MI HIJO OLVIDADO 1 – AMOR FILIAL
Rocío, una mujer madura y
felizmente casada, vuelve a encontrarse con el hijo al que tuvo que abandonar
veinticinco años antes, cuando sólo tenía meses de vida. La nueva familia de
Rocío recibe a su hijo como a ustedes os gusta, con "amor".
Mi hijo olvidado.
Mi nombre es Rocío, tengo cuarenta y tres años. Estoy felizmente casada
con mi marido Jorge de cuarenta años, un gran empresario que me ha dado una
vida maravillosa y una estupenda hija, Esperanza de dieciséis años. Vivimos en
una maravillosa casa, propiedad de mi suegra, Esperanza de sesenta y cinco
años, por ella pusimos el nombre a mi hija.
Teníamos una vida maravillosa viviendo los cuatro en aquella casa. Pero
todo el mundo tiene un pasado, y mi vida antes de encontrar a Jorge no fue tan
maravillosa, por lo menos durante un tiempo. Con dieciocho años, una noche loca
en una fiesta, tuve mi primer sexo con un chico del instituto, Pablo. Cuando
mis padres se enteraron de que había quedado embarazada de él, en mi casa se
produjo un gran alboroto. Mis padres querían que abortara, mientras yo y Pablo
no queríamos. Al final, después de muchos disgustos, mi padre le dio una buena
cantidad de dinero a aquel chico y él se dedicaría a cuidarlo mientras mi hijo
desaparecería de mi vida para siempre. Y así ocurrió. Tras cuatro meses en que
tuve a mi hijo para criarlo un poco, Pablo se lo llevó una noche y no lo volví
a ver. Nunca más supe de él y con el tiempo se convirtió en un mal recuerdo que
fue borrándose de mi memoria.
Aquella mañana, mi suegra Esperanza estaba alegre y ocupada preparando
la fiesta que tenían como tradición para las mujeres de la familia al cumplir
dieciséis años. Mi hija hablaba con sus amigas y amigos, decidiendo que
ponerse, cómo lo pasarían en la fiesta. Sonó el teléfono y lo cogí.
- ¡Diga! - contesté.
- Hola, buenos días. - escuché la voz de un hombre que parecía ser
joven - ¿La señora Rocío Escribano?
- Sí, dígame...
- Verá, no me conoce, pero necesito hablar con usted...
- Diga, le escuchó.
- Tendría que ser en persona... - tenía la voz temblorosa - ¿Podría ir
a verla?
- Sólo si me dice quién es usted y qué vende.
- No vendo nada... - quedó por unos segundos en silencio – Soy...
soy... su hijo Pablo...
Por unos instantes quedé petrificada. Mi pasado había vuelto a mi vida.
Mi hijo, del que tuve que deshacerme por imposición de mis padres, me
llamaba... No sabía qué hacer o decir.
- ¡Mamá, mamá! - aquellas palabras resonaban en mi mente. Se las había
escuchado mil veces a mi hija con toda felicidad, pero en boca de aquel joven
me hacían temblar de terror.
- ¡Perdone! - le dije intentando mostrarme distante – Deme su teléfono
y le llamo...
Apunté en un papel el número que me dio y quedé paralizada tras acabar
la comunicación. No podía moverme, mis recuerdos volvieron, sobre todo el dolor
que sentí al tener que separarme de mi pequeño hijo. Las lágrimas empezaron a
recorrer mi cara. Miré a mi hija y a mi suegra que hablaban de cómo sería su
fiesta, estaba atemorizada.
- ¡Cariño! - la voz de mi marido me sacó de mis pensamientos - ¿Te
ocurre algo?
Mi marido y mi suegra sabían todo de mi pasado, incluido lo ocurrido
con Pablo. Mi marido me abrazó y sentí su cariño, tranquilizándome un poco.
Tomó el teléfono que había apuntado y se encargó de hablar con mi supuesto
hijo. Me fui a mi habitación y mi marido entró después de un rato. Había
hablado con Pablo y habían quedado para que nos viéramos al día siguiente en la
cafetería del hotel donde se encontraba alojado.
Cuando mi madre colgó el teléfono, me puse a llorar. Durante mucho
tiempo estuve buscándola y decidiendo si conocerla o no. A fin de cuentas, ella
había decidido abandonarme y tal vez no quisiera volver a verme. Pero tenía que
intentarlo y ya había dado el paso. Con su marido había quedado en vernos en la
cafetería. Estaba muy nervioso por conocerla y saber si me aceptaría o no.
Aquella noche apenas había dormido esperando el momento en ver a mi
madre. Recordé cuando mi padre intentaba no hablar de ella, siendo yo un niño,
siempre me decía que mi madre estaba muerta. Ya con veinte años, un día mi
padre me contó la verdad. Sabiendo el nombre de mi madre, y una vez acabados
mis estudios, decidí buscarla. La encontré y decidí centrar mis esfuerzos en ocupar
un lugar en la empresa de su marido. Así es como llegué a la ciudad donde se
encontraba ella, así decidí contactar con ella para volver a encontrarnos.
Acabé de vestirme y cogí la foto que mi padre guardaba por si un día
decidía buscar a mi madre. Era la foto del último día en que los tres estábamos
juntos, mi padre, mi madre y yo en brazos de ella. El día que nos separamos
para siempre, mi padre le dio una copia a mi madre y él guardó otra. “Si un día
tu hijo o tú decidís veros de nuevo, esta foto os servirá para reconoceros”.
Esa fueron las últimas palabras que mi padre le dijo a mi madre antes de
marcharse para siempre llevándome en sus brazos.
