajando aquella prenda hasta dejar aparecer mi polla en todo su esplendor.

Se quedó observándola unos segundos con la boca abierta para, una vez recobrado el control, empezar a pajearme con sus dedos de forma lenta pero precisa. Lancé un gemido ahogado, echando la cabeza hacia atrás demostrándole de esa manera el profundo gusto que sentía.

Ahora Carlos, prepárate a disfrutar con lo que voy a hacerte. Te voy a hacer sentir la mejor mamada que hayas gozado en tu vida…

Sin más demora, llevó hacia atrás la piel del prepucio que cubría mi glande y, abriendo la boca, se la introdujo de una sola vez tragándose la mitad de mi polla. Volví a gemir de forma ahogada, mientras me agarraba a su cabello con los ojos completamente cerrados, sintiendo el fantástico roce de su lengua a lo largo de todo mi tallo. Pilar fue lamiendo mi polla arriba y abajo, ensalivándola por completo y apoderándose de mis huevos los cuales se hallaban bien cargados y dispuestos a llenarla con toda mi corrida. Mientras ella se masturbaba con sus dedos pasándolos y repasándolos sobre su clítoris, me hizo levantar ligeramente las nalgas para colocar un dedo en mi entrada posterior, lo cual me produjo un placer inigualable y desconocido.

Pilar fue acelerando el ritmo hasta hacerme llegar a un punto en que tuve que separar su cabeza de mi verga, pues veía cercana mi eyaculación si seguía mamándome de aquel modo. Agarrándola por los brazos, la hice levantar y poner sobre mí apuntando con mi excitado miembro contra la entrada de su empapada vagina. Se sentó sobre mí, clavándosela de un solo golpe y mordiendo con fuerza su labio inferior para no dar a conocer a los cuatro vientos el tremendo placer que sentía en esos momentos. Alargué mis manos hacia sus nalgas apoderándome de ellas y, una vez estuvo bien acomodada, empecé a golpear contra sus entrañas cada vez a mayor velocidad.

Ella, apoyada en mis hombros, parecía enloquecer con los ojos en blanco y la mirada completamente perdida. Botaba y botaba, al tiempo que se agarraba a mí gozando de tan horrible follada. Apoyé uno de mis dedos en su agujero posterior y aquel fue el detonante que hizo que alcanzara su primer orgasmo cayendo derrotada sobre mí.

Con gran alegría por mi parte había destapado la afición de Pilar por la sodomía. ¡Había descubierto uno de los puntos más sensibles de aquella espectacular muchacha y estaba dispuesto a aprovecharme de ello al máximo!

Ella no tardó en recuperarse, colocándose bien sentada nuevamente encima de mí, con las manos apoyadas en mis brazos y echando la cabeza hacia atrás al volver a sentirse traspasada por mi inflamado miembro. Empecé a moverme a gran velocidad, golpeando sin descanso con mis pelotas contra sus nalgas, las cuales recibían aquellas acometidas abriéndose a cada golpe que le daba. Noté la cercanía del orgasmo y se lo hice saber, levantándose ella con rapidez para, arrodillándose, empezar a masturbarme con su mano al tiempo que abría la boca esperando recibir el néctar de mi amor.

¡Vamos muchacho, córrete… vamos Carlos, dame toda tu leche y córrete en mis labios y mi cara! –dijo moviendo la mano arriba y abajo, hasta que sujetándome a ella reventé muerto de placer.

Exploté corriéndome de manera abundante, debido al mucho tiempo que había logrado aguantar mi tan deseada corrida. Mis goterones de semen fueron a dar sobre su bello rostro y sus labios, donde vi con los ojos entrecerrados cómo ella los recogía con cara de gatita, relamiéndose de placer y reuniendo con sus dedos el semen pringoso y de color blanquecino caído sobre sus redondos senos, para llevarlo a su boca donde lo degustó con un gesto de enorme satisfacción.

Poniéndose en pie, Pilar montó nuevamente y se abrazó a mí con fuerza, palpitándole el corazón de forma desbocada debido a la mucha tensión acumulada y a las muchas sensaciones vividas. Fijamos nuestros ojos de forma profunda en los del otro, sonriéndonos con complicidad y picardía y acercando nuestros labios, para acabar fundidos en un último beso con el que pretendíamos darnos a conocer todas las emociones experimentadas en aquel primer encuentro entre nuestro par de almas jóvenes y deseosas de conocer todos los rincones ocultos del otro.

CAPÍTULO II



Tras acabar aquel primer ardiente encuentro, dándonos un beso que sellaba el inicio de una buena complicidad entre los dos, ambos abandonamos el baño dirigiéndose Pilar a la cocina mientras yo escapaba por el pasillo camino de mi dormitorio. Cerré la puerta tras de mí y, olvidándome por completo de mi cansada entrepierna, me vestí con rapidez. Comí cualquier cosa y me esfumé, bajando las escaleras como alma que lleva el diablo.

Aquella mañana quería aprovechar para pasear y empaparme con el ajetreo de la ciudad. Ya en el metro, no pude evitar volver a pensar en Pilar y en su tentador cuerpo. El recuerdo de aquel cuerpo mojado bajo la toalla, acercándose a mí para darme los buenos días hizo que mi miembro volviera a despertarse, viéndome obligado a disimular lo mejor que pude para que la chiquita joven que viajaba frente a mí no se percatara de tan incómoda situación.

Al salir a la calle, en plena Plaza Catalunya, me tranquilicé un poco entrando en una cafetería donde pedí un café con leche y un cruasán, mientras encendía el primer cigarrillo del día. Sentado en una mesa de un rincón, la imagen del rostro de Pilar retornó a mis pensamientos, sin poder ni querer evitarlo para nada. Aquella muchacha me había estado buscando y, como se suele decir en estos casos, al final acabó encontrándome…

Pasé la mañana empapándome del bullicio de las Ramblas. Bajé hasta Colón y la Puerta de la Paz, para retornar acabando finalmente visitando las estrechas calles del Barrio Gótico y la Catedral. Siempre que iba a Barcelona la Catedral y la Sagrada Familia resultaban visitas obligadas para mí, así que aquella vez no iba a ser menos.

Volví a casa a media tarde, encontrándome a Violeta y a Heike en la cocina. Las saludé, diciéndoles que había estado pasando la mañana por las Ramblas y visitando la Catedral y que iba a echarme un rato de siesta, para estar disponible para ellas aquella noche. Mi prima me preguntó si prefería salir por ahí o quedarme en casa, a lo que contesté que mejor aquella noche nos quedábamos en casa viendo alguna buena película y disfrutando de un rato agradable.

No había ni rastro de Pilar por el piso, después me enteré que había quedado con gente y que vendría a cenar más tarde. Estuve descansando una media hora y, al levantarme, me encontré con las chicas esperándome para bajar a comprar al supermercado.

¡Ya verás lo contenta que se pondrá Pilar cuando vea la mesa preparada! –dijo Violeta.

Seguro que sí. A Pilar le encanta que le tengan la mesa y la cena lista –comentó Heike, confirmando las palabras de mi querida prima.

Bajamos los tres al súper de la esquina, estando un buen rato entretenidos mirando y remirando los diferentes productos hasta que finalmente pagamos, cargamos con las bolsas y volvimos a casa, diciéndole yo a las chicas que se cambiaran y se fueran a ver la tele que yo me encargaba de todo.

Está bien Carlos, por hoy te dejamos encargado de preparar la cena. A ver con que nos sorprendes.

¡Oh, algo ligerito! Tampoco creas que voy a romperme muchos los cascos.

Me metí a la cocina, encendiendo el pequeño equipo de música que tenían y busqué mi emisora favorita, pues siempre me gusta estar acompañado de algo de música mientras me muevo por la cocina.

Ya centrado en la tarea de hacer la cena, agarré dos sartenes y tras remojarlas con la cantidad justa de aceite, puse un par de truchas con beicon en cada sartén dejándolas que se fueran haciendo. A continuación, cogí otra sartén para hacer los solomillos de pollo que habíamos comprado en el súper. Mientras se iban haciendo las truchas y el pollo, abrí los armarios encontrando una fuente grande que me vendría perfectamente para preparar una buena ensalada variada, que serviría para ir abriendo boca.

Una ensalada suculenta, fresca y variada compuesta por maíz, pimientos de padrón, endivias, manzana, zanahoria, remolacha, tomate, el pollo que se estaba friendo y pequeños tacos de queso feta. Como todo venía ya preparado del súper, lo único que me preocupaba eran las manzanas y los tomates. Las manzanas las pelé con rapidez, dejándolas apartadas en un plato y, tras remover el pollo y las truchas para que se fueran haciendo por el otro lado, cogí los tomates y los lavé en el fregadero.

El olor de las truchas y del pollo resucitaba a un muerto y estaba seguro que las chicas se chuparían los dedos cuando lo probaran. Pilar no tardaría en llegar, así que debía darme prisa para tenerlo todo listo y que la mesa estuviera preparada cuando llegara. Llamé a las chicas, diciéndoles que fueran poniendo la mesa mientras yo iba acabando con lo mío.

Al entrar ambas a la cocina, las dos me piropearon diciéndome que era un gran cocinero y que quien me pillara iba a tener suerte conmigo. Yo, sin darle mayor importancia a sus palabras, comenté simplemente que me defendía con unos cuantos platos que sabía hacer gracias a las artes culinarias de mi querida madre.

No digas eso, querido primo. Ahí donde le ves, a Carlos siempre le ha gustado hacer cositas en la cocina –dijo mi prima Violeta dirigiéndose a su amiga.

La verdad es que eso huele muy rico –me alabó Heike, oliendo las truchas y el pollo mientras cogía los platos del armario.

Pues ya veréis cuando lo probéis –finalicé diciendo, viéndolas salir camino del salón para preparar la mesa.

Ya con las truchas y el pollo listos, me di prisa en acabar con la ensalada la cual fui preparando en la fuente, completándola finalmente con los trozos de pollo por encima. Mientras tanto, Violeta y Heike no paraban de entrar y salir de la cocina cogiendo todo lo necesario para la mesa. Aquellas chicas resultaban realmente eficientes en las tareas de casa. Estando Violeta y yo en la cocina acabando con las últimas cosas, escuchamos abrirse la puerta de la calle. Al fin había llegado Pilar, a la cual oímos saludarse con Heike que estaba colocando los vasos y los cubiertos en la mesa.

Salimos mi prima y yo al recibidor, donde estaba Pilar quitándose la gabardina y el bonito fular de seda que llevaba puesto alrededor del cuello. Pilar estaba guapa y radiante como siempre y, al saludarme, me miró con aquel brillo especial que tantas cosas significaban para los dos.

¡Chicos, vengo molida de la calle! He tenido un día tremendamente ajetreado, sin parar de un sitio para otro. Primero estuve por la mañana en casa de Julia, mirando unos apuntes y teniendo que quedarme a comer con ella sin poder decir que no.

¡Ya conocéis como es Julia, cuando se empeña en algo no hay quien pueda negarse! –dijo dirigiéndose a mi prima y a Heike. Luego estuvimos por el centro mirando ropa toda la tarde, así que sólo quiero quitarme estos tacones que me están matando –se quejó, descalzándose y dejando en el zapatero de la entrada sus preciosos y delicados mocasines de cuero con estampado de cocodrilo y de tacón de vértigo, que tan bien conjuntaban con sus finas medias color carne.

Bien, cámbiate que ya está la cena lista y la mesa puesta. Luego te das un baño de pies y como nueva –le recomendó Heike, ayudándola a guardar el bolso que llevaba colgado al hombro.

¡Oh, gracias querida! –le agradeció la ayuda. Voy al baño a lavarme las manos y enseguida estoy con vosotros.