Me senté en una mesa del bar, con la foto en las manos, nervioso y
mirando a todas las personas que entraban por la puerta. Pasaban ya cinco
minutos de la hora a la que habíamos quedado y no aparecía, mis nervios
aumentaban.
Apenas había dormido aquella noche. Mi marido Jorge se despertó y entró
en la ducha. Tuvo que despertarme para que yo también me duchara y mientras lo
hacía, pensaba en el pasado vivido con mi hijo. ¿Estaría enfadado por lo que le
hice? Lo había abandonado siendo un bebé, era eso o llevar una mala vida junto
a mis padres... o tal vez una mala vida los dos juntos... Eso pertenecía al pasado
y ya no podía saber que hubiera sido lo mejor, lo había abandonado y esa era la
realidad.
Mi marido conducía hacia el hotel donde habíamos quedado, yo estaba tan
nerviosa que no podía hacer nada, sólo portaba la foto que me dio Pablo el día
que nos separamos. Aparcó el coche y mis piernas temblaban mientras nos
acercábamos a la cafetería. Llegamos a la puerta sin decir nada, mi marido me
miró como preguntando si quería seguir. Un movimiento de mi cabeza le indicó
que debía hacerlo y acabar con aquella tortura y el daño que hice años atrás.
Crucé el umbral de la puerta y mis ojos buscaron entre las mesas a aquel joven.
Quedé paralizada. Aquel joven que sujetaba una foto en sus manos era mi hijo,
era idéntico a su padre. Todo mi cuerpo se puso a temblar.
La puerta se abrió, una hermosa mujer rubia entró por la puerta y me
miró quieta. Miré la foto, era ella. Había mirado aquella foto de hacía
veintitantos años tanto tiempo que había memorizado sus hermosos ojos. Sí, era
ella. Mi cuerpo temblaba por los nervios y mostré una débil sonrisa. Poco a
poco se fue acercando seguida por un hombre, que supuse era su marido con el
que había hablado el día anterior. Me puse en pie para saludarlos. Su marido se
adelantó.
- ¡Hola, soy Jorge! - me tendió la mano y la estreché con la mía.
- ¡Hola, soy Pablo! - miré a mi madre que permanecía junto a nosotros,
sin moverse, casi abrazada a la foto - ¡Hola, soy Pablo! - solté la mano de
Jorge y se la tendí a mi madre.
- ¡Hijo! - entre sollozos se abrazó a mí - ¡Perdóname, perdóname! - no
decía otra cosa mientras lloraba y lloraba.
- ¡Claro que te perdono mamá! - le dije hablándole al oído mientras
sentía el intenso abrazo – Nunca te he culpado por lo que hiciste, papá me
contó lo mal que lo pasaste por culpa de tus padres.
- ¡Gracias hijo! - seguía abrazada y podía sentir la humedad de sus
lágrimas que mojaban mi cuello. Nos sentamos y comenzamos a charlar. Jorge nos
miraba emocionado al ver el reencuentro de un hijo y su madre.
- ¡Bueno! - dijo Jorge después de varios minutos escuchándonos - Os
dejo solos. Cuando terminéis, me llamas y vengo a recogerte. - me tendió de
nuevo la mano - ¡Un placer conocerte!
Caminamos por la ciudad por unas cuantas horas. Nos contamos todo lo
que pudimos de nuestras vidas antes de aquel día. Ella no paraba de preguntarme
cómo había sido mi tal o mi cual... qué estudios había hecho... si tenía
trabajos... novia... En pocas horas intentó tener toda la información que pudo
de mi vida y me contó todo lo que pudo de su vida. Y me alegró saber que tenía
una hermana menor, Esperanza. Una jovencita de dieciséis años que en breve
tendría una fiesta por su paso de niña a mujer. Me contó como mis abuelos, sus
padres, habían muerto hacía ya varios años y que no los echaba de menos después
de lo que le hicieron hacer conmigo. Pero de cada tres frases que decía, una
era para pedirme perdón por lo que me había hecho.
Tenía una sensación de alegría y vergüenza al hablar con mi hijo.
Después de abandonarlo siendo tan pequeño, él me había buscado, y ahora hablábamos
y podía compartir lo que no pude vivir junto a él. Cada cosa que me contaba me
provocaba un sentimiento de culpa, no podía dejar de pedirle perdón. Me
emocioné cuando le conté que había tenido una hija con Jorge y él pareció
alegrarse de tener una hermana.
- ¡Jorge, ven a recogernos al hotel de Pablo! - sin preguntarle, había
decidido que mi hijo comería con nosotros en casa. Él no se resistió a conocer
al resto de mi familia. Unos minutos después, estábamos llegando a nuestro
hogar, y esperaba que él aceptara pertenecer a nuestra familia.
Me desperté aquella mañana alegre. En poco tiempo haríamos la fiesta
por mis dieciséis años. Por mi cabeza pasaba miles de ideas para tener la
oportunidad de conseguir tener algo de sexo con Raúl, el chico más guapo del
instituto y que según me habían dicho mis amigas aún era virgen, al igual que
yo. Cogí unas braguitas del cajón y me fui a dar una ducha.
Tras la ducha, busqué a mis padres por la casa. Era sábado y solíamos
desayunar juntos. No los encontré, pero mi abuela me esperaba en la cocina
haciendo el desayuno. Era algo que me encantaba de mi abuela, teníamos dinero y
personal que se encargaba de hacer todo lo de la casa, pero mi abuela era la
que hacía la comida, decía que ella no dejaba la alimentación de su familia en
manos de nadie.
- ¡Hola abuela! - me acerqué a ella y le di un beso. Era una mujer muy
bonita y tenía un cuerpo maravilloso para sus sesenta y cinco años, siempre
deseé heredar su genética en cuando al físico.