No sé si a Pilar aquel baño le traía recuerdos de la mañana, pero a mí seguro que sí. Olvidándome de ello, le dije a Violeta que cogiera una de las botellas de vino mientras yo iba sacando la ensalada y las truchas a la mesa.

¿Hay truchas de cena? Gracias chicas, ya sabéis que me encantan –escuché gritar a Pilar desde el baño, mientras acababa de lavarse las manos.

Y no sabes lo mejor… las ha preparado Carlos especialmente para ti –oí decirle a mi prima desde la puerta de la cocina.

¿En serio las ha preparado tu primo? En ese caso tendré que ponerle nota, pues soy muy exigente con la forma de hacer las truchas –comentó Pilar de forma alegre, entrando en el salón donde ya nos encontrábamos los tres esperándola.

Yo con mi modestia habitual, dije que no era para tanto y que tan sólo era uno de los pocos platos que sabía cocinar. Heike, negando mis palabras, exclamó que todo tenía muy buena pinta y que empezáramos a cenar que estaba hambrienta. La ensalada desapareció en un pis pas, pasando al segundo plato y empezando a hincarle el diente a la trucha sin esperar un segundo. Pronto cayó la primera botella de vino, abriendo yo la segunda sin más dilación. La conversación resultaba interesante, riendo todos con la tarde de compras que había sufrido Pilar.

Al acabar la cena, Pilar me dijo brindando conmigo que las truchas estaban realmente exquisitas y que eran las mejores que había probado después de las de su madre. Amablemente le respondí que nadie podría competir con las truchas de su madre –riendo todas divertidas ante mi acertado comentario.

Nos levantamos de la mesa. recogiendo todo en un momento y diciéndome Violeta que dejara todo en el fregadero que ya lo limpiaríamos tranquilamente por la mañana.

¿Quién quiere café? –preguntó mi prima, contestando al momento Pilar y yo que queríamos.

A mí hazme un té, por favor –pidió Heike de forma educada. Ya sabes que no me gusta el café –comentó deshaciéndose del cardigan que llevaba sobre la camiseta.

¿Y dónde vamos esta noche? Esta noche tengo ganas de marcha –dijo Pilar meneando el cuerpo de forma sexy.

Pues tendrás que aguantarte las ganas. Esta noche nos quedamos en casita que mi querido primo prefiere no salir –le respondió Violeta, cogiendo las tazas del aparador de la vitrina.

Carlos, eres un aguafiestas. ¡Con lo que me encanta ir de marcha hasta las tantas! –confesó Pilar de forma divertida.

Ya te compensaré otro día, pero hoy quiero quedarme en casa con vosotras –le prometí con la mejor de mis sonrisas, aceptando ella pero sin quedarse muy convencida.

Pilar se fue al lavabo a darse un baño rápido de pies y Heike, mi prima y yo nos quedamos hablando en la cocina mientras se calentaba el agua para el café. Siempre que hablaba con Heike, me daba la sensación como que hubiera mala química con ella sin saber exactamente cuál podría ser la razón para ello. Siempre contestaba de forma brusca y con monosílabos a todo aquello que le decía. No tardé en conocer el motivo de su actitud hacia mí.

Una vez estuvieron listos el café y el té de Heike, fuimos los tres al salón empezando a degustar cada una de nuestras tazas, y animando a Pilar a que se diera prisa y se uniera a nosotros. No tardó ella en volver tumbándose en el sofá junto a Heike y mi prima, quedándome yo sólo en el sillón frente a ellas. Violeta fue cambiando de canal en canal, hasta que paró en una película de intriga que nos pareció interesante a los cuatro.

Empezamos a comentar las escenas de la película aprovechando yo, de tanto en tanto, para fijar mi atención en Pilar y en Violeta. Pilar estaba tan guapa como siempre, con su melena castaña cayéndole sobre los hombros y sus gafas para ver de lejos que tan interesante la hacían. No pude evitar centrar mi atención en sus pechos, que conocía de primera mano, los cuales se mostraban insinuantes bajo el top celeste que se había puesto. Mi entrepierna empezó a despertar recordando lo ocurrido con ella, así que desvié mi atención poniéndome a tratar de seguir la trama de la película.

Al terminarnos el café y durante la pausa de la película, Heike se levantó recogiendo la bandeja mientras Pilar me preguntaba si me apetecía alguna copa, diciéndole yo que whisky o ron estaría bien.

Por aquí tenemos algo de whisky –dijo abriendo el mueble bar y agarrando unas copas y dos botellas de whisky y de vodka.

¿Os apetecen unos porros? –pregunté, sin saber cuál sería la reacción de las chicas ante aquel ofrecimiento.

¿Tienes marihuana? ¿Y cómo es que no habías dicho nada hasta ahora? Vamos sácala de una vez a ver si esto empieza a animarse un poco… -exclamó con su habitual desenvoltura.

Heike, volviendo de la cocina, comentó que no le parecía bien aquello pero Pilar la cortó diciéndole que se apuntara a la fiesta, que la noche era joven y que un porrito de vez en cuando no le hacía mal a nadie. Su amiga dando un pequeño suspiro se dejó caer en el sofá, sonriendo a Pilar y manifestándole que siempre la convencía para conseguir lo que quería.

Yo sabía que Violeta se tomaba algún porro de vez en cuando, pues en las vacaciones en el pueblo habíamos tomado alguno con nuestros amigos de juergas. Así pues, fui a mi cuarto cogiendo de la bolsa el paquete de tabaco y la poca marihuana que había traído de casa y la cual sería suficiente para que pasáramos una buena noche los cuatro.

Volví al salón, escuchando decir a mi prima que aquella película estaba resultando un poco tostón y que prefería jugar un rato a las cartas. Me quedé un poco mosqueado, viéndolas reír entre ellas y sin saber la razón exacta de sus risas cómplices. Tomé asiento en mi sillón, poniéndome a preparar el primer porro de la noche al tiempo que Violeta se levantaba cogiendo las cartas del primer cajón de la pequeña librería.

¿Te apetecería jugar un rato al strip poker, primito? –se dirigió Violeta a mí, mientras seguían riendo las tres mirándose las unas a las otras.

¿Por qué no mejor hacemos nuestra versión casera jugando al cinquillo? –respondí continuando aquel juego e imaginando que aquella noche podía acabar bien con aquellas tres bellezas.

Pero Heike no sabe jugar al cinquillo –comentó mi prima, dejando las cartas sobre la mesa y agarrando el porro que yo le ofrecía tras darle las primeras caladas.

No hay problema. Entre todos le enseñaremos a Heike y ya veréis que pronto aprende.

Cogiendo las cartas de la mesa me puse a barajarlas, empezando a repartir de modo altamente profesional lo cual hizo que ellas comentaran riendo si jugaba al strip poker muy a menudo. Siguiendo con la broma, dije que sólo si tenía la oportunidad de jugar con tres bellezas como ellas, provocando en Pilar un silbido admirativo.

El porro fue pasando de mano en mano hasta que lo acabamos, pidiéndome Violeta que liara otro y diciendo que aquella noche tenía ganas de pasarlo bien. No me hice de rogar y, cogiendo nuevamente la bolsa, las miré con mirada retadora y les dije que se fueran preparando para perder una tras otra, pues pensaba disfrutar de todos sus encantos.

¡Menos lobos, Caperucita, menos lobos! –exclamó Pilar. retándome a su vez con un cierto brillo maligno en los ojos.

Sabía que estaba en minoría frente a ellas y que, si no me lo tomaba en serio, aquellas tres brujillas podían dejarme desnudo en poco tiempo. Una cosa tenía bien clara y es que en el juego nunca hay que infravalorar a tu rival. De ese modo, me incliné hacia delante tratando de centrarme en el juego para no llevarme después sorpresas desagradables.

Para calentar más la cosa, lié un par de porros, dos buenas trompetas para que, junto con el alcohol, hicieran buen efecto en todos nosotros. Todos brindamos alegres, chocando mi copa de whisky con las de vodka de ellas, a las cuales ya se les veía bien animadas. La noche prometía y parecía responder a la perfección a las expectativas creadas…

Empecé a repartir las cartas de modo profesional, mientras las chicas daban sus buenas caladas al primer porro apurándolo al máximo. No tardó la habitación en llenarse, con el humo del canuto bien cargado que había preparado. La primera en perder fue mi prima Violeta, la cual se deshizo de los calcetines negros que le llegaban por debajo de la rodilla. A continuación fue Pilar, quien vio como la diosa fortuna le daba la espalda, teniendo que desprenderse de una pieza eligiendo entre risas de todos nosotros las gafas con las que cubría sus bellos ojos. No tardé en perder y además de eso, perdí dos veces seguidas, quitándome las zapatillas y el jersey lo cual fue jaleado por las chicas con gran alborozo.

Con el paso del tiempo, fuimos perdiendo todos nuestras ropas. Las chicas se fueron desprendiendo de sus camisetas, tops, pantalones y pijamas y yo de mi camiseta de tirantes y de mis desgastados vaqueros, lo cual hizo que fuera calentándose el ambiente a cada segundo que pasaba. Pilar, tan lanzada como siempre, animó la cosa diciendo que además de la prenda de la que debíamos desprendernos cada vez que alguien perdía, no estaría mal incluir ciertas pruebas que debería cumplir quien perdiera, estando todos de acuerdo con tan estupenda idea. Yo me encontraba en la gloria, viendo el curso que iban tomando los acontecimientos. Gracias al efecto del alcohol y de la marihuana, cada vez íbamos sintiéndonos más y más desinhibidos.

Volvimos a empezar una nueva partida, perdiendo esta vez Heike. Como prenda eligió el pañuelo con el que llevaba sujeto sus rubios cabellos y, una vez se lo hubo quitado, Pilar le mandó que le diera un beso sensual a mi prima Violeta. Ni corta ni perezosa, la guapa alemana pasó una mano por los hombros de mi prima y, aproximándola a ella, pude ver el cálido y profundo beso, incluida lengua con el que ambas se regalaron. En mi vida hubiera imaginado ver a mi querida prima, darse un morreo como aquel con otra tía, pero debo reconocer que la imagen de ellas con sus pechos al aire y morreándose de aquel modo, produjo en mí un tremendo morbo y una repentina e instantánea erección entre mis piernas, lo cual no pasó desapercibido para ellas.

La siguiente partida me tocó perder, con lo cual me tuve que quitar el bóxer con el que cubría mi entrepierna. Pilar, que era la que llevaba siempre la voz cantante en cuanto a mis pruebas se refería, dijo brillándole los ojos que en esa ocasión iba a tener que cumplir dos pruebas. Una de ellas sería hacerles un striptease, bajándome lentamente el bóxer. Mi prima se dirigió al equipo de música y nada más empezar la canción, me puse de espaldas a ellas moviendo mis caderas de forma sensual, lo cual fue recibido por ellas con comentarios subidos de tono.

Poniéndome de espaldas a ellas, improvisé un pequeño baile de carácter un tanto erótico para que la animación de las chicas no decayera. Evidentemente a Pilar y a mi prima no les hacía falta mucho para que se animaran, así que allí estaban gritando y silbando sin cesar a cada uno de mis movimientos. No paraban de dar palmas sin dejar de alabar mi culito el cual, según ellas, les resultaba muy sensual y estimulante. Una vez acabé mi lascivo baile, todas aplaudieron con ganas al volverme hacia ellas y mostrarles mi herramienta, la cual ya aparecía bien dura y dispuesta a cualquier cosa.

¡Joder primo, cómo te las gastas! ¡No imaginaba que pudieras estar así por culpa nuestra!