- ¡Anda, siéntate y desayuna que tenemos que hablar! - cogí mi plato y
me senté ilusionada para empezar a hablar de mi fiesta.
- Creo que ya sé a todo los que voy a invitar... - le dije y su cara me
preocupó.
- Hoy no quiero hablarte de la fiesta... - su rostro parecía
preocupado.
- ¿Pasa algo abuela? - el que no estuvieran mis padres allí me hizo
pensar que les había pasado algo.
- ¡No hija, no es malo!
Mientras comíamos, ella empezó hablarme del pasado de mi madre, antes
de conocer a mi padre y entonces dejó caer que tenía un hermano de una relación
de mi madre con otro hombre.
- ¡Espero que no te moleste! - me dijo y la verdad es que tenía más
intriga por la vida “pecaminosa” de mi madre que por el hecho de tener un
hermano. A fin de cuentas, era hija única y hubiera preferido tener un hermano
con el que compartir mi vida.
- ¡Para nada abuela! - le dije intrigada por la historia - ¿Tú lo
conoces?
- ¡No! Lo único que he visto de él es una antigua foto que guarda tu
madre como si fuera oro...
- ¿Y le ha pasado algo a él?
- No creo, pero ayer se puso en contacto con tu madre para verla... -
mis ojos mostraron sorpresa – Y si no conozco mal a tu madre, seguro que
vendrán a comer aquí.
Por unas horas más, mi abuela me estuvo contando cómo mis otros abuelos,
que ya no estaban vivos, habían forzado a mi madre para que se deshiciera de
aquel niño. Pasamos varias horas hablando de mis difuntos abuelos y lo malos
que habían sido. Poco a poco, mi abuela me empapó de la vida de mi madre, pero
deseaba verla para que ella misma me contara sus secretos, esos que nunca me
había contado. Y entonces escuché la puerta de la casa y como mi madre nos
llamaba a mi abuela y a mí. Corrí hasta la entrada y quedé de piedra.
- ¡Hola hija! - dijo mi madre al verme – Tengo que contarte una cosa...
- Ya se lo he contado yo. - dijo mi abuela detrás de mí - ¿Este joven
es Pablo?
Quedé como una estúpida, con la boca abierta, mirándolos a los tres, mi
padre, mi madre y... y... Ese no podía ser mi hermano... Aquellos ojos color
avellana, ese pelo moreno, su cuerpo musculoso y bien formado... Mi cuerpo se
estremeció al verlo y dejaba a Raúl a la altura de una mierda. ¡Aquello era un
hombre!
- ¡Hola, soy Pablo! - me cuerpo temblaba cuando sus brazos me rodearon
por los hombros y su cuerpo se acercó a mí para darme dos besos...
- ¡Ho... hola, soy Esperanza! - me sentía como en una nube, no podía
ser, pero estaba como... enamorada.
- Mamá, no me habías dicho que tenía una hermana tan bonita. - con uno
de sus dedos me acarició la nariz es un acto de cariño y sentí como me
ruborizaba – Y usted debe ser su abuela, la dulce Esperanza...
- ¡Gracias hijo! - mis ojos no dejaban de mirarlo, aquel culo prieto
que se marcaba en su pantalón - Tengo mucho trabajo cuidando de todos estos...
y si quieres, también cuidaré de ti mientras estés aquí. ¿Cuántos días piensas
quedarte por aquí?
- Espero que muchos, el lunes empiezo a trabajar en una empresa cuyas
oficinas están en esta ciudad. - si se fuera, moriría a mis dieciséis años.
Me encantaba ver aquella escena. Mi mujer se había reconciliado con su
pasado y ahora podía disfrutar del hijo que tuvo que abandonar de niño. Aquello
tuvo que ser duro, pero yo estaba disfrutando de ver cómo se encontraban y de
ver que era un buen chico que conquistaba a mi familia con su forma de ser...
aunque me preocupaba un poco mi hija, a ella parecía que no sólo su forma de
ser la había conquistado, el impresionante físico de aquel joven hacía que se
mostrara más boba de lo que era a su edad.
Mi madre, siempre fue una mujer que sabía cómo era una persona con
apenas verla, y parecía que Pablo era un buen chico, por lo menos de entrada,
mi madre no había parecido preocupada como otras veces con amigos míos. Fuera
como fuera, en aquella casa había un halo de felicidad que por el momento lo
inundaba todo.
- Mamá, qué te parece si hoy vamos los cinco a comer a un restaurante
para celebrar el reencuentro. - miré a Rocío que sonrió con aquella idea.
- ¡Estupendo! - dijo mi mujer - ¡Estoy feliz de volver a estar con mi
hijo!
Después de estar toda la tarde por la ciudad, entre copas y charla,
decidí que aquel joven no podía pasar la noche en el hotel. No hizo falta
preguntar mucho si ellas querían que Pablo viniera a vivir a casa mientras
buscaba un piso para vivir.
- ¡¿Qué os parece la idea?! - pregunté.
- ¡Genial! - dijo mi mujer - Así podré darle todo el cariño que no he
podido en todos estos años...
- ¡Sí! - dijo mi hija – Y mis amigas se morirán de envidia por el
hermano que tengo... - el rubor que afloró en sus mejillas no era propio de una
hermana.
- Mejor en casa, tiene que contarnos toda su vida y tiene que
alimentarse bien para empezar una nueva vida aquí. - mi madre también le había
cogido cariño en las pocas horas que llevaba con nosotros.
- ¡Pues nada! - dije – Vamos a tu habitación, recoges las cosas y nos
vamos a nuestra casa...
Ni en mis pensamientos más positivos había imaginado que mi madre y su
familia me hicieran un recibimiento tan bueno. Mi hermana y mi madre me
acompañaron a mi habitación, entre los tres preparamos las maletas y unas horas
después, los cincos llegábamos a la casa donde vivía mi nueva familia.