Con tres bellezones como vosotras es difícil poder mantener la calma –respondí amablemente mientras le guiñaba un ojo.

Entre risas y bromas, Violeta como segunda prueba le pidió a Pilar que durante medio minuto debía jugar con mi polla, a lo cual respondió su amiga estirándome en el sillón hacia atrás y empezando a chuparme mi descubierto glande. Ensalivando mi herramienta arriba y abajo, hasta acabar apoderándose de uno de mis huevos el cual introdujo en su boca chupándolo con fruición. Mi prima tuvo que separarla entre risas, diciéndole que me soltara pues la prueba tan sólo consistía en medio minuto.

Así pues, la cosa se fue caldeando viendo las miradas ardientes que Heike le lanzaba a Pilar, hasta que echándose sobre ella la tumbó en el sofá empezando a comerle el cuello con gran voracidad, arrancándole de los labios un fuerte suspiro de placer. Pilar respondió a las caricias de la alemana, agarrándola con fuerza del cabello y plantándole un jugoso beso que me llegó a lo más hondo de mi ser. Debo reconocer que aquello me produjo una gran desilusión y una cierta sensación de celos, al ver a Pilar en brazos de Heike. Aquella noche me hubiera gustado disfrutar del cuerpo de Pilar, tal como había hecho durante la mañana pero al parecer ella tenía otras ideas, pues allí estaba sin despegarse de su amiga sin parar de recorrerse mutuamente con las manos sus femeninos cuerpos.

Desde siempre sabía bien que había que saber perder y poner buena cara a las adversidades, así que mirando a mi prima le dije que estaba cansado y que me iba a dormir, dejándolas allí abrazándose y acariciándose mientras se decían palabras sugerentes al oído. Me lavé los dientes en el baño, pudiendo escuchar los primeros gemidos de ambas procedentes del salón.

Salí del baño dirigiéndome a mi cuarto y cerrando la puerta tras de mí. Me tumbé en mi cama, todavía resonando en mis oídos los gemidos de Pilar y Heike que había escuchado unos minutos antes. Encendí el último porro de la noche, saboreándolo mientras observaba absorto el blanco techo. No habían pasado ni cinco minutos cuando escuché golpear la puerta con suavidad. Al preguntar quién era, pude oír la voz de Violeta diciéndome si podía pasar un momento. Por supuesto accedí a su ruego, no sin antes cubrirme con el edredón pues aún me encontraba completamente desnudo.

Carlos, ¿estás bien? –preguntó con voz preocupada.

Sí, claro. ¿por qué iba a no estarlo? –pregunté a mi vez, tratando de ocultar mi profunda decepción.

Verás primo –dijo ella tumbándose a mi lado. Hay cosas que necesitas que te explique, para que sepas por dónde van los tiros. ¿Te gusta Pilar, verdad?

Afirmé con la cabeza, sin decir palabra sobre lo acaecido durante la mañana y sintiendo la mano de Violeta, recorriéndome el rostro tratando así de tranquilizarme.

Mira Carlos, hace ya tres años que comparto piso con Pilar y Heike y debes saber que tenemos nuestros líos entre nosotras. ¡Sí, no te sorprendas por ello! No es que sea lesbiana ni nada de eso, más bien diría que me considero bisexual igual que Pilar. A las dos nos gusta pasar un buen rato con un chico, pero también debo decirte que nuestro hombre es Heike con la que jugamos siempre que nos apetece, disfrutando y gozando de nuestros cuerpos sin buscar más razones.

Pensé un buen rato en sus palabras y le comenté el ardiente encuentro que habíamos tenido Pilar y yo en el baño aquella mañana; diciéndole que estaba seguro que Heike se había sentido molesta, al ver a Pilar acariciándome en el salón tras la prueba a la que ella misma me había condenado.

Tienes razón primo. Heike siente a cualquier hombre como un rival para ella y no deja que se acerquen ni a Pilar ni a mí. Sin embargo, si realmente Pilar te gusta, lucha por ella y disfrútala todo lo que puedas pues es una gran chica y en la cama tal como habrás podido comprobar es una auténtica máquina.

Tras oír sus palabras la abracé cariñosamente, acogiéndola entre mis brazos y sintiendo el cuerpo de mi prima junto al mío. Era una sensación extraña, pero allí estábamos los dos abrazados en mi cama mientras los gemidos de Pilar y Heike iban aumentando de volumen paso a paso.

Carlos, me gustaría pasar la noche contigo. Yo también me siento mal y necesito que alguien me haga compañía –la escuché decir, recorriendo con sus finos dedos mi velludo pecho.

Violeta, ¿estás segura de lo que me dices? –le pregunté mirándola fijamente a los ojos.

Completamente segura. Mira, lo del salón me ha puesto muy cachonda y necesito que alguien me haga el amor así que, ¿quién mejor que mi primo para ello?

Pensándolo seriamente unos segundos y sopesando los pros y los contras, pensé que Violeta era una chica muy guapa y que si no fuera mi prima hace tiempo que me hubiera gustado besarla y tenerla entre mis brazos. Me fijé más detenidamente en ella y debo decir que realmente estaba muy apetitosa, con aquel conjunto rojo de sujetador y braguita junto a aquellos calcetines negros que le llegaban a la altura de las rodillas y calzada con aquellas zapatillas blancas de deporte. ¡Vamos, que mi querida primita parecía toda una verdadera colegiala! La noté temblar junto a mí, tan dispuesta a complacerme se la veía que no pude menos que cogerle el mentón entre mis dedos y besarla dulcemente uniendo mis labios a los suyos.

Hazme el amor, Carlos. ¡No sabes lo caliente que me ha puesto verte con Pilar! Hace tanto tiempo que te deseo, ya desde nuestros veranos en el pueblo… –me confesó, acurrucándose entre mis brazos y con la cabeza apoyada en mi hombro.