- ¡Ven Pablo! - me dijo mi hermana – Te enseñaré cuál es tu habitación.
Subimos a la planta de arriba, y por un pasillo me iba indicando de
quién era cada una. Primero la de la abuela, después estaba la suya, al fondo
la de sus padres y frente a la suya, la mía. Abrió la puerta y entró medio
corriendo, saltó y se sentó en mi cama. Solté las maletas y miré a mi alrededor
mientras ella me miraba.
- ¿Te gusta? - me dijo con una hermosa sonrisa – Oye Pablo... - la miré
y noté en ella algo más que el deseo de conocer a su hermano - ¿Tienes novia?
- ¡No! - iba a seguir hablando, pero ella me interrumpió.
- ¡Estupendo, mis amigas se alegrarán de saberlo! - se levantó y salió
corriendo a su habitación. Si rápido se fue, más rápido volvió - ¡Un selfi para
mis amigas!
Se pegó a mí, levantó el móvil e hizo una foto, se separó y me hizo
otra solo. Después salió revoloteando de la habitación y se metió en la suya.
Mi madre apareció por la puerta y casi la atropella Esperanza.
- ¡¿Qué le pasa a esta?! - dijo mirándome con cara de extrañada.
- Se ha hecho un selfi conmigo y ha corrido para su habitación.
- ¡Qué malos son los dieciséis años! - dijo mi madre y se acercó a mí,
me abrazó cariñosamente - Te he echado tanto de menos... - empezaba a llorar –
Espero que de ahora en adelante pueda darte todo el cariño que no te he dado
antes...
Empecé a hacer la cena para todos los de la casa, incluido para Pablo,
el hijo de mi nuera. Era un buen chico, no tenía maldad. Había venido a buscar
a su madre y la encontró. Además, encontró a otras personas que le habían
cogido cariño en pocas horas. Era guapo y tenía un cuerpo digno de un dios
griego... Y eso era algo que me preocupaba. Ya tengo sesenta y cinco años, y
desde que mi marido murió hace cinco, no he sentido el más mínimo deseo sexual
por otro hombre. ¡Eso es lo que me preocupa! Pablo tiene un don natural para
despertar el deseo en las mujeres. Mi nieta se ve claramente que está ensimismada
con él, desde el momento que lo vio. Y yo, que a mi edad los hombres me pueden
parecer más o menos atractivos, pero no sentir un deseo de tener sexo, con él
siento que mi cuerpo vibra con un deseo que llevaba años dormido.
- ¡Vamos, a comer! - espero que vengan todos pronto.
- ¡Qué bueno mamá! - mi hijo siempre me agradece la comida con un beso.
- ¡Te dejo qué tengo que comer! ¡Ya te contaré! - esta nieta siempre
pegada al móvil.
- Aquí estáis... - el hijo y su madre – Sentaros por ahí que os pondré
la comida.
Todos los días comemos y charlamos, de nuestras vivencias en el día.
Hoy todos hablan con él, sobre todo Esperanza, ella está demasiado ilusionada
con él. Mi nuera es normal que le hable, es su madre, pero mi nieta me tiene
algo preocupada pues además aún es una chiquilla y puede hacer alguna locura.
Mi hijo parece contento con la situación, sin comerlo, ahora tiene un hijastro.
Esperemos que todo salga bien.
- Bueno abuela, me marcho a la cama. - Esperanza siempre recoge sus
cosas, me da un beso y se marcha a su habitación.
- Mamá, todo estupendo... - mi hijo no recoge nada de la mesa, pero se
lo permito pues es el que más trabaja de la casa - Veré alguna película en el
salón.
- Hijo. ¿Necesitas algo? - mi nuera hoy está demasiado preocupada por
su hijo.
- No mamá, si no te importa, os ayudo a recoger esto y después me voy a
la habitación...
- No hace falta... - le dije – Vete y descansa...
- Lo siento, insisto. - Pablo no me va a dejar sola con mi nuera para
hablar – Si queréis, podéis iros y yo friego...
- ¿Seguro? - la verdad es que mi nuera parece cansada – Entonces te
dejo con Esperanza para que os conozcáis.
- Señora, todo estaba muy bueno. - se levanta y empieza recoger las
cosas de la mesa - Tienen ustedes una familia muy unida.
- Gracias hijo... - me levanto y entre los dos empezamos a fregar los
platos.
Uno al lado del otro, vamos acabando con todos los cacharros que están
sucios. Puedo sentir su cuerpo junto a mí y vuelve ese sentimiento de despertar
deseos apagados. Cuando acabamos de fregar, se gira, apoya su cuerpo en la
encimera y cruza sus fornidos brazos, su imagen hace que mi sexo empiece a
vibrar.
- Esperanza... - me mira y una extraña sensación me recorre el cuerpo -
¿Le importaría si la llamo abuela? La madre de mi padre murió cuando yo tenía
apenas siete años... y usted me la recuerda mucho.
- ¡Claro hijo! - este chico tiene algo que hace que sienta deseos
dormidos – Aunque no seamos familia directa, al ser el hijo de mi nuera, te
considero como mi nieto.
- ¡Gracias!
No puede ser, se acerca a mí y me abraza como agradecimiento. ¡Dios,
cómo huele! Ese olor me penetra y me embriaga la mente. Sus brazos me rodean
por los hombros y me siento protegida... ¡No puede ser! Mi sexo se humedece al
contacto de su cuerpo. Paso mis brazos por su cintura... ¡Dios, deseo tenerlo
entre mis piernas! No lo puedo evitar.