Violeta, eres realmente preciosa y te mereces lo mejor –respondí, volviendo a acercar mis labios a los suyos para besarnos ahora de forma mucho más profunda y apasionada.

Noté el profundo deseo que la dominaba, viendo cómo mi prima abría ligeramente sus labios permitiendo así la entrada de mi lengua en su boca. Mezclamos unos segundos nuestras lenguas, jugando con ellas al tiempo que nos abrazábamos con fuerza reconociendo cada rincón de nuestros cuerpos. Con cierta urgencia, empecé a manosearle sus pequeños y redondos pechos por encima de la tela del sujetador que los cubría dedicándome, por otro lado, a devorarle el cuello tras echarle hacia atrás su bonita cabellera ondulada de color berenjena.

Ella se separó de mí, dejando descansar la cabeza sobre el almohadón e invitándome a unirme a ella nuevamente. Así lo hice, lanzándome sobre ella y volviendo a dirigirme a su desnudo cuello, el cual lamí y chupé largo rato haciéndola gemir de placer y emoción. La notaba vibrar bajo mis caricias, su cuerpo joven pero bien formado era una llamada al pecado. El pecado que ambos íbamos a cometer, sin pensar por un segundo en las posibles consecuencias que aquella unión pudiera ocasionarnos.

Me hice con su desnuda oreja, la cual mordisqueé y llené de besos chupándosela de forma sensual, al mismo tiempo que ella recorría con sus manos mi espalda y mis brazos. Era un auténtico placer ver a mi querida prima, entregada a todo aquello que quisiera hacerle sin dejar de jadear y gemir de forma tenue.

Sigue… sigue así. ¡Qué cachonda me estás poniendo, primito! –reconoció animándome de esa manera a seguir del mismo modo.

Abandoné su pequeña oreja, descendiendo hacia sus pechos encontrándomelos tapados por el sujetador, el cual le quité con verdadera ansia quedando a mi vista aquel par de pechos de pequeño tamaño pero de una gran dureza. Los estuve manoseando, como queriendo disfrutarlos con cada una de mis caricias hasta que, acercando mis labios, me puse a cubrirlos de besos para pasar luego a lamerlos con la punta de mi lengua, centrándome en sus oscuros pezones los cuales se enderezaron nada más sentir el roce de mis labios y mi lengua.

Violeta, sin poder aguantar más, agarró mi cabeza entre sus manos llevándome hacia ella y sumergiéndome entre aquel par de montañas, sin dejarme prácticamente respirar. Allí estuve gozando una y otra vez y haciéndola gozar a ella, con los pequeños mordisquitos que le propiné en cada uno de sus delicados pezones. Mi persistencia y las caricias prodigadas sobre tan tierna y sensible zona, desembocaron en el primer orgasmo de mi prima la cual se agarró con fuerza a mí mientras se retorcía entre las sábanas de satén que cubrían mi lecho.

¡Me corro… sí, me corro! ¡Qué bueno es esto, primo! ¡Me encanta como me lo haces, cariño! –exclamó cayéndole lágrimas de emoción por las mejillas.

¿Te ha gustado, Violeta? –le pregunté, elevándome sobre ella y apartándole con dulzura las lágrimas que empapaban su bello rostro.

Bésame, Carlos… bésame –me pidió, ofreciéndome sus sonrosados labios y cerrando sus bonitos ojos como clara muestra de su total entrega.

Así pues, volví a juntar mis labios a los suyos masajeando con suavidad uno de sus pechos con la mano que me quedaba libre en esos momentos.

Eres tan dulce y sabes tan bien dónde tocarme –agradeció mis caricias, llevando sus finos dedos a mi cara, recorriéndola con lentitud como si quisiera recordar cada instante de aquel bello encuentro.

Elevándose en el lecho haciendo fuerza con sus brazos, se arrodilló obligándome a quedar tumbado boca arriba y, apartando la sábana que ocultaba mi total desnudez, se dedicó a observarme de arriba abajo centrando su atención en mi pene el cual ya mostraba un aspecto más que interesante.

Inclinándose sobre mí empezó a comerme los pezones, tal como había hecho yo con ella. Haciendo pequeños círculos alrededor de ellos, para finalmente succionarlos con sus labios, chupándolos hasta hacerme sentir en la gloria con el roce de sus labios y su lengua. Una vez mis pezones estuvieron bien ensalivados, se puso sobre mí en posición inversa de manera que cada uno de nosotros tenía el sexo del otro frente a él.

Atrapé con mis brazos sus muslos, teniéndola así bien cogida para que no pudiera escaparse. Recorrí sus muslos con mis labios, lamiéndoselos arriba y abajo sin tratar todavía de ir más allá. Por su parte, sentí como mi prima no tenía la misma paciencia, agarrando mi polla entre sus dedos y empezando a jugar con ella, chupando mi tallo por completo hasta llegar a mis huevos en los cuales sentí unas agradables cosquillas debido al roce de su lengua sobre ellos.

Violeta estaba bien excitada, hecho que notaba por su respiración acelerada y el nerviosismo que mostraba en cada uno de sus gestos y movimientos. Debía aprovecharme de ello así que, sin perder un segundo, me puse manos a la obra bajándole mínimamente la braguita hasta medio muslo e intentando darle el máximo placer posible. Una vez la despojé de tan delicada prenda, allí quedó frente a mi cara su sexo de vello bien recortado. sobre el cual me lancé empezando a rozarlo con mi nariz arriba y abajo, sintiendo salir los primeros efluvios de mi prima de cuyos labios escapaban pequeños grititos, señal inequívoca del deseo que la atormentaba.

Separé sus labios con mis dedos y allí me hundí, sorbiendo con mi lengua el dulce néctar de su vagina, mientras con mi mano derecha acariciaba con lentitud su liso vientre para bajar hacia su pubis. Al mismo tiempo, ella ensalivó por completo mi pene que ya mostraba un buen tamaño y se lo introdujo en su boquita, chupándolo y chupándolo hasta que lo hizo alcanzar una tremenda erección.