- ¡Gracias por todo, abuela!
Se separa de mí, mi cuerpo no quiere. Sale por la puerta y me tengo que
apoyar en la encimera. Mi sexo está ardiendo, siento mis bragas mojadas. Nunca
he tenido que masturbarme, cuando mi marido estaba vivo, él me masturbaba y me
satisfacía de sexo. Después de su muerte, nunca sentí la necesidad... Pero este
chico lleva pocas horas con nosotros y ya ha conseguido encender mi deseo...
¡Sólo dios sabe cómo acabara esto!
¡Joder! Mi deseo por las mujeres maduras ha hecho que me empalme con
Esperanza, y peor aún si la considero mi abuela. He llegado a esta nueva
familia, he recuperado a mi madre perdida. No creo que sea bueno que mi mente
pervertida que me hace desear y follar a mujeres maduras sea buena para estar con
ellos.
- ¡Buenas noches! ¡Hasta mañana! - ahí está Jorge con mi madre. Si yo
tuviera esa mujer la estaría follando ahora mismo.
- ¡Buenas noches! ¡Qué descanses! - y si fuera tan pervertido como yo,
se follaría hasta su madre.
Tengo que ir al baño y hacerme una paja, no puedo más. El cuerpo de mi
nueva abuela me ha puesto demasiado caliente.
Le he enviado la foto de mi hermano a Claudia. La muy guarra dice que
vendrá mañana para conocerlo. Y es que mira que cuerpo tiene. Menos mal que le
he hecho una foto. Joder, me voy a tocar mientras lo imagino desnudo.
“La puerta se abre. Es él. Viene vestido sólo con un pantalón. Se
acerca a mí y se sienta en mi cama. Se inclina y me besa en la frente como un
hermano cariñoso. Yo pongo mi mano en su muslo y lo acaricio para intentar
despertar su deseo. Él me besa el cuello y siento que mi sexo se moja y mis
pezones se ponen erectos. Con la otra mano bajo la sábana que me cubre y le
muestro mi cuerpo cubierto por la fina tela de mi camisón. Él baja con su boca
por mi cuello y se aproxima a mis pechos, su mano baja las tirantas y deja mis
tetas al aire, mis pezones desean ser acariciados por sus labios. Su lengua
roza levemente mi pezón y mi sexo se moja aún más. Su mano se desliza por mis
muslos y mis piernas se abren para invitarlo a tocar mi mojado sexo. Su lengua
lame mi otro pezón mientras sus dedos presionan mi sexo por encima de mis
bragas. Su mano busca el filo de mis bragas y se meten dentro, va a tocarme. Un
calambre de placer recorre mi cuerpo cuando su boca se aferra a mi pezón y lo
mama con fuerza, mientras sus dedos acarician mis labios vaginales para
separarlos y buscar mi mojada y cálida vagina. Siento que su dedo invade mi
sexo, acaricia mi clítoris y todo mi cuerpo se agita de placer. No, no dejes de
mamar mi pezón. Su mano baja mis bragas y separa mis piernas. Se coloca sobre
la cama, su cabeza entre mis piernas. Sí, sí, cómele todo a tu hermana. Sus
dedos separan mis labios vaginales y siento como su lengua acaricia el interior
de mi vagina. Me voy a correr, me voy a correr... Su lengua acaricia mi
clítoris mientras un dedo entra y sale de mi vagina. ¡Ojalá fuera tu pene el
que entrara! Siento que estoy teniendo un orgasmo mientras mi hermano me come y
masturba mi sexo”.
¡Joder! Nunca antes había sentido tanto placer al masturbarme. Tengo
que conseguir que Pablo me haga el amor, y será la noche de mi fiesta.
Ahí está mi mujer. Rocío siempre ha sido una mujer muy sensual. Tiene
un cuerpo estupendo. Recuerdo cuando de novios me llevaba casi todo el tiempo
haciéndole el amor. Me encantaba cuando me montaba y sus tetas se agitaban con
sus movimientos. No entiendo lo que me ha pasado, cómo he llegado a esta
perversión. Desde que nació nuestra hija, no he sentido el deseo de tener sexo
con ella. Y ella lo notó rápidamente. Además, su forma de ser hace que mi
tortura vaya a más. Si se buscara un amante, podría satisfacer mi perversión.
No sé por qué, pero me encantaría verla follando con otro hombre. Pablo tiene
un cuerpo estupendo, la forma de actuar de mi hija me lo ha confirmado, y ver a
mi mujer follando con él me haría llegar al éxtasis.
- ¿Qué hora es? - ya se ha despertado Rocío.
- Ya es tarde, vamos a la cama. - sólo con pensar en Pablo
follándosela, me he empalmado - ¡Anda vamos!
No puedo dejar de pensar en lo caliente que me ha puesto este niño.
Nunca mi cuerpo ha reaccionado como antes cuando me ha abrazado. Estoy aquí
sentada en la cocina, llevo un rato esperando que todos estén acostados y sigo
pensando en él. No puedo más, iré a ver que todos están dormidos y después me
masturbaré.
Ahí está mi nieta. Noto que se pone alterada en presencia de Pablo, así
que tendré que vigilarlos para que no ocurra nada. Si algo ha de ocurrir, que
sea conmigo.
Ahí estos dos. Mi hijo y su mujer. He notado que hace ya dieciséis años
que no mantienen relaciones, se les ve, se les nota. Y no será por qué Rocío no
esté para que él haga lo que un marido tenga que hacer. Espero que mi Jorge no
se haya vuelto homosexual...
Y aquí está Pablo. No sé si debería mirar. Si me pilla no sé qué podría
decir... Pero y si lo viera desnudo, eso me ayudaría a tener una mejor
masturbación. ¡Miraré! Abriré con cuidado para no despertarlo...
- ¡Uh, perdona hijo! - coño, está aún despierto – Estaba comprobando
que todos estaban dormidos... - ¿qué hace liado con el pantalón?
- ¡Oh abuela, no te preocupes! - joder, qué pecho y brazos tiene...
estoy peor – Es que se me ha atascado la cremallera del pantalón y no me los
puedo quitar...
- ¡Espera que te ayude! - no sé si hago bien. Me sentaré en la cama
para ver si puedo hacer algo – Ven, acércate para que lo vea...
Joder, Esperanza se ha sentado en la cama y me ha cogido por los
bolsillos del pantalón para que me acerque. Esto en mi imaginación siempre acaba
con una buena corrida. Pero debo pensar en otra cosa, es mi nueva abuela y no
quiero estropearlo...
- A ver qué ocurre aquí... - esto empieza a ponerse mal, mi polla
empieza a despertarse y ella lo va a notar – Parece que se ha quedado un hilo
atrapado en la cremallera e impide que baje... - y lo peor es ese bulto que
empieza a notarse junto a tu mano – A ver si así... - joder, no intentes
quitarlo con la boca que eso ayuda a mi imaginación - Mejor por dentro.
Ha metido la mano por dentro de mi pantalón. Tiene que notar que mi
polla está poniéndose dura. Joder, no muevas así la mano que me rozas y va a más.
Esto va a acabar mal.
Creo que he sido demasiado impulsiva. Pablo tiene atascada la
cremallera con un hilo y yo he metido la mano dentro de su pantalón sin pensar
en las consecuencias. Noto como su polla crece, pero mi sexo se está mojando,
preparándose para recibirla.
- ¡Así no se puede! - he sacado la mano, pero ya no puedo parar -
¡Mejor tirar del pantalón hacia abajo!
Sé que no debo, pero mi deseo ya no tiene freno. Estoy tirando hacia
abajo del pantalón, rápido y con fuerza para que no se pueda negar. Lo estoy
bajando y ya casi está. Lo conseguí, ha bajado. ¡Oh Dios mío!
- ¡Perdona hijo!
Ha tirado tan fuerte de mis pantalones, que ha conseguido bajarlos...
Los pantalones y mis calzoncillos. Mi polla ha quedado medio erecta a su vista.
Ella me pide perdón, pero sus ojos no dejan de mirar mi polla, no sé si será
fortuito, pero veo claro que le gusta... Lo siento mamá, pero esta noche mi
abuela va a pasar por mi cama.
- Abuela, no pasa nada. - ella sigue mirándola mientras mi polla se
pone cada vez más dura y grande, dando pequeños botes para llamar su atención -
¿Te gusta?
- ¡Hijo, esto no es apropiado!
- Lo sé abuela, pero ya que se ha producido... - empujo mis pantalones
y calzoncillos hasta que caen al suelo - ¡No hay que dejar pasar las ocasiones!
Nunca había tenido una polla tan enorme delante de mí. Mi marido no
estaba mal dotado, pero este chico tiene una maravilla. Larga, gruesa... No lo
puedo evitar. Mi mano agarra su polla y siento como vibra. La acaricio un poco
y se pone más dura aún. Bajo su piel y aparece ante mis ojos un terso y rojizo
glande, más ancho que el resto de su polla. Mi coño no deja de echar flujos
para facilitar que tal tamaño entre en él.
- ¿Te gusta? - lo miro a los ojos y él me sonríe - ¿Quieres probarla?
No digo nada, miro ese enorme glande mientras agito mi mano para sentir
la grandeza y dureza de su polla. Me acerco, la huelo y cierro los ojos. ¡Hace
tanto tiempo que tengo una polla cerca de mí! Saco mi lengua y acaricio la
suave piel de su glande. Mi coño se agita y siento mis bragas mojadas, muy
mojadas. Su mano acaricia mi pelo, primero, por un lado, después juega con mi
pelo hasta que su mano se coloca en la parte trasera de mi cabeza. Mi lengua
acaricia su glande, por su alrededor, acaricia el oscuro agujero por el que
saldrá su semen, baja hasta lamer su frenillo. Noto que le gustan estas
caricias y su mano presiona mi cabeza. No puedo resistirme. Mi boca se abre y
su glande empieza a entrar, a dilatar la comisura de mis labios. Mi lengua lo
recibe dentro de mi boca y lo acaricia lo que puede. Es tan grande que casi no
hay espacio para mi lengua y su glande. Le doy chupetones fuertes y sus piernas
tiemblan por el placer. Mi mano se agita por el resto de su polla mientras que
mi otra mano acaricia sus huevos endurecidos por el deseo y el placer.
Mi abuela sabe mamarla. Mi polla es grande y es difícil de mamar, pero
ella se ha tragado mi glande y mientras su mano acaricia mi polla, su boca me
da succiones que me hacen temblar de placer. No sé si correrme en su boca o
esperar para que esto dure más, no sé si podré aguantar. Agarro su pelo y la
aparto de mi polla. Ella me mira. En sus ojos noto el deseo que le produce mi
polla, su mano no deja de masturbarme. Quito su mano y la empujo para que su
espalda se apoye en la cama. No hablamos, simplemente hacemos lo que deseamos
el uno con el otro.
Sé que Rocío se enfadará si se entera de esto, pero este chico me ha
encendido desde el principio. No sabía qué podía ser, pero ahora que he visto
su polla, sé lo que no me va a dejar parar hasta conseguir un placer total.