¡Me gusta tu polla, Carlos! ¡Es grande y poderosa como a mí me gustan! –la escuché decir entre susurros, antes de volver a metérsela hasta la mitad en la boca.

Empecé a hacer más profundas mis caricias, chupando ahora su pequeño botoncito el cual respondió al instante al tratamiento que le daba, poniéndose bien duro como si de un diminuto pene se tratara. Del interior de la vagina no paraban de fluir jugos, mientras Violeta no dejaba de estremecerse, pidiéndome con sus lamentos y gemidos que continuara por el mismo camino.

Acompañé las caricias de mi lengua sobre su clítoris con mi dedo índice y corazón, introduciéndolos en su vagina lo cual fue respondido por ella con un fuerte respingo de aprobación. Al empezar a introducirlos y sacarlos cada vez a mayor ritmo, Violeta no pudo menos que ir aumentando el ritmo de su mamada sobre mi polla, hasta hacerla realmente insoportable para mí. Me masturbaba con su mano de un modo endiablado, moviendo la mano arriba y abajo al mismo tiempo que con sus labios agarraba mi glande para después dejarlo marchar.

Sin aguantar más aquel suplicio al que me sometía, la aparté de mí tumbándola en la cama y poniéndome ahora yo sobre ella.

Fóllame… fóllame primo –me pidió con voz entrecortada y fijando sus bonitos ojos en los míos.

Violeta, ¿estás realmente segura de querer que lo hagamos? –le pregunté mientras le apartaba los cabellos que caían sobre su rostro.

Carlos, ¡me tienes tan cachonda! Quiero que me la metas hasta el fondo y me folles de manera deliciosa…

Tras aquellas palabras, me coloqué sobre ella en la más que conocida posición del misionero, con las rodillas de ella flexionadas y las piernas abiertas de manera que pude entrar en su estrecho coñito con total libertad. Apoyé la cabeza de mi glande en la entrada de su empapada vagina y, sin apenas esfuerzo, sus labios se abrieron como una flor envolviendo la entrada de mi polla la cual fue absorbida en un primer momento hasta la mitad para, en un segundo movimiento de caderas quedar completamente insertada dentro de ella. Una vez estuve bien dentro de su vagina, Violeta cruzó las piernas apretándome contra ella con fuerza, para así hacer mucho más profunda la unión de ambos.

Empecé a moverme adelante y atrás, ayudándome mi querida prima en la cópula con los movimientos acompasados de su pelvis. Se apretaba a mí, adueñándose de mis nalgas con sus manos y acompañando cada una de mis entradas y salidas en su lubricada vagina. Percutí sobre ella una y otra vez, una y otra vez hasta que sentí como ella llegaba a un orgasmo explosivo y brutal, agarrándose a mis brazos y gritando loca de satisfacción.

Pese a su orgasmo, mi prima no dejó de mantenerse activa y no paraba de sobarme los huevos con sus dedos, presionándolos con suavidad pero al mismo tiempo con fuerza. Observé que Violeta se encontraba a punto de encadenar un segundo orgasmo al primero, pues sus gemidos y sus golpes de pelvis así me lo indicaban, de manera que me dispuse a alcanzar mi primer orgasmo de aquella noche, metiéndole mi polla hasta el fondo y dejándola casi sin respiración, para volver ella a recuperarla una vez me alejé.

En un breve momento de lucidez, le pregunté a Violeta si me salía de ella pues estaba a punto de correrme, a lo cual respondió agarrándome con más fuerza de las nalgas y diciéndome que podía correrme dentro de ella, pues tomaba precauciones para no quedar embarazada y que quería notar la totalidad de mi leche dentro de ella. De ese modo, continué follándola unos segundos más hasta que, sin poder aguantar por más tiempo tanta tensión, acabé explotando en el interior de su coñito llenando sus paredes con mi copiosa corrida, al mismo tiempo que ella alcanzaba un nuevo orgasmo mucho más salvaje aún que el anterior.

Sí Carlos… lléname con tu leche. Dámela primo… necesito que me llenes con toda tu leche y sentirme llena de ti –dijo rotando su vientre, como animándome a seguir con aquello mientras yo quedaba derrumbado sobre ella, notando la evidente dificultad de ambos a la hora de respirar.

¿Qué tal te encuentras, Violeta? –le pregunté con la voz entrecortada y tratando de recuperarme del esfuerzo realizado.

Me siento muy bien. ¡Realmente genial! Pero todavía me gustaría un poco más, Carlos…

Mi joven prima se encontraba todavía excitada, pese al cálido encuentro que habíamos mantenido así que, sin pronunciar palabra, me incorporé separándome de ella y me dirigí hacia uno de sus pechos, acariciándoselo con gran delicadeza con una de mis manos para con la otra rozar el vello de su pubis notando erizarse la totalidad de su piel. Viéndola mirarme con sus ojos entrecerrados, le pellizqué uno de sus pezones retorciéndoselo con fuerza lo cual provocó en ella un nuevo orgasmo. Violeta estaba tan caliente que parecía que su placer no fuera a tener fin, retorciéndose y estremeciéndose con cada una de las caricias que le propinaba.

No quería que aquello acabara, no al menos sin poder alcanzar un nuevo orgasmo junto a mi prima, en la cual había descubierto una amante realmente incansable. Volví a chuparle los pechos, viendo su respuesta a cada uno de mis roces en tan sensible zona. De tanto en tanto, la hacía delirar dándole suaves mordiscos en los pezones, para después pasar a lamerle con gran voracidad la aureola de los mismos.

Metiéndome entre sus piernas me puse a humedecerle sus inflamados labios, jugando con su vulva y pasando y repasando mi lengua hasta alcanzar su agujero posterior, con cuya caricia Violeta aumentó aún más sus alaridos haciéndolos ensordecedores para mis oídos. Había descubierto una de las zonas sensibles de mi querida prima y estaba bien seguro que no tardando mucho, me aprovecharía de ello disfrutando de ella y haciendo que ella gozara igualmente con ello.