¡Dios, me echado atrás y se ha arrodillado delante de mí! Mi sexo vibra y los
flujos no dejan de salir de mi vagina. Sus labios me besan los muslos, está
subiendo por ellos, alternando entre uno y otro. No dice nada, pero sé y deseo
que su boca bese mis labios vaginales. Ya casi ha llegado, siento el calor de
su respiración junto a mi coño. ¡Dios, esto es increíble! Su boca se ha
colocado sobre la tela que cubre mi coño y se agitan como si los besara. Mi
vagina se está desbordando y él lo saborea. Sí, sí. Su mano acaricia mis bragas
sin dejar de besarme el coño. Sí, hazlo. Noto como sus dedos apartan mis
bragas, ya queda poco.
He comido muchos coños de mujeres mayores, pero el de Esperanza tiene
un aroma especial que me pone más caliente que ningún otro. Tal vez sea por lo
inapropiado de lo que hacemos. No es mi abuela, pero si parte indirecta de mi
familia. Esta familia me ha dado su confianza en menos de un día, dejando que
entre en su casa y duerma bajo el mismo techo. No debería hacer esto, pero el
coño de mi abuela es un manjar que no puedo dejar escapar. He apartado sus
bragas y puedo ver su coño. Sus pelos oscuros ocultan la entrada del manantial
de flujos del que voy a beber. Hundo mi boca en su coño y beso sus labios
vaginales como si fuera su boca, mi lengua juega con ellos. Me aparto un poco
de su sexo.
Estoy en la gloria. Su lengua juega con mis labios vaginales. ¡Sí,
entra en mi vagina! No puede ser, se levanta. Pero... Oh, ¡qué brusco! Me ha
quitado las bragas, casi me las ha arrancado. ¡Sí, vuelve a darle a tu abuela
lo que necesita! Me coloco bien en la cama y doblo las piernas y las abro bien
para ofrecerle todo lo que tengo para él. Sí, se lanza contra mí. Sus dedos
apartan mis pelos y separan mis labios vaginales. ¡Dios, no puedo controlar mis
caderas! Su lengua se agita y acaricia mi vagina. Se desplaza por toda mi raja,
hasta que llega a mi clítoris.
Me encanta el sabor de esta mujer. Mi lengua recorre todo su coño y sus
caderas no paran de agitarse. ¡Sí, goza y prepárate para que te la meta! Busco
su clítoris y en la parte superior lo encuentro, endurecido, sobresaliendo de
los pliegues de sus labios. Lo rodeo con mis labios y empiezo a mamarlo. Se
lleva la mano a la boca para apagar los gemidos que quiere lanzar. Meto un dedo
en su vagina castigando fuertemente con mi boca en su clítoris. Sus caderas ya
no se agitan. Su mano ha agarrado mi cabeza y sus caderas se han levantado,
haciendo que quede preso para seguir mamándola hasta que se corra... ¡Y lo
hace! Siento un gran chorro de flujos que salen de su vagina y empapan mi mano
mientras mi lengua acaricia suavemente su clítoris después de ese orgasmo.
Sigue tapándose la boca mientras agita la cabeza de un lado a otro.
- ¡Ya, ya! - libera su boca para pedirme que pare - ¡Fóllame, fóllame!
- Está desesperada y empuja mi cabeza para apartarme de ella.
Me pongo en pie. Ella se levanta y la agarro por la cintura para
ponerla a cuatro patas en la cama y follarla.
- ¡No, así no! - me aparta de ella – Ponte bocarriba... - puedo verla
de rodillas en la cama, con su culo desnudo, la falda por la cintura, su coño
empapado y deseando que la folle. Me quito toda la ropa y me subo a la cama.
Nunca había sentido tanto placer cuando me comieron el coño. Aquel
chico sabía cómo hacerlo. Miraba como se iba desnudando, disfrutando de la
agitación de aquella enorme polla con cada movimiento que hacía. Deseaba
tenerlo completamente dentro de mí, pero era mucha polla para follar rápido y
yo hacía mucho tiempo que no tenía nada en mi vagina. Se colocó bocarriba con
su polla erecta y desafiante. Me subí sobre él abriendo las piernas y colocando
mi mojado coño sobre su polla. La agarré con una mano y la coloqué entre mis
labios vaginales. Empecé a mover mis caderas para sentir el roce de su
endurecida polla contra mi clítoris. Aún estaba sensible y cada roce me
producía un enorme placer. Quería metérmela, pero tenía que preparar mi vagina
para tal cantidad de polla. Sus manos acariciaban mis muslos y mis caderas.
Casi me arrancó la camisa y después el sujetador. Mis tetas quedaron expuestas
a sus manos. Mis oscuros pezones eran grandes y estaban totalmente erectos.
Levanté las caderas y llevé su glande hasta la entrada de mi vagina.
Esperanza, mi lujuriosa abuela, tenía una de las cosas que más me
gustaban, los pezones largos, oscuros y bien duros. Sentí en mi glande el calor
de su vagina, sabía que se la iba a clavar. La miré a los ojos, ella me miró y
me sonrió. Mi boca se aferró a unos de sus pezones y empecé a mamar. Un suave
gemido brotó de su boca. Sentía como el calor de su vagina envolvía poco a poco
mi polla. La empujé para clavársela más, pero ella me frenaba. Despacio se
agitaba, arriba y abajo, metiendo cada vez más profunda mi polla. Me acariciaba
el pelo mientras mi boca lamía y mamaba sus pezones. Quería llenarla por
completo con mi polla, pero ella no podía aguantar tanto de golpe. Poco a poco
sus movimientos se hicieron más fuertes, hasta que empujó su cuerpo contra el
mío y sentí su culo en mis huevos.
- ¡Oh Dios! - dijo con un suspiro - ¡Me siento completamente llena!
La miré a la cara y sus ojos mostraban el placer que le producía
tenerla completamente dentro de su vagina. Puse una mano en su nuca y llevé mi
boca a la suya. Nos besamos y mientras nuestras lenguas jugaban de una boca a
otra, me dejé caer atrás para quedar acostado con ella encima y completamente
penetrada. Su culo empezó a agitarse mientras nuestras bocas no se separaban.
Mi polla entraba y salía de su dilatado coño mientras sus flujos recorrían toda
la longitud de mi polla hasta llegar a mis huevos para después caer en la cama.
Mis manos se agarraron a su redondo culo y lo agitaba al ritmo de las
penetraciones.
Sentía mi coño totalmente dilatado. Mi vagina se frotaba con la gruesa
polla, desde fuera hasta lo más profundo que estuviera llegando. Sentía como si
chocara en mi barriga. El roce con mi clítoris era intenso y mi placer
aumentaba por momentos, produciendo que mis caderas se movieran más rápido por
momentos. Su lengua se agitaba en mi boca, sus manos amasaban mi culo, su polla
me llenaba por completo con movimientos rápidos. No podía aguantar mucho más,
iba a correrme. Levante la cabeza y no podía controlar mis gemidos. Él agarró
mi culo con una mano, mientras la otra forzó mi cabeza para que nuestras bocas
se unieran. Su cuerpo se movió rápidamente, haciendo que las penetraciones
fueran más rápidas y profundas. Comprendí que manteniendo nuestras bocas juntas
podría gemir un poco. Mi cuerpo se tensó al recibir el mejor orgasmo que nunca
tuve, sentí que me mareaba mientras su polla se agitaba hasta acabar clavándose
por completo en mi vagina. El calor del semen de aquel joven me quemaba por
dentro. Tanto era el placer que estaba sintiendo con cada descarga de su semen,
que lo único que podía hacer era convulsionar encima de su cuerpo mientras su
polla permanecía enterrada en mi vagina.
Permanecí sobre él, quieta, sintiendo cada espasmo que su gruesa polla
daba en el interior de mi vagina. Podía notar como iba menguando a cada
momento. Jadeando sobre su pecho, intentaba recuperar el aliento. En mis
sesenta y cinco años nunca había sentido un orgasmo tan intenso. No sé cuántos
minutos permanecimos unidos por nuestros sexos, no quería separarme de mi joven
amante.
Acariciaba la sudorosa espalda de mi abuela amante. Ronroneaba sobre mi
pecho mientras mi polla aún estaba dentro de ella. Agarré sus caderas y me moví
para que mi polla se liberara de su vagina. El chasquido que produjo mi polla
al salir de su coño le hizo reír levemente. Le besé la cabeza y ella me miró.
Me ofreció su boca y nos besamos apasionadamente.
- No quiero irme de aquí... - me dijo.
- Pues mañana le cuentas a todos el por qué estás desnuda y en mi
cama... - acaricié su culo y besé suavemente sus labios.
- ¡Niño malo! - me dijo como protesta y me volvió a besar con pasión
antes de levantarse y vestirse. Apagó la luz de la habitación y salió con
cuidado de no ser descubierta. Poco después me dormí satisfecho por el sexo que
había tenido.
- Jorge. ¿De dónde vienes? - protestó Rocío cuando me metí en la cama -
¡Duerme ya!
- He ido a orinar... - fue la escusa que se me ocurrió.
La verdad es que desde que me metí en la cama, no pude dormir. Cómo
todas las noches, sentí el momento en que mi madre abrió la puerta de la
habitación y comprobó que todo estaba bien. Seguí pensando en lo pervertido que
me sentía al imaginar a Pablo follando con mi mujer, pero aquello, por malo que
fuera, me producía una leve erección. Si los viera follar en la realidad,
seguro que me correría al momento. Pero era difícil que eso ocurriera y sólo
podía pasar en mi calenturienta y lujuriosa imaginación.
Seguía imaginando a mi mujer con aquel joven, mientras mi mano
acariciaba suavemente mi polla cuando unos ruidos me alertaron. No hacía ni
diez minutos que mi madre se había ido, tal vez se había caído. Me levanté
intentando no molestar a mi mujer y caminé por el pasillo a oscuras. Un poco de
luz salía de la habitación de Pablo. Me acerqué sigilosamente para comprobar
qué estaba haciendo. La puerta no estaba totalmente cerrada. La empujé
suavemente y observé el interior.
Quedé de piedra. Mi madre estaba sentada en el filo de la cama de Pablo
y tenía su polla en la boca. ¡Mi madre le estaba haciendo una mamada! Aquello
debería haberte enfadado, confié en él y le he permitido entrar y quedarse en
mi casa, y su forma de pagarme es follarse a mi madre. Los miraba sin hacer
nada, y cuando él la tumbó en la cama y empezó a comerle el coño, mi polla se
puso totalmente dura... ¡Tal vez sirva para hacer realidad mi perversión! Mi
mano agitaba mi polla durante todo el tiempo que estuvieron dándose placer con
sus bocas, pero cuando mi madre se abrió de piernas, montó sobre la enorme
polla y se la clavó, mi polla no pudo aguantar y empezó a lanzar semen que
recogí con mi mano. Con dificultad, llegué al baño del pasillo y me limpié
todo. Esa escena de mi madre follando con Pablo me ha dado esperanzas para
conseguir ver a mi mujer y su hijo follando delante de mí.
MI HIJO OLVIDADO 2 – AMOR FILIAL
MI HIJO OLVIDADO 3 – AMOR FILIAL
MI HIJO OLVIDADO 4 – AMOR FILIAL
MI HIJO OLVIDADO 1 – AMOR FILIAL
Reviewed by Anónimo
on
mayo 09, 2020
Rating:
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mayo 09, 2020
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