En esos momentos, Violeta volvió a tomar nuevamente las riendas haciéndome estirar en la cama y dirigiendo sus manos hacia mi entrepierna, la cual empezaba a dar muestras de querer también ella disfrutar de un nuevo combate. Separé mis piernas y la vi agacharse, mirándome a los ojos como una gatita mala para empezar a pasar la lengua por el mástil en que se estaba convirtiendo mi polla. Irguiéndose insolente ante ella, la cual la observaba como si de un auténtico trofeo se tratase. Se la notaba tan excitada que lo disfrutaba con enorme apetito saboreándolo con deleite.

Su lengua pareció cobrar vida propia, recorriéndolo lentamente desde la base hasta el glande para bajar de nuevo por todo el tallo hasta hacerse con mis huevos para, una vez ahí, masajearlos con las uñas y las yemas de los dedos. De ese modo, mi primita estuvo degustando todo mi miembro de arriba abajo con la lengua, hasta que introdujo mi rosada cabeza en su boca dándole un pequeño mordisco con el que me hizo gritar de emoción. En esos momentos, mi polla se endureció por completo mostrándose orgullosa ante ella y con un cierto punto de arrogancia.

¡Qué maravilla primo! ¡Mírala como vuelve a estar de nuevo! ¡La verdad es que no esperaba menos de ti! –dijo relamiéndose los labios con la lengua, antes de lanzarse sobre ella tragándosela de un solo golpe.

Yo no paraba de gemir, enredando mis dedos en su cabello y ayudándola en su mamada. Realmente si tuviera que decidir si Pilar lo hacía mejor que mi prima me costaría dar una respuesta definitiva. Tan bien lo hacía la cabrona, absorbiéndome como si de una ventosa se tratara, que no pude menos que seguir dejándome hacer por ella disfrutando de tan maravillosa felación.

¡Fóllame Carlos… vamos métemela fuerte hasta el fondo! –la oí decir, levantándose en la cama e intentando ponerse sentada sobre mí dándome la espalda.

En esa postura, tenía ante mí sus rollizas nalgas las cuales empecé a sobar con mis dedos y mis manos, disfrutando de aquella hermosura de culo. Agarrando con fuerza mi dura herramienta, la llevó a la entrada de su vagina para, estando bien colocada sobre ella, irse sentando clavándosela centímetro a centímetro. Con mis manos en su nalga y en su pecho, la escuché gemir mientras notaba como mi polla entraba en su coñito como el cuchillo cortando la mantequilla. Lo tenía tan mojado que mi barra de carne fue entrando en su interior sin ninguna dificultad, hasta que la sentí dejarse caer gozando de la totalidad de mi músculo dentro de ella.

Empezó a moverse, rotando su pelvis alrededor de mi eje con lo cual su respiración se fue acelerando cada vez más y más. En mi posición, aproveché para cogerle un pecho y atraerla hacia mí, dejando caer su espalda sobre mi pecho. Dirigí mis dedos hacia su coñito, acompañando la acción de mi pene con la de mis dedos sobre su clítoris, para así conseguir que se calentase sin remedio.

¡Me encanta… me encanta como lo haces! Sabes tan bien como hacérmelo…

Violeta gemía ahogadamente con cada caricia que le daba sobre su clítoris, mientras seguía bombeando dentro de ella sin parar un solo segundo de hacerlo. No paraba de pedirme más y más, permaneciendo yo quieto y siendo ahora ella quien empezó a cabalgarme de forma desesperada, una vez se hubo incorporado de nuevo quedando sentada encima de mí.

Métemela… vamos métemela. ¡Qué polla tan buena tienes! Fóllame… fóllame más fuerte sí… -no dejaba de animarme, moviendo la cabeza a un lado y a otro y sin dejar de cabalgar como una fiera en celo.



Pese a mi anterior corrida, aquel ritmo era difícil de mantener para mi pobre miembro, el cual notaba a punto de reventar nuevamente. Trataba, pese a todo, de aguantar sin correrme, cogiéndola de las caderas y dejándola quieta sobre mí para así mirar de retrasar mi orgasmo. Sin embargo, aquella locuela no parecía pensar lo mismo que yo y, en cuanto se le presentaba la ocasión, volvía a botar arriba y abajo, arriba y abajo hasta que, sacándose mi polla de su coñito, la masturbó con ganas entre sus dedos haciéndome eyacular grandes cantidades de semen entre fuertes gritos de placer.

¡Joder primito, menuda corrida más buena te has pegado! ¡Para haberte corrido antes, la verdad es que no ha estado nada mal!

Eres mala… eres realmente mala –pude pronunciar con dificultad.

¿Tú crees? –preguntó con voz mimosa, echándose de nuevo sobre mí y ofreciéndome el cuello para que se lo comiera.

De ese modo, quedamos los dos derrengados sobre las revueltas sábanas, acariciándonos y besándonos como dos enamorados. Violeta se quedó dormida al momento abrazada a mí y dejando reposar la cabeza en mi hombro, mientras yo le acariciaba el cabello sin dejar de apartar la mirada del techo. Aquel polvo con mi querida prima había resultado realmente salvaje; jamás hubiera imaginado que Violeta follara y se moviera de esa manera tan brutal.

Por unos instantes pensé en lo que habíamos hecho, pero rápidamente deseché aquel pensamiento tratando de disfrutar tan solo de cada instante. Aquellos días estaban resultando mucho más provechosos de lo que hubiera podido imaginar a priori. Por la mañana me había follado a Pilar y por la noche a mi hermosa prima. ¿Quién sería la próxima en engrosar la lista?...

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📌TRES SEMANAS EN CASA DE MI PRIMA📌 📌TRES SEMANAS EN CASA DE MI PRIMA📌 Reviewed by Anónimo on agosto 26, 2020 Rating: 5

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